Festivales/Estrenos: crítica de «La sociedad de la nieve», de J.A. Bayona

Festivales/Estrenos: crítica de «La sociedad de la nieve», de J.A. Bayona

La película del director de «El orfanato» y «Lo imposible» se centra en las experiencias de los rugbiers uruguayos cuyo avión cayó en la Cordillera de los Andes en 1972. En el Festival de Mar del Plata. El 14 de diciembre, en salas. El 4 de enero, en Netflix.

Todos sabemos que el avión se va a caer pero el golpe impacta, angustia, sacude. En realidad, todos (o los que conocemos la historia gracias a las noticias, los libros o las películas previas) sabemos gran parte de lo que sucederá en LA SOCIEDAD DE LA NIEVE, pero igualmente lo que vemos nos impacta, angustia y sacude. En la adaptación al cine del libro de Pablo Vierci que cuenta la historia del equipo de rugby uruguayo cuyo avión cayó en la Cordillera de los Andes en 1972, el realizador de LO IMPOSIBLE maneja con sabiduría los resortes de la narración clásica para contar una historia de supervivencia. No una tragedia, no un milagro, sino la agobiante serie de experiencias de un grupo de jóvenes que atravesó momentos durísimos juntos, superó sus diferencias y, varios de ellos, vencieron al miedo, al frío, al hambre, a la montaña y a la muerte. 

La historia fue contada en 1993 en la película ¡VIVEN!, de Frank Marshall, una que seguramente muchos recuerdan, protagonizada por Ethan Hawke y Josh Hamilton. Pero la propuesta de Bayona es más amplia, realista y, sobre todo, emotiva. Lo que la película “pierde” por ceñirse a una historia conocida, lo recupera desde el impacto físico, sensorial y emocional que produce. Es allí donde el film marca sus diferencias con otras adaptaciones o lecturas: llegando a la épica desde lo humano, entendiendo que el impacto inicial en el espectador puede producirse gracias al hábil manejo de recursos técnicos y efectos especiales, pero que no hay película si no hay personajes, tensiones internas y una verdad que humanice la experiencia. Uno llega pensando en que, más que nada, verá escenas de alto impacto y enorme crudeza, y al final se va con los ojos llenos de lágrimas.

Todo empieza en Montevideo con un grupo de rugbiers del Old Christians Club que, tras un partido –en el que discretamente se definen temas y personalidades que serán clave luego– se ponen a juntar dinero para pagar un viaje a Chile. En medio de escenas de camaradería, chicanas y un trasfondo de tensión política que apenas se esboza, los jugadores, algunos amigos y familiares toman ese vuelo de la Fuerza Aérea Uruguaya (por el que pagan 45 dólares cada uno) con destino a Santiago de Chile, cruzando la Cordillera de los Andes. 

La historia tiene, sí, un narrador, que organiza un poco el relato y trata de encontrar un tono, entre humanista y ligeramente filosófico, a las experiencias del grupo. Se trata de Numa Turcatti (Enzo Vogrincic), que no es jugador sino amigo de uno de ellos, un joven estudiante universitario de familia muy católica al que tienen que convencer de viajar. Al tomar el punto de vista de alguien externo al núcleo duro del equipo, la película se permite una distancia que, en cierto modo, intenta representar la mirada de los espectadores que van de a poco conociendo a los personajes y compartiendo sus experiencias.

En medio de la cordillera –justo en el límite entre Argentina y Chile– el avión empieza a sacudirse peligrosamente y lo que parece ser una dura turbulencia termina de la peor manera, una que Bayona filma de un modo impactante y brutal pero sin regodearse demasiado en el morbo. De allí en adelante, serán días y semanas de atravesar infinitos contratiempos y duras experiencias, empezando por la muerte de muchos en el accidente en sí, de algunos más la primera noche –congelados por el frío en la montaña–, los heridos, la desesperanza al ver que no llega nadie a rescatarlos y la conocida tensión ligada al hambre y la falta de alimentos tras unos pocos días. Como muchos saben, los sobrevivientes debaten y terminan finalmente aceptando que, para no morirse de hambre, no les queda otra que alimentarse de los cuerpos de los que fallecieron allí.

Habrá más experiencias –viajes fallidos, experimentos, más muertes, accidentes, tormentas y la riesgosa decisión que conduce a la resolución del asunto, lo que transforma la “tragedia” en “milagro”, según el decir de la época–, pero lo central de la película pasará por ver y vivir los acontecimientos a través de los personajes. Si bien son demasiados como para hacerles justicia a todos sin confundir a los espectadores –si alguna historia ameritaba una miniserie, esta quizás sea una de ellas–, Bayona logra centrar la atención en un pequeño grupo que va teniendo distintos roles y funciones, además de interpretar la situación –especialmente la ligada a la alimentación, con sus derivas religiosas– de diferentes maneras. 

Además de Numa, en la trama se destacan Nando Parrado (Agustín Pardella), Roberto Canessa (Matías Recalt), el capitán Marcelo Pérez (Diego Vegezzi) y los “primos” Strauch (Francisco Romero y Rafael Federman), además de “Carlitos” Páez (Felipe González Otaño), “Tintín” Vizintín (Agustín Della Corte), Javier Methol (Esteban Bigliardi) y Gustavo Zerbino (Tomás Wolf), entre otros, en un elenco de actores argentinos y uruguayos, la mayoría de ellos poco conocidos. Si bien la cantidad puede dificultar, al menos durante un tiempo, la identificación de cada uno, ya promediando el relato Bayona junto a su editor Jaume Martí han logrado estructurar muy bien los ejes de la narración. En ese sentido ayuda un guión que, siendo bastante fiel a los hechos, logra conducir el relato a través de los clásicos desafíos y etapas del llamado “viaje del héroe”.

Quizás lo más inesperado de LA SOCIEDAD DE LA NIEVE pase por su potencia emotiva. Ayudado por la implacable música de Michael Giacchino –uno que compite con John Williams en esto de transformar casi cualquier escena en algo épico y emocional– y la potente fotografía de Pedro Luque –el DF uruguayo habitual colaborador de Fede Alvarez–, el director de EL ORFANATO va dejando de lado el día a día de la supervivencia para meterse más y más a fondo en los personajes, su sufrimiento y sus reflexiones. La película no se priva de algunos monólogos dolorosos –uno de ellos a cargo de Bigliardi–, además de algunos textos reflexivos acerca de la situación que les toca vivir, pero eso que en otras circunstancias podría resultar un tanto pomposo o solemne aquí funciona muy bien, enmarcado no sólo por el drama de los protagonistas sino por el carácter clásico del cuento.

Lo que LA SOCIEDAD DE LA NIEVE –película que representará a España en los premios Oscar– logra, finalmente, es que el espectador se sienta parte de esa historia, entienda las circunstancias y las decisiones de los personajes, pueda involucrarse emocionalmente en lo que pasa y, a la vez, reflexionar en lo personal qué es lo que habría hecho ante una situación semejante. No será una película para ver en un avión –y quizás tampoco una que se continúe en un restaurante sin un par de incómodas bromas–, pero como experiencia cinematográfica es un logro mayúsculo, la película definitiva sobre este hecho.

Si bien se estrenará en Netflix, es más que recomendable poder verla en cine o en la pantalla más grande posible (y con el mejor sonido), ya que la monumentalidad visual de los escenarios hacen aún más impactante la experiencia. Y la emoción compartida en una sala de cine con los demás espectadores le da un plus a la película que es difícil replicar en casa. Un nudo en la garganta que cuesta mucho tiempo sacarse de encima.