Series: crítica de «El jurado» («Jury Duty»), de Lee Eisenberg y Gene Stupnitsky (Amazon Prime Video)

Series: crítica de «El jurado» («Jury Duty»), de Lee Eisenberg y Gene Stupnitsky (Amazon Prime Video)

Mezcla de ficción y documental esta serie cómica transcurre como el reality show de un jurado de un juicio. Solo que, salvo uno de sus miembros, todos los demás son actores. Desde el 8 de septiembre.

El concepto parece simple y sencillo, pero tiene una trampa. Uno de los grandes «misterios» del sistema judicial –especialmente del estadounidense– es ver cómo funcionan los jurados en la intimidad. Un grupo de doce personas escucha argumentos de un lado y de otro en algún juicio y tiempo después emergen, la mayor parte de las veces, con una decisión. ¿Cómo se llegó a eso? Difícil saberlo. Es por eso que JURY DUTY da la impresión de darnos esa posibilidad mediante algo así como un reality show de la vida de un jurado. Pero no. El truco de esta exitosa serie, nominada a tres premios Emmy, es otro.

Aquí nada es real. Todo es falso. No hay juicio verdadero y son todos actores contratados. ¿Estamos en una ficción entonces? Sí, pero no. O no del todo. El hecho es que uno, tan solo uno de los jurados, no sabe que todo es falso y cree que lo han llamado para ser jurado de un caso real. Particular, claro, porque tienen cámaras que los están filmando todo el tiempo, pero el tipo no tiene porqué saber que un procedimiento de este tipo jamás debería ser filmado por cámaras de TV. Así que EL JURADO es un reality solo para él, una ficción para los actores (incluyendo el juez, el personal de juzgado y así) y un combo raro entre ambas cosas para los espectadores.

El resultado es simpático, divertido, ligeramente gracioso sin llegar a ser revelador ni mucho menos. Y sí, podría haber durado algunos episodios menos, pero tampoco es grave. El protagonista (el único que no es actor) se llama Ronald y es lo que cualquiera llamaría «un buen muchacho». Un tipo amable, sensible, ubicado y un tanto tímido que es elegido como jurado para un caso un tanto menor pero igualmente curioso: una empresaria acusa a un empleado suyo de haber ido drogado a trabajar iniciando un caos y una serie de pérdidas que terminaron con su empresa en serios problemas.

Pero el caso, convengamos, es lo de menos. Lo que la serie de Eisenberg y Stupnitsky (BAD TEACHER) hace es rodear a Ronald de un grupo de personajes bastante excéntricos con los que tiene que lidiar en el jurado: un chico obsesionado por la tecnología, una chica muy interesada en el sexo, un asiático misterioso, un tipo preocupado porque supone que su mujer la está engañando, una señora mayor que se duerme durante los testimonios y así. Son actores que han sido contratados por un período de tiempo para jamás romper la ficción en la que están metidos y así Ronald no se da cuenta que están, bueno, actuando. Y eso implica pasar varios días viviendo todos en un hotel en el que… pasan cosas.

El único «reconocible» del elenco es James Marsden, el actor de X-MEN que interpreta una versión exagerada y paródica de sí mismo. Casi nadie del jurado lo tolera y lo tratan como un divo de Hollywood que no quiere estar con esa gente ahí y que solo piensa en su próximo papel y el guión que tiene que leer para un director famoso. Pero se hace amigo de Ronald y es con él que tiene la principal relación de la serie. Episodio a episodio, mientras el caso se pone más y más absurdo, lo que JURY DUTY hará será seguir las desventuras de este variopinto grupo de actores/jurados en el que uno solo, realmente, está preocupado por lo que está sucediendo. Lo demás están preocupados por entretenerlo o confundirlo a él.

Tal vez la característica «tranquila» y hasta relajada del protagonista juegue un poco en contra, dramáticamente, a la hora de la diversión que podría salir de un combo como este. Los actores hacen, literalmente, cualquier cosa con tal de hacerlo meter en más y más problemas y dilemas (Alan Barinholtz, Rashida Olayiwola, David Brown, Kirk Fox, Mekki Leeper, Edy Modica, Maria Russell e Ishmel Sahid son algunos de los actores, todos con experiencia en improvisación), pero Ronald siempre pone una sonrisa y hace lo que le piden. De todos modos hay varios momentos divertidos que se van colando en los breves episodios.

Es un formato curioso, quizás irrepetible (al menos en el marco de un jurado) y que funciona como un guiño, un juego entre los espectadores, los directores y los actores para ver qué hace el bueno de Ronald ante las situaciones que se le plantean. Pero los creadores de EL JURADO no buscan abochornarlo ni mucho menos. Lo hacen jugar un juego simpático en el que todos los demás saben las reglas y él no, solo para transformarlo en algo así como el Jim Halpert –el personaje que interpretaba John Krasinski– en THE OFFICE: un tipo más o menos normal en una oficina llena de freaks. No es casual que los escritores de este show hayan hecho los guiones de varios episodios de esa ya clásica serie.

La comparación con THE OFFICE no es casual ya que el espíritu es similar. Más allá del juego del falso reality, EL JURADO tiene con sus personajes un tanto bizarros un cariño similar al que tenía aquella serie protagonizada por Steve Carell y compañía. Es cierto que es imposible que un jurado se repita del mismo modo en el que se mantienen los personajes de una oficina común, pero con algún truco creativo bien podrían encontrar la vuelta para tener otras temporadas con estos personajes. Si hay uno que no sabe las reglas, es lo de menos. Lo principal es la humana y amable comedia que se genera entre estos torpes y encantadores personajes a lo largo de tres semanas de bizarra convivencia.