Festival de Toronto 2023: crítica de «Spirit of Ecstasy» («La venus d’argent»), de Héléna Klotz

Festival de Toronto 2023: crítica de «Spirit of Ecstasy» («La venus d’argent»), de Héléna Klotz

por - cine, Críticas, Festivales
13 Sep, 2023 01:43 | Sin comentarios

Una joven trata de ingresar en el selecto e intenso mundo de los agentes de la banca de inversión superando las distintas complicaciones que se le presentan en su camino. En la competencia Platform.

La protagonista de SPIRIT OF ECSTASY no se amedrenta ante nada. O eso parece. Tampoco intenta caerle simpática a nadie: ni a los espectadores, ni a sus potenciales jefes ni a sus compañeros de trabajo ni a la gente en general, con excepción de sus hermanos pequeños. Es una persona con una misión: convertirse en agente de la banca de inversiones, ser un «número», algo neutral, una eficiente proveedora de servicios. Y para eso pone todo su empeño y su esfuerzo. Que venga de una familia militar (su padre lo interpreta Gregoire Colin y anda de uniforme de vez en cuando) no parece casual: tiene una similar disposición entre aguerrida y belicosa ante casi todo.

En la película de Klotz Jeanne es una chica de aspecto andrógino (ella se define, filosóficamente, como «neutral»), muy preparada para la tarea, por más que no venga de las escuelas ni de los circuitos en donde los agentes de bolsa suelen ser reclutados. Un poco como la protagonista de la serie británica INDUSTRY tiene que ganarse su lugar de modo agresivo, a veces con mentiras, sin piedad con nadie y, como un potencial jefe le dice, con mucho talento para decir ese tipo de frases que suenan convincentes y poderosas pero que en el fondo no quieren decir nada. Crap, bullshit, zaraza. Pero lo hace muy bien. Da la impresión que hasta se lo cree.

SPIRIT OF ECSTASY –el título en inglés hace referencia a la pequeña estatuilla de una mujer que decora el capó de los Rolls Royce– va a mostrar los difíciles intentos de Jeanne para ingresar en el mundo de la banca de inversión. Siendo una mujer no la tiene fácil ya que la tratan, casi, de asistente, le piden que traiga cafés. Pero pronto le prueba a uno de sus jefes –con algún cálculo bursátil adecuado que le permite ganar mucho dinero– que es aún mejor que los agentes que tiene a cargo de sus cuentas. Eso la hace subir en la estimación de este implacable hombre llamado Farès (Sofiane Zermani), quien la toma de aprendiz, empieza a circular con ella por ambientes de dinero y lujo, y le promete más y más cosas.

Todo será, previsiblemente, un poco más complicado de lo que parece. En su casa, mientras tanto, las cosas no están tan calmas. Su ex novio Augustin (Niels Schneider) acaba de volver después de haber estado cuatro años apostado en Africa (sí, también es del mundo militar) y no queda claro si su regreso la incomoda, la violenta o, bueno, le provoca reacciones encontradas. Eso es algo que empezará a definirse y a quedar más claro cuando su situación laboral se vuelva un tanto más compleja.

Visualmente bella, con una manera de capturar la ciudad y su modernidad que le da al film un look de aviso de cigarrillos o de relojes caros (hay una subtrama y un tema recurrente con el tema de los relojes), LA VENUS D’ARGENT –tal es su título original– sorprende por la manera directa en la que transmite las vivencias de su protagonista, una chica que hace cosas de modo entre ambicioso y robótico, y que no se plantea, al menos por un tiempo, sus consecuencias. En su segundo largo de ficción –a once años de L’AGE ATOMIQUE, su opera prima, en el medio hizo documentales y cortos–, Klotz prueba no haber perdido ni el talento ni la actitud frontal.

Uno podría esperar en films de este tipo un arco narrativo más clásico –la chica que quiere triunfar en los negocios, se decepciona por ciertas cuestiones y «vuelve al barrio» que nunca debió haber dejado con la gente que la quiere bien–, pero las cosas acá no son exactamente así. Jeanne sabe, o cree saber, lo que quiere. Y no va a dejarse vencer así nomás por las trampas que le pone el sistema. En cierto sentido su empoderamiento pasa por ahí. No necesariamente por derrotar a sus «enemigos» sino por endurecerse hasta convertirse en uno de ellos. Nos guste o no.