Estrenos online: crítica de «Las gemelas silenciosas» («The Silent Twins»), de Agnieszka Smoczyńska (HBO Max)
Basado en un caso real, este drama se centra en dos hermanas gemelas que solo se comunican entre ellas, ignorando casi por completo al resto del mundo. Estreno de HBO Max.
Una historia extraña que tiene un tratamiento cinematográfico bastante extravagante, LAS GEMELAS SILENCIOSAS se basa en un caso real británico que tuvo su repercusión en los años ’70 y ’80 y tiene como protagonistas a dos chicas que, como dice el título, no se comunicaban con nadie. June y Jennifer Gibbons son gemelas, hijas de una pareja de origen caribeño (de Barbados), que nacieron en 1963 ya en Gran Bretaña. Las chicas tienen a sus padres juntos y varios hermanos pero, por un motivo que no es claro, no quieren o no pueden comunicarse con los demás. Y la evolución y complicaciones de esa situación serán el núcleo de la película dirigida por la realizadora polaca.
Cuando empieza –y eso es algo que se repetirá varias veces a lo largo del film– estamos en un mundo imaginado por las hermanas. Da la impresión, por la puesta en escena, que ambas se comunican entre ellas sin necesidad de hablarse, quizás hasta telepáticamente, creando juegos, mundos privados e imaginando historias que la película muestra mediante animación o hasta números musicales. Pero lo que uno sabe que sucede entre las dos –gracias a la magia del cine– no se parece mucho a cómo las ven las demás. Es que, cuando están con familiares, vecinos o en el colegio, las dos están juntas todo el tiempo. No se separan, se visten y actúan igual, pero lo más notorio es que no le dirigen la palabra a nadie. Nunca. Bajo ninguna circunstancia.
Pueden ser agredidas por compañeros, llamadas por profesores o lo que sea. Lo cierto es que las dos se presentan como maniquíes de sí mismas. No solo no se expresan verbalmente sino que toda su actitud es de una curiosa mezcla entre la apatía, el desinterés y la incomprensión por el mundo que está por fuera de lo que ellas viven entre sí. Y más allá de eso, las hermanas han desarrollado entre ellas un lenguaje secreto que solo entienden las dos y usan entre sí. Ese es un tema más prominente en la historia real que en la película –calculo que por motivos de comprensión tuvieron que reducirlo a una forma cerrada y seseosa de hablar–, pero es otro de los que las aleja del mundo.
THE SILENT TWINS irá mostrando distintas etapas en la vida de ambas. Como niñas, en la escuela, siendo agredidas y sin lograr conectar con nada ni nadie. Luego las mandan a un colegio especial, pero los propios docentes se agotan de no conseguir respuesta alguna de su parte, lo mismo que a esa altura parece suceder con sus padres y hermanas. Más adelante las separan, para ver si eso las ayuda a romper ese lazo demasiado intenso, pero es peor.
Así, hasta llegar a la adolescencia. Allí algunas cosas empiezan a cambiar –no daré detalles pero por lo menos fuman, tienen sexo y emiten alguna que otra palabra–, pero no demasiado. Las chicas se meten en problemas del tipo policial mientras que, en sus momentos en privado –cuando comparten su cuarto y nadie las ve– dibujan y escriben cuentos que mandan a editoriales, usualmente sin suerte. El otro problema de las chicas es que, cuando las acusan de algo, son incapaces de defenderse (no hablan ahí tampoco) y eso las mete en más y más dificultades.
La realizadora polaca de FUGA encuentra la manera de «visualizar» el mundo interior de ambas mediante recursos como los mencionados anteriormente, que sirven para entender las diferentes instancias entre cómo ellas la pasan estando juntas y alejadas de los demás, y la manera más gris, propia del cine centrado en las clases populares británicas –la familia de ambas es de Gales–, en la que se ve su «vida real». El delirio technicolor que representa su imaginación se basa en los textos escritos por las hermanas en la vida real.
Es una decisión creativa inteligente que arranca muy bien –la primera escena, que además toma por sorpresa por el mecanismo que presenta, funciona a la perfección–, pero en algún momento se vuelve un recurso un tanto repetido. Si bien es valorable la decisión de Smoczyńska de no caer en facilismos psicologistas ni intentar encontrar la causa o el trauma de origen de su particular personalidad, por momentos eso hace que la historia no avance demasiado y vuelva una y otra vez a mostrar el mismo trastorno con distintos recursos audiovisuales.
Es una relación muy extraña y la sensación que provoca en los demás es por lo menos ambigua. Algunos las rechazan y no saben qué hacer con ellas; otros se preocupan, tratan de ayudar pero no llegan a nada, y así. En algún momento las cosas se modificarán un poco, pero ese «soltar» a la vez trae complicaciones inesperadas. Letitia Wright (Shuri, de PANTERA NEGRA) y Tamara Lawrance (KINDRED) encarnan a las adultas June y Jennifer Gibbons de una manera tan simbiótica que, pese a no ser idénticas ni mucho menos, parecen un cuerpo con dos cabezas. La diferencia entre una y otra –casi a lo David Cronenberg– recién empieza a notarse cuando aparecen ciertas circunstancias en las vidas de ambas.
Intrigante y frustrante a la vez, con una duración un tanto excesiva para el formato en el que cuenta la historia, el caso de «las mellizas silenciosas» está bastante documentado (no es recomendable googlear o ir a Wikipedia porque verán spoilers) pero en la película se lo prefiere contar de un modo, si se quiere, más poético. Con sus riesgos y sus puntos flojos, pero al menos con un punto de vista, una mirada personal sobre el material. Uno puede discutir las elecciones de la realizadora de THE LURE pero lo que no puede poner jamás en duda es que le escapó a casi todos los clichés de las biografías más convencionales, de esas que llegan habitualmente a las plataformas de streaming.