Estrenos: crítica de «Cuando acecha la maldad», de Demián Rugna
Este film de terror argentino premiado como mejor película del Festival de Sitges trata acerca de una misteriosa entidad que posee a personas y animales que aterrorizan a una familia y a los habitantes de un pueblo. Estreno: 9 de noviembre.
El realizador de ATERRADOS regresa, cinco años después de aquel film, con CUANDO ACECHA LA MALDAD, otro oscuro, violento y caótico relato de terror capaz de shockear, enervar y confundir al espectador en partes iguales. Lo indiscutible aquí es que Rugna –que se llevó el premio a la mejor película en Sitges semanas atrás– no tiene problemas ni temores en ir un poco más lejos que lo usual en ciertos elementos, especialmente en lo que tiene que ver con niños y animales, quienes no la pasan particularmente bien en la película. Bueno, los adultos la pasan peor, pero acá no parece haber salvación para nadie.
Todo comienza cuando los hermanos Pedro (Ezequiel Rodríguez) y Jimi (Demián Salomon) escuchan unos disparos en su casa de campo y, al ir a investigar, descubren un cadáver. Bah, solo una mano y la cintura para abajo de un cuerpo. Junto a él, unos aparatos extraños y unos papeles con la dirección de una casa cercana. Eso los lleva a un ranchito vecino en el que vive Uriel –un hombre cuyo cuerpo, cuello y rostro parecen estar en estado de descomposición–, con su hermano menor y su madre.
Según sus familiares, Uriel está «encarnado» y el hombre muerto era un «limpiador». Los hermanos acuden a la policía, que mira para otro lado. Luego hablan con Ruiz (Luis Ziembrowski), el dueño de esa tierra –que perdería su valor si se difunde que hay una de estas criaturas allí– y el tipo quiere matarlo de un tiro. Pero la madre de Uriel le advierte que esa no es la forma de hacerlo con estos «embichados», ya que tienen sus poderes y de ese modo no lograrán liquidarlo. Por eso, Ruiz y los hermanos toman la decisión de cargarlo en una camioneta (algo no muy fácil de hacer, convengamos) y sacarlo del medio. Pero Uriel se les pierde en el viaje, lo cual lleva a que sucedan muchas otras cosas, una más espeluznante y espantosa que la siguiente.
En un momento la película pegará el primero de sus varios giros y pasará a centrarse en los intentos de Pedro de sacar a sus hijos de la ciudad, ya que supone que estas entidades que «encarnan» en sus víctimas –de una manera cuya lógica en un modo algo confuso se explicará aquí– llegarán allí también. Pedro no ha sido un gran padre, claramente, y su ex mujer no solo vive con otro hombre sino que tiene una «perimetral» para que no se acerque a ellos. El tipo, de todos modos, lo hace. Y la cosa empeora aún más.
Habrá más giros narrativos, apariciones de nuevos personajes, mitologías y revelaciones que siempre son intensas –aquí todos corren, todos gritan y la música no baja nunca el ritmo ni la virulencia– aunque su aparición resulta un tanto caprichosa. Pero si uno acepta la lógica un tanto imprecisa de CUANDO ACECHA LA MALDAD seguramente se dejará llevar por el miedo. Especialmente en los momentos en los que Pedro, sus hijos (uno de ellos es autista) y un perro enorme comparten escenas.
Rugna sabe manejar la puesta en escena como para que el espectador no se detenga demasiado en las inconsistencias. Hay inesperados momentos de humor, situaciones entre angustiantes y repulsivas, y una serie de escenas violentas que harán levantar del asiento al 90 por ciento de los espectadores. Indirectamente se podría decir que es una película sobre masculinidades violentas –con la paternidad en el medio– y sobre mitologías populares, en las que los cuentos de criaturas de pueblo (tipo el lobizón, el pombero y así) se mezclan con la estructura un tanto más conocida de film de zombies u otro tipo de posesión inexplicable.
Se trata de un film que abre un universo. Y es inevitable pensar que tendrá continuidad, especialmente tras su buena recepción en los mercados y festivales de género. Estamos ante uno de esos conceptos que pueden ir para atrás, para adelante y para los costados si se piensa en posibles historias derivadas. La posibilidad de explorar este asunto de los «encarnados» en otras películas le permitirá seguramente a Rugna ir seleccionando, pausando y dosificando las tensiones y la acumulación de impactos en futuros films. En CUANDO ACECHA LA MALDAD todo está apilado en una permanente quinta velocidad. Pero no llega a ser un problema porque el realizador sabe llevar a los espectadores en ese viaje a pura adrenalina. Más que nada, porque uno no tiene idea con qué se va a encontrar a la vuelta de la esquina. Y eso, en estos tiempos de fórmulas, es más que bienvenido.
El guionista y director DEMIÁN RUGNA asume riesgos en esta película que a lo largo de 95 minutos transita el borde de la inverosimilitud.
El planteo en la primera media hora es interesante al centrarse en la historia de dos hermanos de un pueblo rural que descubren a un hombre obeso embichado que posiblemente este poseído por el demonio y eso se puede transmitir como si fuera una epidemia por toda la población, en especial por los niños que tienen cierta fascinación por la maldad.
En esa media hora genera inquietud porque el espectador no sabe qué es lo que le espera pero a partir que uno de los protagonistas se encuentra con su ex pareja la película se convierte en un baño de sangre que está muy bien filmado pero va perdiendo sorpresa.
La película recupera algo de la sorpresa inicial hacia el final en la lograda escena de la escuela.
De conjunto, pese a ser despareja, entretiene y no mucho más (6/10)