Estrenos online: crítica de «Beau tiene miedo» («Beau is Afraid»), de Ari Aster (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «Beau tiene miedo» («Beau is Afraid»), de Ari Aster (Amazon Prime Video)

Un timorato hombre se mete en problemas cuando decide viajar a visitar a su madre en el aniversario de la muerte de su padre. Con Joaquin Phoenix. Disponible en Amazon Prime Video.

Mientras miraba la irritante, interminable, exasperante BEAU TIENE MIEDO me dediqué a hacer algunas cuentas. Exagerando, digamos que una sesión de terapia cara en los Estados Unidos puede salir 500 dólares. Ari Aster, claramente, está necesitando un terapeuta a nivel dos o tres veces por semana. Cerremos en 1.500 por semana. Seis mil dólares por mes. 72 mil dólares al año. Millón y medio, dólar más dólar menos, por 20 años de terapia. BEAU IS AFRAID costó 35 millones y recaudó unos 11. La cuenta es más complicada que eso –el costo se encarece por los gastos de promoción y publicidad, la recaudación por los mercados secundarios y plataformas– pero en lo fundamental se trata de una película que perdió decenas de millones de dólares. Claramente, a la productora A24 le convenía pagarle a Aster terapia de por vida y hacía negocio. No solo eso, nos ahorraba tener que ver las sesiones en cuestión.

No hay otro modo, disculpen, de entender o interpretar esta película. Ya verán, por ciertas escenas e imágenes que la recorren y, especialmente, por su última parte, que tampoco se oculta demasiado su objetivo. Si los problemas de Beau son o no los de Aster no lo sé –tampoco me importa mucho–, pero lo cierto es que se sienten como tales, especialmente porque muchos temas aparecen en sus dos películas anteriores, solo que de una manera mucho más creativa. Es que por mucho que uno pueda discutir HEREDITARY o MIDSOMMAR, se trata de dos películas interesantes en más de un sentido, capaces de lidiar con este tipo de asuntos –digamos, generalizando, familias rotas que rompen a quienes las sufren– dentro de un marco genérico y con dos guiones en los que esos temas ingresaban como parte de tramas ingeniosas, originales y creativas. No todas sus apuestas funcionaban pero se valoraba el esfuerzo de crear tramas de horror con giros inesperados e ideas perturbadoras.

BEAU IS AFRAID es una película desnuda, como su protagonista, una que dice todo en sus primeros 30-40 minutos y luego no hace más que agrandar ese círculo como si fuera una bola de nieve. Al ver su primer hora –fue imposible no detenerla un par de veces y no solo por la duración– le decía a un colega, que la había visto en el cine antes, que me parecía bastante terrible lo visto hasta el momento. El me contestó que eso era lo mejor, que después empeora a límites infumables. Y tenía razón. Esa ridícula primera parte es, retrospectivamente, lo mejor que tiene el film de Aster. Y es casi impresentable.

Digamos que la propuesta es un combo de un personaje de película de Charlie Kaufman con una historia que tiene una similitud temática con las del guionista de BEING JOHN MALKOVICH pero casi nada de su ingenio creativo para crear extrañas historias alrededor de esas ideas. De hecho, su linealidad y su incapacidad para salir de lo más obvio la acerca más al cine «autobiográfico» de Alejandro González Iñárritu que a cualquier otra cosa. En todos los casos se trata de películas con mucho de autoanálisis. En el caso de Aster, uno puede suponer que el tiempo libre para reflexionar que ofreció la pandemia es en cierto modo responsable de esta «introspección» convertida en guión. Lo que no hay es un proceso creativo interesante que transforme esas ideas en una película. Hay algo crudo y directo, pero eso no la transforma en honesta sino en ombliguista, en un discurso privado que por algún motivo se vuelve público.

La película arranca con un parto complicado –el del protagonista, obvio–, lo cual ya de por sí genera una sensación curiosa, incómoda, de esas que hacen prever lo peor. Retomamos a Beau Wassermann (Joaquin Phoenix) cuando ya es un cuarentón solitario, timorato y fuertemente medicado por un psiquiatra. El tipo vive en un barrio peligroso que parece sacado de la Nueva York de los años ’70 y a lo largo de los primeros 40 minutos de película le sucede de todo: lo agreden los vecinos, le entran a su casa, le roban y rompen sus cosas, toma la medicación sin agua (lo cual, le aclararon, no es bueno), hay un asesino suelto en la calle, la tarjeta de crédito no le funciona y, lo peor de todo es que ese caos le impide el plan que tenía: ir a visitar a su madre en el día del aniversario de la muerte de su padre, a quien Beau no conoció por motivos que ya descubrirán.

Ya el llamado para avisarle de la cancelación deja en claro que su madre es –o que él la ve– como un monstruo, algo que los breves flashbacks al parto y a la infancia ya daban a entender. En medio del ataque de nervios recibe la noticia de que alguien cree que su madre ha muerto de una manera violenta e inesperada, lo cual lo termina de enloquecer, lo lleva a salir a la calle (desnudo) y ser atropellado por un auto que pasaba por ahí. Allí se iniciarán «los viajes de Beau», una serie de recorridos y aventuras que lo llevarán a la casa de una pareja (interpretada por Nathan Lane y Amy Ryan) que tiene otra manera de lidiar con sus asuntos familiares, luego se perderá en un bosque en el que vivirá experiencias un tanto más «poéticas» (allí es donde la película se vuelve más Kaufman que Kaufman, con aportes de animación de los chilenos Cristóbal León y Joaquín Cociña), todo en un viaje que se demora más y más hacia la casa de una madre que, quizás, esté muerta. Al llegar allí se verá que las cosas son un tanto más raras todavía de lo que parecían.

A lo largo de tres horas BEAU TIENE MIEDO va reiterando, de una u otra manera, ideas que quedan claras en la primera sesión que el tipo tiene con su psicólogo: que su madre es una figura que lo abruma y domina, que lo ha hecho sentir culpable por la muerte de su padre (parece que el hombre tenía algunos problemas físicos que Beau heredó, o quizás no) y que, a consecuencia de eso y de algunas situaciones posteriores (digamos, románticas), su vida se convirtió en la sombra de lo que podría haber sido y él en ese patético ser humano que es hoy. Pero no solo él. Aster presenta una misantrópica y cruel mirada sobre todos los personajes que pasan, de un modo u otro, por la vida de Beau. No solo su madre es un monstruo sino todas las madres. Y los padres. Y los hijos. Y los veteranos de guerra. Y los amigos de la infancia. Y los psicólogos, los abogados, los vecinos y así.

Es cierto que todo lo que vemos está teñido por la paranoia de Beau, que ni el barrio ni la gente con la que se cruza son, necesariamente, tal cómo los vemos. Pero más allá de esa distancia interpretativa y metafórica, BEAU IS AFRAID se reconoce a sí misma en la torturada mirada de su protagonista, ve el mundo con la mezcla de miedo y horror con lo que él lo hace. Hacia el final, cuando algunas imágenes se vuelven más literales que las obras completas de Sigmund Freud (ya verán a qué me refiero), uno no sabe si reírse, si sorprenderse o si preocuparse por la salud mental del realizador.