Festival de Venecia 2023: crítica de «En attendant la nuit», de Céline Rouzet (Orizzonti)

Festival de Venecia 2023: crítica de «En attendant la nuit», de Céline Rouzet (Orizzonti)

por - cine, Críticas, Festivales
06 Sep, 2023 01:02 | Sin comentarios

Una familia con un hijo que tiene características vampirescas debe mudarse a una nueva ciudad y tratar de no despertar sospechas allí. Pero será imposible. Con Elodie Bouchez y Mathias Legoût-Hammond.

Una drama familiar disfrazado de película de vampiros o, bueno, una de vampiros disfrazada de drama familiar, EN ATTENDANT LA NUIT combina la tradición europea en la materia –si se quiere, más romántica– con la estadounidense, más cercana al relato de iniciación y de terror. Los primeros planos son claros en la conformación de ese combo: es la escena del parto de Philemon, en 1980, y la madre no es otra que Elodie Bouchez, un rostro asociado a tantos intensos films de autor franceses. Cuando el recién nacido se acerca a mamar, lo primero que notamos es que la hace sangrar profusamente. No parece haber nacido con dientes sino que, bueno, ya se imaginan…

La película saltará a 1997, en plena adolescencia de Philemon (Mathias Legoût-Hammond), un chico de 17 años que vive con su madre (Bouchez), su padre (Jean-Charles Clichet), su hermanita pequeña y su perro. No sabemos mucho de su vida más que las transfusiones de sangre parecen ser parte de su alimentación cotidiana y que se están mudando a una nueva casa. Eso sí, Philemon tiene la blanca palidez requerida en cualquier persona que no puede estar en contacto con la luz solar.

Es en el primer encuentro social con los vecinos del nuevo barrio –una barbecue de jardín muy al estilo norteamericano, digamos– que empiezan a quedar claras algunas cosas. La familia tiene un ensayado discurso para explicar quiénes son, qué hacen y porqué se han mudado allí. Philemon está cubierto de pies a cabeza, más a modo de introspectivo y dark adolescente que otra cosa. Se lo ve incómodo con todos hasta que se pone a hablar con Camila (Céleste Brunnquell, de FIFI), una chica del lugar que parece ser la única que le presta atención.

Es verano y las clases no han empezado, pero Philemon querrá «hacerse amigo» de los otros adolescentes del lugar, más que nada para estar cerca de Camila. Pero no le es fácil porque eso de juntarse bajo el sol para beber y nadar en el río está un poco fuera de sus posibilidades. Las incomodidades y extrañezas de su evasivo modo de estar allí (siempre tapado o a la sombra) lo convierten en víctima de las burlas cada vez más agresivas de los otros chicos, pero Camila –que encima tiene novio– lo protege y defiende.

Por otro lado, su madre trabaja en un centro de donación de sangre y tiene la importante tarea de robarse las extracciones que, por diversos motivos, no se utilizarán. Tiene que hacerlo en secreto pero no puede fallar, ya que es la única forma de alimentar a su hijo que no lo meta en problemas. Eso, imaginamos, es algo que parece haber pasado anteriormente y es lo que hace que la familia se siga mudando, quizás permanentemente.

Pero, previsiblemente, las cosas se complicarán. El maltrato de los adolescentes, sumado a la imposibilidad de saciar las necesidades de Philemon vía limitadas bolsas de sangre harán que el chico vaya perdiendo el control. Si a eso se le suma el genuino interés que tiene por Camila –al que la chica parece responder–, las cosas para Philemon se pondrán más y más difíciles. Tampoco ayudan mucho los caprichos de su hermana o los constantes ladridos de su perro, que no lo deja en paz.

De a poco el componente más «vampiresco» irá ganando espacio, pero en ningún momento la película abandonará su eje, más ligado a la sensación de soledad, angustia y el sentirse fuera de lugar de Philemon, algo que puede acompañar a muchos adolescentes, aún aquellos que no se alimentan normalmente con sangre. En ese sentido, la película de Rouzet es más un romántico (como modelo estético y cultural más que amoroso) retrato de un adolescente marginado, uno que intenta acercar al mainstream el estilo de las películas vampirescas de Jim Jarmusch o la propia Claire Denis. En sus modos formalmente más tradicionales, Rouzet combina eso con algo más clásico y norteamericano, además de cierta épica sufrida y torturada de los adolescentes dark de aquellos tiempos.

Cambiando algunos detalles, EN ATTENDANT LA NUIT podría ser casi una reversión de EL JOVEN MANOS DE TIJERA, ya que la problemática es bastante similar, más allá de la existencia aquí de un núcleo familiar que no está tan presente en el film de Tim Burton. Es, quizás, en la relación con su familia que la película marca sus diferencias y abre un territorio que le es un poco más propio. Algo así como un «Mi hijo es un vampiro» (o «Mi hermano es un vampiro»), pero en la clave más dramática posible. El film peca, de todos modos, de un acercamiento un tanto adolescente acerca de este tipo de jóvenes torturados, sufridos e incomprendidos. Como «Violet«, el tema de Hole, la banda de Courtney Love, con la que se cierra la película, la épica de la redención a través del sufrimiento y la autoflagelación quedó un poco fechada en los ’90.