Festival de Mar del Plata 2023: crítica de «La bestia», de Bertrand Bonello
Pasado, presente y futuro se mezclan en esta ambicioso relato de ciencia ficción centrado en un hombre y una mujer que se encuentran y desencuentran a lo largo del tiempo.
Desafiante y extraña, LA BESTIA es un experimento fascinante que parece moverse sin problemas entre la ciencia ficción, el thriller y la película de época en una serie de cruces que le dan un carácter experimental y comercial a la vez. Es que, aún siendo la película más ambiciosa y vanguardista del director francés de NOCTURAMA y ZOMBI CHILD, quizás se termine convirtiendo, curiosamente, en la más comercial de todas las que hizo hasta el momento.
Esta adaptación libre –más bien, “película inspirada en”– de LA BESTIA EN LA JUNGLA, de Henry James, toma el núcleo duro de esa novela y la transforma en una serie de encuentros y desencuentros entre un hombre y una mujer que parecen destinados a encontrarse y desencontrarse a lo largo del tiempo y de las épocas. La novela, un manual de uso para entender la expresión “profecía autocumplida”, tomaba a un hombre que, al tener visiones trágicas y espantosas de su futuro, decidía no acercarse a la mujer que amaba para evitarle el sufrimiento, decisión que transformaba en dolorosas, por esa autogenerada distancia, las vidas de ambos.
Aquí la que vive esa sensación es una mujer, Gabrielle (Léa Seydoux), a quien Bonello presenta con un “croma” verde de fondo –donde se insertan los efectos digitales– actuando para un director su propio trauma de origen. Ella imagina una bestia, quizás una criatura, que vendrá a atacarla y a la que tendrá que enfrentar. No sabe cómo ni cuándo pero está segura que ése es su destino. Luego la vemos en un salón parisino de principios de siglo XX, vestida ya de época, y topándose allí con Louis (George McKay), un inglés que vive en Francia, quien será ese extraño “compañero de aventuras” a lo largo del tiempo del que no podrá alejarse y al que no querrá tampoco acercarse demasiado. ¿O acaso él será “la bestia” en cuestión?
Todo esto se enreda cuando se nos muestra a Gabrielle, de golpe, en el futuro. Es el año 2044 y la mujer está en una suerte de piscina llena de líquido negro en la que, para limpiar de su ADN los traumas del pasado y así poder conseguir un trabajo (parece ser una exigencia de las Inteligencias Artificiales que manejarán el futuro), tiene que revivir varios momentos de su o sus vidas previas. La idea es crear personas sin historia, sin traumas o sentimientos que compliquen su habilidad para trabajar. Y es así como entendemos (la película no es del todo clara respecto a este procedimiento, pero eso es lo que se advierte) de donde parten el resto de los tiempos, imágenes y sensaciones que muestra y transmite la película.
Yendo y viniendo de ese futuro árido y mecánico, Bonello irá contando la relación entre ambos a principios de siglo –las inundaciones de París de 1910 son un eje clave ahí, otra posible “bestia” en ciernes–, con sus acercamientos y distancias, para luego girar, en la segunda mitad, a otro punto en la línea temporal. Allí, en plan full David Lynch (Bonello parece inspirarse en MULHOLLAND DRIVE, LOST HIGHWAY y TWIN PEAKS en partes iguales), Gabrielle será una modelo francesa que cuida una lujosa casa en las afueras de Los Ángeles en 2014. Louis, en tanto, será un joven solitario que postea online videos llenos de agresivos comentarios misóginos, dirigidos a las mujeres que no le prestan atención. En un tono diferente al del siglo anterior, ambos se volverán a cruzar. Pero las circunstancias serán más propias de un thriller de suspenso a lo Brian de Palma o Roman Polanski.
Este resumen es apenas un esbozo que intenta ordenar las complejidades formales, narrativas y temáticas de una película ambiciosa que quizás mastique más de lo que puede tragar pero que no para de tirar ideas a lo largo de sus más de dos horas y media de duración (Nota: para no hacerla más larga, los créditos finales los ponen en pantalla en un QR), intentando entender el tipo de pulsiones que fueron llevando, a lo largo del tiempo, a un choque cada vez más intenso entre la pasión y la eficiencia, el amor y el miedo, los deseos y las represiones que terminan generando situaciones violentas.
Bonello trata aquí temas que él ya analizó, de distintos modos, en sus películas previas. La tecnología es otra vez un asunto omnipresente, complicando la relación entre las personas y alejándolas a unas de las otras –y a todos de lo que queda de la “realidad”–, generando más y más tensiones. Y el mundo en general es observa como un lugar desapacible e incómodo en el que las pasiones verdaderas no parecen tener lugar. De una forma excesiva y a veces hasta contradictoria, THE BEAST habla de la violencia de género pero también de la corrección política y de cómo todo conspira para imposibilitar cualquier cosa que se parezca a una relación amorosa y verdadera.
Todo esto puede leerse, o no, en medio de una trama que va y viene en el tiempo, que se mueve entre géneros, que se rompe a sí misma –la propia imagen se quiebra y se repite en función de su origen como “recuerdo” a ser limpiado–, que confunde permanentemente al espectador, que incluye robots muy creíbles (Guslagie Malanda, la actriz de SAINT OMER, encarna a la acompañante de Gabrielle en 2044), extraordinarias escenas de gente bailando y que, en su segunda mitad, toma las características de un enervante film de suspenso de invasión casera, algo inimaginable tras ver una primera hora que se acerca más a un relato de la escuela James Ivory de frenadas pasiones de época.
Es una película que generará amores y odios, espectadores fascinados e irritados por igual, y seguramente decenas de textos analíticos que intenten pensarla en función del mundo en el que vivimos. No se espera menos de una película que parece apoyarse en la historia del cine francés (de Jean Renoir a Olivier Assayas, del Godard de ALPHAVILLE al Alain Resnais de MURIEL o EL AÑO PASADO EN MARIENBAD y así, en un mixtape infinito) y que termina poniendo la mirada crítica en la propia generación de imágenes digitales vacías. El de LA BESTIA es un mundo misterioso en el que las tensiones entre el odio y el amor parece ir siendo ganada por el primero. La falta de empatía es, finalmente, la que genera violencia. Y esa, quizás, sea la gran “bestia” de la historia.