Estrenos: crítica de «As bestas», de Rodrigo Sorogoyen
En este thriller español, una pareja francesa se va a vivir a Galicia y, tras oponerse a un proyecto de desarrollo local, empieza a ser rechazada y maltratada por algunos habitantes del lugar. En cines argentinos, desde el 5 de octubre.
Desde un registro más cercano al thriller y basándose en un hecho real, AS BESTAS continúa con esta tendencia del reciente cine español de hacer chocar culturalmente lo urbano y lo rural, lo moderno y lo tradicional. Como SURO –o, en menor medida, y con un punto de vista casi opuesto, ALCARRAS o SECADEROS–, este thriller del realizador de MADRE genera un enfrentamiento entre fuerzas opuestas en lento camino a chocarse. Invisible, fuera de cuadro, está la otra gran fuerza, la que motiva el choque, una que no se ve pero se adivina en el ambiente. Pueden llamarla capitalismo, globalización o crisis económica. Lo que se dispara desde ahí repercute en las vidas de los que están acá.
Y ese «acá» es una aldea de Galicia tan pequeña que parecen vivir no más de una decena de personas. Los lugareños son ásperos, gente ruda de montaña, que se junta a beber y a comportarse de un modo agresivo, aún entre ellos mismos. Pero la bronca mayor parecen tenerla reservada para la pareja francesa que se instaló hace un tiempo en una casona cercana y está plantando «lechugas orgánicas» de las que los locales se burlan.
Pero lo que hacen los recién llegados, en realidad, es secundario. El problema principal para los del pueblo –básicamente, para el intenso Xan Anta (Luis Zahera) y su violento y mentalmente inestable hermano Lorenzo Anta (Diego Anido)– es que la pareja francesa se opuso a la propuesta de una empresa de comprarles los terrenos para instalar molinos de energía eólica en esas tierras ventosas. El convincente, calmo y educado Antoine (Denis Ménochet) ha logrado torcer el voto de varios locales y gracias a eso se ha rechazado la propuesta que iba a darles un dinero a los necesitados pobladores. Especialmente a la familia Anta. Y los hombres no están contentos con que un extranjero haya venido a arruinarles sus planes.
Sorogoyen pronto elegirá el punto de vista de Antoine y de su esposa Olga (Marina Foïs). Es una pareja amable y educada que se quiere mucho y que tienen una granja ecológica de la que viven, vendiendo sus productos en el mercado cercano. Pero la guerra sucia lanzada por los hermanos está en desarrollo y no parece haber forma de pararla. El civilizado Antoine trata de conversar con ellos y convencerlos, pero no parece haber manera. Y filmarlos con una camarita de video no ayuda tampoco. Toscos y tozudos, pero también con sus razones (discutibles, pero que el film hace bien en dar a conocer en detalle), los Anta han empezado una guerra que, lo sabemos todos, no terminará bien.
El primer paso es arruinarle una cosecha de tomates a los franceses, esperando que eso los haga cambiar sus votos. Pero eso no sucederá y tras una larga e intensa conversación que Sorogoyen filma en un solo plano (la mejor escena de la película), las cartas ya estarán echadas. No habrá vuelta atrás. Basándose en un caso real que inspiró la película SANTOALLA (ver crítica acá), Sorogoyen acrecienta la tensión para convertir a AS BESTAS en una relectura de clásicos del cine de los ’70 como PERROS DE PAJA, de Sam Peckimpah, o DELIVERANCE, de John Boorman, conocida en la Argentina con el inolvidable título de LA VIOLENCIA ESTA EN NOSOTROS.
Esa violencia está y empezará a crecer en AS BESTAS, un thriller estructurado de una forma no del todo convencional, con largas escenas de tensión previas y algunas llamativas elipsis, en un modo que por momentos recuerda al cine de Quentin Tarantino. No es la única conexión, ya que como muchos recordarán, Ménochet protagonizaba la aún más larga y tensa escena inicial de BASTARDOS SIN GLORIA en la que era psicológicamente amenazado en su casa de campo francesa por el nazi interpretado por Christoph Waltz.
La calma puesta en escena, la manera en la que las fichas se van acercando de a poco y la tensión crece a partir de esa acumulación de contravenciones y desaveniencias es lo mejor de AS BESTAS, un violento drama que suple gracias al trabajo de dirección y el talento de los actores algunas debilidades del guión. Dicho de otro modo: escenas que en otra película exigirían una excesiva suspensión de la incredulidad (Antoine vive metiendo la «cabeza en la boca del lobo» como si jamás hubiese visto un policial en su vida), acá se sostienen gracias a los recursos formales y a la fuerza del elenco.
Algunos comentaristas han visto en la película una mirada demasiado cruel y áspera respecto a los pobladores locales de la Galicia profunda, una que parece transformar a la región casi en una cuna de violentos y salvajes. Y si bien es entendible esa lectura, creo que Sorogoyen le da a esos mismos locales motivos y razones que de algún modo, sino justifican, al menos explican sus actos. La necesidad de salvarse con el dinero de «las eólicas» es, para ellos, importante tras una vida de sacrificios en su mayoría inútiles. Y no poder hacerlo por la llegada de alguien que no pasó sus mismas experiencias los subleva.
No es un tratado político, de todos modos, AS BESTAS. Es un thriller denso que toma referencias del true crime norteamericano (el de los ’70 pero también del actual) y está pensado en función de ir, de a poco, ahogando al espectador en una especie de callejón sin salida. Y, más allá de algún guiño «feminista» que imagina un futuro distinto en el que los hombres no tomen todas las decisiones, esa es la sensación con la que uno se queda al terminar los 140 minutos del film de Sorogoyen: la de haber entrado en un agujero negro en el tiempo y en el espacio, uno en el que nada puede terminar bien.