Clásicos online: crítica de «¿Qué pasa, Doctor?» («What’s Up, Doc?»), de Peter Bogdanovich (HBO Max)

Clásicos online: crítica de «¿Qué pasa, Doctor?» («What’s Up, Doc?»), de Peter Bogdanovich (HBO Max)

Ryan O’Neal y Barbra Streisand protagonizan esta comedia de 1972 centrada en un musicólogo que llega a San Francisco para una convención y se topa allí con una alocada mujer que lo mete en continuos problemas.

Screwball comedies, remember them?”, era el slogan que se utilizaba en el póster del estreno original de WHAT’S UP, DOC?, la comedia de Peter Bogdanovich estrenada en cines estadounidenses en marzo de 1972, cuando su película anterior, THE LAST PICTURE SHOW, todavía seguía en cartel. Ese slogan no es casual: comedias como esta no eran para nada habituales en el cine de Hollywood de esos años. Se trata, a todas luces, de una película retro que homenajea muy directamente clásicos de la época de oro, un modelo cómico muy específico cuyo mejor ejemplar sigue siendo BRINGING UP BABY (1938), de Howard Hawks, entre las muchas representantes de un género que, salvo por algunas pocas excepciones, hoy ha prácticamente desaparecido. En cada fotograma del film de Bogdanovich se respira un aire a ese estilo de comedias de los años ‘30 y principios de los ‘40, empezando por la velocidad y superposición de los diálogos, el humor que surge de ellos, las confusiones narrativas y cómo todo eso se combina con la comedia física –caídas, golpes, persecuciones– y la romántica, que es el motor clave de la película. 

Pero el título de la propia película habilita otro homenaje, uno que está implícito también en su caótico espíritu: el cine de animación de Warner Bros., más específicamente la serie Looney Tunes y sus más reconocidos representantes, Tex Avery y Chuck Jones. WHAT’S UP, DOC? era la manera clásica en la que Bugs Bunny saludaba a sus interlocutores y es la forma en la que lo hace aquí Judy, el personaje que interpreta Barbra Streisand y que funciona del mismo modo que lo hacía “el conejo de la suerte” en aquellos cortos: como un agente del caos, alguien que genera un permanente revuelo a su alrededor. Son esos dos espíritus combinados –para crear la personalidad de Bugs Bunny, cuenta la leyenda, se inspiraron en las screwball comedies de Frank Capra– sobre los que la película de Bogdanovich se para. No solo a modo de inspiración, sino como modelo, como arquitectura integral. A eso hay que sumarle una transversal inspiración en gags del cine mudo, con referencias que van desde escenas concretas de Buster Keaton a algunas de Harold Lloyd, entre otros.

¿QUE PASA, DOCTOR? (llamada LA CHICA TERREMOTO en México; así es como aparece en el catálogo de HBO Max) tiene una trama cuya complejidad es apenas una excusa para montar a partir de ella situaciones absurdas, tanto físicas como verbales, ejercicios cinematográficos en los que todos los elementos deben combinar a la perfección para funcionar bien. Y aquí casi siempre lo hacen. A partir de seguir los destinos de cuatro personas que portan cuatro valijas idénticas y todas van a parar al mismo piso de un hotel de San Francisco, el guión –en el que trabajaron, en distintas etapas, Robert Benton, David Newman, Buck Henry y el propio Bogdanovich– organiza una serie de confusiones y desencuentros en los que participan un timorato musicólogo llamado, a veces, Howard (Ryan O’Neal), su prometida Eunice (Madeline Kahn) y la tal Judy (Streisand), entre otros personajes ligados a una convención de musicólogos a la que la pareja asiste. Howard y Judy portan dos de esas cuatro valijas, pero hay otras dos más circulando. Una de ellas pertenece a una mujer ricachona (Mabel Albertson) y está llena de joyas, mientras que otra, que trae Mr. Smith (Michael Murphy), tiene papeles secretos de seguridad nacional. Y hay gente que quiere llevarse lo que hay en esas valijas, que pasan de mano en mano generando todo tipo de problemas.

El cruce entre Howard y Judy es el que dispara el núcleo central de la trama, la relación que pasa del fastidio al enamoramiento entre este metódico profesor y esta atolondrada y muy inteligente dama que lo busca, obsesivamente. En un film que se define a partir de largas y elaboradas secuencias o set pieces, ellos (ella, más que nada) son los que las ponen en funcionamiento, empezando por la caótica llegada al hotel hasta el final (que no vamos a adelantar), pasando en el medio por una caligráfica escena que transcurre en la convención en sí, una más delirante ligada a un incendio en un cuarto del hotel, y las posteriores peleas y persecuciones que tienen lugar ya en exteriores de la ciudad de San Francisco. En más de un sentido, la película está en su propia construcción, es un aceitado mecanismo de relojería (no narrativo, sino de timing), un ballet con una coreografía casi perfecta y una demostración académica, para enseñar en las escuelas, de las infinitas posibilidades del lenguaje cinematográfico cuando se lo usa con un conocimiento profundo de todos sus recursos.

Pero WHAT’S UP, DOC? es más que la suma de sus elementos, va más allá de su conjunción perfecta de conocimiento y puesta en práctica, excede los límites del homenaje en sí mismo. Y ese punto extra está dado por su espíritu, jovial y romántico, desenfrenado y optimista, que la rodea y que encarna, más que nada, el personaje de Streisand, pero al que también hay que sumar a Austin Pendleton y Kenneth Mars, como dos extravagantes musicólogos, dentro de un elenco inspiradísimo. Es una película que va a contramano de su época, ya que poco y nada tiene que ver con el cine más realista y callejero que el New Hollywood puso de moda en esa época, un cine crítico y desilusionado, amargo si se quiere. Bogdanovich prefiere utilizar arquetipos clásicos, abandonando la plausibilidad y cualquier tipo de comentario ligado a la época, al menos directamente.

Algunas referencias –la broma que O’Neal hace sobre el final con una frase famosa de LOVE STORY, que él mismo protagonizó; el personaje de Murphy con sus potenciales connotaciones políticas ligadas a Watergate– sí son puntuales, pero son pocas. Acaso lo más “realista” suceda en la caótica persecución callejera que tiene lugar cerca del final y que fue filmada, en buena parte, en la propia ciudad de San Francisco en lugar de hacerse en estudios. Es que, pese al tono retro que la domina de principio a fin, ¿QUE PASA, DOCTOR? no es una película de época (es decir, no transcurre en un pasado en relación a su producción), sino una que sucede en el tiempo en el que fue filmada. Vista hoy, es una película con el estilo de los años ‘30, rodada en los ‘70 y analizada en la década del 2020. 

Ese espíritu jovial, positivo y optimista, hoy visiblemente anacrónico, le da al film ese empuje extra que la convierte en una obra maestra que el tiempo olvidó (raramente se la pone entre los grandes clásicos de los ‘70 y tampoco aparece en las listas a la altura de otras películas del propio Bogdanovich) y que merece una justa revisión. Es una película en la que todo es superficie –lo que se ve es lo que hay, digamos– y en la que nada intenta referenciar ningún tipo de profundo desarrollo psicológico de los personajes por detrás, algo casi imposible en el cine actual. Es una comedia en el sentido más estricto de la palabra: hasta sus últimas consecuencias. No precisa explicaciones ni justificaciones ni se atiene a lógica alguna más que a la del humor (el gag, más concretamente) y a la del arte cinematográfico en su expresión más pura: la de la puesta en escena. Es, como decía una revista muy popular en esa época, una prueba de que la risa es un remedio infalible.