Festival de San Sebastián 2023: crítica de «El sueño de la Sultana», de Isabel Herguera (Competencia)
Esta adaptación libre de un cuento feminista de 1905 toma como eje la historia de una sociedad de la época manejada por las mujeres para analizar la situación actual.
Una apuesta por la animación española (vasca, más específicamente) en la competencia oficial, EL SUEÑO DE LA SULTANA toma como punto de partida –pero no adapta, al menos no esctrictamente– el cuento homónimo escrito por la autora bengalí Rokeya Hussein a principios del siglo XX y que se centra en un mundo controlado por las mujeres en el que los hombres tienen que quedarse en sus casas. Con un estilo de animación artesanal y refinado, Herguera mete a los espectadores en un clima de ensueño siguiendo el viaje de Inés, una artista gráfica, cineasta y animadora española que viaja a la India y a Bangladesh con el objetivo de investigar más sobre el libro y adentrarse en la cultura del lugar.
Hablado en inglés, español y euskera, además de idiomas propios de los países en los que en buena parte transcurre, EL SUEÑO DE LA SULTANA es una suerte de collage audiovisual que va siguiendo distintos recorridos narrativos. La historia del cuento en sí es una de ellas, la investigación acerca de la vida de su autora es otra y hay una tercera –y central– que es la de la propia Inés, descubriendo el mundo actual en el que se imaginó esa ciudad utópica feminista que se conoció como Ladyland.
Quizás la conexión principal, más allá de la temática y más obvia ligada al feminismo, tenga que ver con el hecho de que Inés dice que no sueña o que no recuerda lo que sueña. La mujer –que viaja por sets de filmación de películas de Bollywood que se ruedan en Italia y tiene algunos encuentros y desencuentros amorosos– encuentra el libro en cuestión en una librería y allí conocemos su historia, en la que se cuenta cómo fue que existió (¿en la ficción? ¿en la realidad?) una ciudad en la que las mujeres manejaban el poder del Estado y se encargaban de la ciencia y la cultura mientras sus maridos, tras perder una guerra, estaban impedidos de salir de sus casas.
Bella e intrigante, con una cadencia que invita por momentos a la ensoñación, EL SUEÑO DE LA SULTANA por momentos se acerca a algo más realista –cuando Inés investiga la situación de las mujeres en la India o el sexismo imperante en la actualidad, dialogando con versiones animadas de personalidades reconocidas–, pero pronto se acerca a un tono mágico, de alucinaciones sensoriales en el que el mundo de la región parece encontrar una muy creativa transformación en imágenes animadas y sonidos (la música es clave) que llevan al espectador a una suerte de hipnótico viaje.
Utilizando técnicas de animación distintas para sus diferentes partes o subtramas pero integradas entre sí de una manera fluida, la película tiene algo de cuento nocturno, de esos que uno escucha con curiosidad pero también con una cierta confusión, por momentos sin tener del todo en claro qué vio y qué soñó. En ese sentido, EL SUEÑO DE LA SULTANA hace honor a su título: es una fábula feminista acerca de un sueño que, pese a todas las dificultades e impedimentos, sigue soñándose.