Estrenos online: crítica de «Sly», de Thom Zimmy (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Sly», de Thom Zimmy (Netflix)

En este documental Sylvester Stallone repasa su vida y su carrera, sus éxitos y sus fracasos, de una manera franca y honesta. Estreno de Netflix.

Esta moda de series y películas documentales que recuperan las vidas y las carreras de estrellas de Hollywood se ha convertido en la nueva variante de la autobiografía literaria, un género con sus hábitos y costumbres, sus pros y sus contras, sus calculadas revelaciones históricas. Algunas vienen con noticias que llegan a los medios (vean sino la biografía que acaba de publicar Britney Spears) y otras funcionan como repasos de una vida o un intento de hacer algunos dineros cuando el trabajo escasea.

En SLY, documental sobre Sylvester Stallone, hay una cierta honestidad –o pretensión de honestidad, los límites no son nunca muy claros– que enriquece la propuesta, que lo distingue de otros similares que se sienten más parte de la “corporación” que rodea a alguna celebridad. No es que este no sea uno de esos –lo dirige Thom Zimmy, realizador de muchos documentales importantes– ni que no haya por detrás intereses económicos, pero como mucho de lo que hace Stallone en cine hay algo que se siente verdadero, honesto, del corazón.

SLY cuenta la vida de Stallone desde su dura infancia en Nueva York, de la que se fue y a la que volvió ya siendo un joven que buscaba convertirse en estrella, hasta hace algún tiempo, aparentemente antes de TULSA KING, su reciente y exitosa serie que acá no se menciona. En el presente del relato, la excusa argumental es que Stallone se muda de su mansión y, mientras la cámara repasa objetos, posters, fotos, videos y una enorme cantidad de parafernalia autocelebratoria, él va contando su vida a cámara y analizándola.

Como en las películas que escribió, Stallone es un buen narrador. Sabe ir directo al grano pero lo hace con discreta elegancia, con una poesía callejera. Lo mismo pasa cuando de algún modo imparte lecciones de vida. Muchas celebridades en estos documentales lo hacen –pueden ver, por ejemplo, el de Arnold Schwarzenegger, que es más un TED Talk audiovisual que otra cosa–, pero Sly lo adapta a su manera de ver la vida de joven de barrio, con una difícil infancia y una mala relación con su padre, un tipo que admite haber sido un joven intenso y hasta violento, que se arrepiente de sus errores y los analiza con bastante franqueza.

Pese a todo lo que Stallone tiene para celebrar respecto a su obra, el documental tiene algo de tristeza y hasta de arrepentimiento. Por no haber estado más con sus hijos (uno de ellos murió en 2012), por los errores que cometió en su carrera, por la imposibilidad de reconciliarse con su padre. “No lean las segundas mitades de las biografías de celebridades porque todo es barranca abajo”, dice en un momento, admitiendo que después de los 40 se pierde más de lo que se gana y todo lo que subió empieza a bajar.

Dentro de esa mirada reflexiva, Stallone repasa un inicio de carrera lleno de rechazos que lo llevaron a hacer sus propios proyectos. Cuenta historias y secretos detrás de éxitos como ROCKY y RAMBO –y todas sus secuelas, las buenas y las malas–, pero también de sus fracasos, sus intentos de hacer comedia, su década como héroe de acción, y los muchos errores cometidos después de los ‘90 en su intento de moverse hacia otros géneros. Es un repaso veloz pero lógico y, de vuelta, en apariencia bastante sincero, contado por un tipo que aún creyendo saber lo que hace se dejó aconsejar mal o, directamente, eligió malos proyectos.

El otro ángulo interesante del documental son sus testimonios. Son pocos pero valiosos, importantes. Su hermano Frank –que tenía sus mismos sueños y quedó al margen del éxito–, su eterno rival Arnold Schwarzenegger, su pareja en ROCKY Talia Shire, el director John Herzfeld –su amigo de toda la vida–, el crítico Wesley Morris y, más que nada, su gran admirador Quentin Tarantino quien, como dejó en claro en su libro sobre el cine de los ‘70, tiene una gran admiración por la carrera, durante esa década fundamentalmente, de Stallone.

Entre todos arman un retrato simple pero creíble, muy armado para estos tiempos autopromocionales pero con una dignidad y sinceridad que se sienten uno o dos pasos arriba de lo usual en estos casos. Tras 50 años de carrera, Stallone ya está por fuera de las discusiones cinéfilas de viejas décadas y ha permanecido, sobrevivido quizás, como un ícono en la historia del cine. No solo como actor o héroe de acción sino como guionista y director. Un tipo que a través de sus películas y sus personajes –por lo menos los que más lo identifican– ha sabido contar su propia historia.