Estrenos: crítica de «Maestro», de Bradley Cooper (cines y Netflix)

Estrenos: crítica de «Maestro», de Bradley Cooper (cines y Netflix)

Esta biografía del compositor y director de orquesta Leonard Bernstein pone el eje en su relación con Felicia, su esposa, y en su complicada vida personal y profesional. Con Bradley Cooper, Carey Mulligan y Maya Hawke. En cines el 7 de diciembre y desde el 20 de ese mes en Netflix.

En una de las escenas centrales de TAR, la gran película sobre música clásica del año pasado, la conductora veía por televisión una emisión del programa de TV Young People’s Concerts, conducido por Leonard Bernstein, una serie de conciertos educativos de la Orquesta Filarmónica de Nueva York que empezaron a ser televisados en 1958 cuando ya el célebre conductor y compositor pasó a dirigirla. Allí, en un tono didáctico para que para los estándares televisivos de hoy es sumamente complejo, Bernstein dirigía a la orquesta y explicaba conceptos generales y específicos respecto a la música clásica y a su trabajo.

Esa imagen popular y a la vez refinada fue central a la personalidad pública de Bernstein, compositor de obras famosas y masivas (para obras teatrales y películas como AMOR SIN BARRERAS, NIDO DE RATAS, UN DIA EN NUEVA YORK, entre otras), pero a la vez un creador de piezas complejas y especialmente famoso por ser el primer conductor estadounidense de una orquesta sinfónica de ese país, rubro dominado por europeos. En esta biografía, el actor y director de NACE UNA ESTRELLA trata de conjugar esos mismos elementos –lo popular y lo refinado, lo clásico y lo moderno, lo tradicional y lo relativamente vanguardista– para contar la vida de Bernstein, una que incluye un repaso general de su carrera pero que hace centro en su cálida y compleja relación de pareja con la actriz Felicia Montealegre (Carey Mulligan) a lo largo de más de un cuarto de siglo.

Al ser la propia música de Bernstein la banda sonora del film de Cooper, sus ritmos muchas veces enérgicos y sincopados marcan el tono de buena parte de su metraje. Y es gracias a la combinación entre lo musical, la edición, la puesta en escena y el guión que el realizador intenta darle a su MAESTRO el mismo tipo de movimientos que los que tendría una sinfonía. En lo puramente cinematográfico es llamativo cómo Cooper plantea escenas en complejos planos secuencia –o largos planos fijos–, otras con la cámara ubicada en ángulos y posiciones inusuales, algunas en las que la propia historia toma la forma de secuencia musical y muchas más en la que los diálogos –en el mejor estilo Robert Altman o John Cassavetes– se cruzan entre sí y se tapan, desbordantes de energía y mecánica precisión.

Es una película ambiciosa, por momentos hasta caprichosamente, pero que tiene muy en claro cómo quiere contar su historia. La dirección de fotografía, los vestuarios y el diseño de producción, especialmente en la etapa color de la historia –que coincide, no casualmente, con el paso de la TV del blanco y negro al color, en la segunda mitad de los años ’60– son de un abrumador realismo, llevando al espectador a tener la sensación de estar ahí con los protagonistas. Hasta el maquillaje, siempre un tema complicado cuando se quiere abarcar casi toda la vida de una persona (y más en esta película, por cuestiones prostéticas que son parte de otra discusión, a mi entender absurda), es sorprendentemente creíble.

Tras una intro que lo muestra en una entrevista que dio en los últimos años de su vida, la película retrocede en el tiempo y pasa del color al blanco y negro. Ahí conocemos al Bernstein de los inicios, en 1943, cuando era asistente del conductor de la Filarmónica y debe debutar de urgencia ante la súbita enfermedad de un conductor invitado. Sin ensayo previo, el impetuoso joven de 25 años dirige la orquesta en una transmisión emitida además por radio desde el Carnegie Hall, es celebrado por todo el mundo y se convierte en una estrella de la noche a la mañana. Pasa como un detalle más, pero allí lo vemos en la cama con un hombre, el clarinetista David Oppenheimer (Matt Bomer), dando inicio a una serie de tensiones que lo seguirá a lo largo de su vida.

MAESTRO no se presenta como una biografía clásica. Si bien los grandes hitos de su carrera musical están ahí, pasan entremezclados en el torbellino que parece ser su vida, especialmente la de aquellos años, torbellino que Cooper deja en claro en la energía casi de film de animación que la película –y la actuación desbordante del propio realizador– tiene en su primera hora. Años después, en una bulliciosa reunión social, Bernstein conocerá a Felicia y rápidamente conectará con ella, con la que tendrá una extraordinaria química que se mantendrá a lo largo de toda su vida, más allá de los contratiempos. La película le dedica un largo tiempo a sus primeros años juntos –al tal Oppenheimer la situación parece llevárselo puesto– y luego ya los encontrará casados y con hijos.

El núcleo duro de MAESTRO –un conflicto que no será tan traumático como lo sería en una película más convencional– pasará por la dificultad de Bernstein de ser fiel a Felicia, de sus constantes affaires con hombres (también con mujeres, pero eso acá no aparece) y de la tensión existente entre el crecimiento de su carrera ante el fracaso de la de ella. Intepretada por Mulligan con una energía más calma y centrada que la del kinético Cooper –que parece haber aprendido de David O. Russell algo ligado a las personalidades desbordantes y a cómo retratarlas–, Felicia se convierte en el centro cálido de una película que de otro modo podría ser algo fría. Es gracias a sus años juntos –y a complicadas circunstancias de la vida de ella–, que Bernstein le incorpora empatía a una vida que parecía pasar más que nada por la música y el hedonismo.

Sin bien no tiene la complejidad temática de TAR, la película de Cooper sorprende por su ambición formal y por la manera en la que, como aquella, se centra en las dificultades de las vidas de conductores de orquesta narcisistas, obsesionados por sus carreras y con relaciones personales un tanto enredadas. Si aquel film gira hacia el misterio y la extrañeza, MAESTRO lo hace hacia la tristeza y el dolor, bajando el ritmo cuando la salud de Felicia se complica y la relación entre ambos –y la de ellos con sus hijos, en especial la mayor, encarnada por una extraordinaria Maya Hawke– toma otras características, más intimistas. Allí el film se adentra en los sentimientos de un personaje como Bernstein, al que le cuesta expresarlos, y en los de Felicia, a la que la situación la fuerza a llevarlos a flor de piel.

La película allí tiene escenas de esas que veremos en los Oscars –discusiones intensas entre ambos, Cooper conduciendo una Sinfonía de Mahler mientras transpira copiosamente, Mulligan atravesando con hidalguía situaciones dolorosas–, pero sin caer en el golpe bajo, de esos que incomodan con su manipulación. Más allá de excesos, MAESTRO es una apuesta lograda de Netflix –decidida, por suerte, a tener cada año algún título prestigioso en blanco y negro con muchas nominaciones al Oscar aún arriesgándose al fracaso– y un notable avance en la carrera del Cooper realizador. MAESTRO tiene puntos en común con NACE UNA ESTRELLA –una relación de pareja complicada en el mundo artístico es el eje de ambas–, pero Cooper se hace cargo de una serie de desafíos y sale más que airoso. No solo eso sino que logra conmover al espectador, como buena parte de la música compuesta por Bernstein, cuando uno menos lo espera.