Series: reseña de «El maestro de la evasión» («The Artful Dodger»), de James McNamara, David Maher y David Taylor (Star+)

Series: reseña de «El maestro de la evasión» («The Artful Dodger»), de James McNamara, David Maher y David Taylor (Star+)

Esta serie imagina la vida como adulto, en Australia, del clásico personaje Jack Dawkins –también conocido como «The Artful Dodger»– de la novela «Oliver Twist», de Charles Dickens. En Star+.

Los que conozcan la obra de Charles Dickens sabrán muy bien quién es «the Artful Dodger», como se lo conoce al personaje de OLIVER TWIST que responde al nombre de Jack Dawkins, un ladronzuelo amigo del protagonista de aquella novela que terminaba yendo a una colonia penal en Australia a causa de un robo. No existe, en la literatura de Dickens, una novela sobre el personaje en sí, por lo que THE ARTFUL DODGER puede considerarse como una suerte de spin off de aquel clásico en el que se siguen las aventuras del personaje allí en Australia, quince años después de salir de la cárcel.

En esta serie, también de origen australiano, Dawkins (Thomas Brodie-Sangster) salió hace tiempo de la prisión y trabaja como aprendiz de cirujano, con toda la brutalidad que eso exige a mediados del siglo XIX. Pero su trabajo tratando de romper récords en serruchar una pierna u otras particularidades de la medicina de la época no lo han logrado sacar por completo de los submundos del hampa. Cuando empieza la serie Jack tiene deudas de juego pesadas y los acreedores amenazan con cortarle un brazo si no las paga.

En medio de la tensión aparece por allí Fagin, otro clásico personaje dickensiano, casi un mentor de Dawkins en el mundo del crimen de poca monta, encarnado aquí por David Thewlis. Tras la incomodidad del reencuentro –hay asuntos del pasado no resueltos, ya que Jack entiende que él terminó en prisión por culpa de Fagin, que es un ladrón de larga experiencia y bastante traicionero–, el veterano pillo se entera de sus problemas de dinero y se dispone a ayudarlo con pequeños hurtos.

En el medio de todo esto aparece Lady Belle Fox (Maia Mitchell), una chica de familia adinerada –su padre es el gobernador de la ciudad– que está interesada en la medicina, que logra colaborar con Dawkins en sus investigaciones –investiga ella más que él, en realidad– y con la que, pese a las iniciales peleas, se nota que hay una atracción romántica. Pronto les estará encima un policía llamado Gaines (Damon Herriman), que sospecha de Fagin cuando empiezan a faltar joyas o dinero para sueldos. Pero otras circunstancias darán a entender que, detrás de todas estas trampas, hay otras más por aparecer.

La serie imita bastante bien el tono dickensiano de los personajes, aún en un universo abierto y soleado como es Australia, a diferencia de la siempre oscura y lluviosa Inglaterra. Para los especialistas en la obra del autor de GRANDES ESPERANZAS –otra novela que se adaptó con formato de serie este año— seguramente habrá cruces de nombres y referencias con otros trabajos y obras de Dickens. Pero para los que no conocen ese mundo y tampoco saben mucho del «pasado» de personajes como el Artful Dodger en cuestión y Fagin, de todos modos la serie se entiende y es poco lo que se pierde.

Lo que resulta un tanto irritante –como sucedía también en la otra adaptación dickensiana, firmada por Steven Knight– es esa necesidad de modernizarla, usando una banda de sonido rockera, cortes y planos propios de un producto de acción contemporáneo y un estilo a lo Guy Ritchie que por momentos es agotador. Es cierto que, tras algunas escenas cliperas y llenas de veloces movimientos de cámara al principio de cada episodio, la serie luego baja un cambio y se aleja de tanto truco puesto en plan «hagamos un Dickens que sea atractivo para los jóvenes«. Y es ahí donde se puede apreciar un poco mejor el universo construido para la serie.

THE ARTFUL DODGER es una mezcla de relato picaresco de inspiración dickensiana con una comedia romántica y un cuento de terror sobre los inicios de la medicina moderna que obligará a más de uno a taparse los ojos cada tanto. Es que las operaciones de hace casi dos siglos eran una verdadera carnicería a mano armada. Cuando alguien descubre que existe algo llamado «microbios» y que son capaces de generar infecciones, a uno ya le duele de solo pensarlo. Y cuando otro prueba que algo parecido a la anestesia hace que las brutales operaciones sean un tanto más tolerables, uno vuelve a abrir los ojos. Y así, entre corridas, robos y piernas amputadas que chorrean sangre a cámara, Dickens sigue inspirando nuevas adaptaciones e interpretaciones a más de 150 años de su muerte.