Estrenos online: crítica de «Pollitos en fuga: el origen de los nuggets» («Chicken Run: Dawn of the Nugget»), de Sam Fell (Netflix)
Esta secuela del clásico de Aardman Animation del año 2000 encuentra a los protagonistas de aquel film enfrentándose a un nuevo enemigo: una fábrica de nuggets. Estreno del 15 de diciembre en Netflix.
Casi un cuarto de siglo después de la exitosa POLLITOS EN FUGA, uno de los títulos más representativos de la productora de animación Aardman y quizás el clásico que lo transformó en un estudio reconocido masivamente, los gallos, gallinas y pollos de aquel film regresan para nuevas aventuras, unas que muestran que el tipo de problemas y situaciones de la industria alimenticia que generaron la trama de la primera película siguen expandiéndose. El título lo dice claramente: el problema acá está en cómo harán los pollitos en cuestión para zafar de ser convertidos en nuggets.
Todo empieza una generación después de los sucesos del film original que transcurría en los años ’50, en el cual la trama tenía que ver con escapar de una granja. Ginger (ahora con la voz de Thandiwe Newton), Rocky (Zachary Levi, que reemplaza a Mel Gibson) y los demás lo han logrado, han hecho un mito fundacional a partir de esa fuga y, mucho tiempo después, viven en una isla paradisíaca, casi una utopía animal, en la cual no parecen haber problemas ni enemigos. Ginger y Rocky acaban de tener a Molly, un pollito que ya nace rebelde, juguetón e intenso. La pequeña Molly (con voz de Bella Ramsey, la actriz de THE LAST OF US) no se conforma con ser parte de ese paraíso, digamos, socialista –es lo único que conoce– y quiere ver qué hay afuera.
Los padres le dicen que no, le advierten de potenciales peligros y, casi como una metáfora de la situación política actual en muchos países, a la pequeña no le importa. «No tengo libertad», se queja. Y un día se escapa. Es obvio que lo que la espera no es bueno –más bien es mortal–, pero es una especie de «adolescente» que necesita descubrirlo por sí misma. Previsiblemente, una vez metida en el mundo real –allí descubre la existencia de esos gigantes a los que llaman «humanos»– la tendrá difícil, ya que junto a Frizzle (Josie Sedgwick-Davies), una amiga que se hace en el camino, no tardarán en caer en las garras de los fabricantes de los entonces novedosos nuggets, que disfrazan su objetivo real y venden su «campamento» como una suerte de lugar al que los pollitos van a ser felices.
Las metáforas políticas, si bien no son nuevas (casi toda la literatura infantil en plan fábula va por el mismo lado), resultan efectivas para la época. La vida de Molly en una sociedad justa y amable pero cerrada y sin riesgos le resultan el colmo de la reglamentación y el aburrimiento, por lo que parte sin destino fijo a vivir una aventura individual que, bajo la promesa de felicidad garantizada, no es otra cosa que una trampa mortal, con control mental incluido. Los autores no subrayan el lado más político de la historia pero es claro que a POLLITOS EN FUGA la inspiran conceptos solidarios y autogestivos y tiene como enemigos a las grandes corporaciones.
El problema del film hecho en stop motion animation es que, una vez planteado el universo en el que se mueve –algo que toma menos de su primera media hora–, tiene pocas sorpresas para ofrecer. La trama se contentará en ver, por un lado, cómo todos los personajes mayores se unen para ir a rescatar a la joven Molly y, por el otro, ver cómo ella y su amiga van descubriendo y tratando de evitar los riesgos que corren de caer en la freidora más grande del planeta.
Habrán algunas apariciones especiales de viejos personajes conocidos y alguna que otra sorpresa, pero EL ORIGEN DE LOS NUGGETS será de ahí en adelante una previsible y muy larga chase movie, casi toda dentro de una fábrica procesadora, una que parece imitar la estética de STAR WARS con una lógica de comportamientos –y cierta paleta de colores en determinados espacios– propia de EL JUEGO DEL CALAMAR. Estarán varios de los entrañables personajes secundarios del film original –como Fowler, Nick y Fetcher, entre otros– y algunas bromas verbales tendrán más que ver con juegos de doble sentido y de acento de estos personajes que, por más animales que parezcan, son profundamente británicos. Quizás, en la traducción al castellano, los chistes se modifiquen.
Tras un gran inicio POLLITOS EN FUGA: EL ORIGEN DE LOS NUGGETS termina siendo, un poco, decepcionante. Da la impresión de que todas las ideas más o menos ricas de analizar se presentan en el primer acto y, de allí en adelante, es una larga y un tanto tediosa persecución. Es un modelo repetido hasta el hartazgo en casi toda la animación actual mainstream, uno que intenta atrapar al público más pequeño desde el movimiento continuo y el gag simple. Y si bien por momentos eso funciona relativamente bien, a la larga se vuelve un poco repetitivo. Los espectadores un poco más grandes –o los que eran niños cuando vieron la original y hoy rondan los 30/35 años– seguramente esperen un poco más que lo que esta secuela tiene para ofrecer.