Estrenos: crítica de «“Sobrevivientes: Después el terremoto» («Concrete Utopia»), de Um Tae-hwa

Estrenos: crítica de «“Sobrevivientes: Después el terremoto» («Concrete Utopia»), de Um Tae-hwa

por - cine, Críticas, Estrenos
17 Ene, 2024 06:07 | Sin comentarios

Este drama post-apocalíptico que Corea envió como su representante al Oscar se centra en los habitantes del único edificio de Seúl que sobrevivió a un brutal terremoto. Estreno: 18 de enero.

Los guionistas coreanos tienen una gran capacidad para crear estructuras narrativas que reflejen a la perfección problemáticas sociales de sus respectivas épocas. Se lo puede ver en PARASITOS, en SNOWPIERCER y, especialmente, en ese masivo éxito televisivo que fue EL JUEGO DEL CALAMAR. No son los únicos en hacerlo, claro está, pero parecen tener la sensibilidad muy entrenada para captar lo que sucede «en la atmósfera» y trasladarlo a universos cinematográficos. Y no me refiero aquí al simple hecho de que cualquier film, aún sin quererlo, refleja la época en la que se hizo. Sino a una búsqueda concreta por armar mundos que funcionen como metáforas directas de situaciones políticas o económicas.

En SOBREVIVIENTES el mundo entero es un enorme y en algún momento lujoso edificio de 30 pisos, varios bloques y un patio central. Según se nos muestra en un comienzo documental, la introducción del concepto de «edificios de departamentos» en la cultura coreana cambió la vida de esa sociedad. Esos bloques de concreto pasaron de ser un lugar temporal antes de llegar a la casa propia para ser un objetivo en sí mismos: cada vez más grandes, más lujosos, con más amenities. El sueño de la clase media. Pero como sucede con todos los sueños, en un momento se terminan. En esta oportunidad, por culpa de un desastre natural, un terremoto que parece llevarse puesto todo al comienzo del film: Seúl, Corea, acaso el mundo entero. Lo único que parece haber quedado en pie, de milagro, es un edificio. Ese edificio. Y allí transcurre nuestra alegoría. Perdón, nuestra película.

CONCRETE UTOPIA plantea de entrada su conflicto central: hay poca comida, pocos medicamentos y los dueños de los departamentos de ese único edificio en pie (los Hwang Gung Apartments) se preguntan si deben quedárselas para ellos (unos cientos de personas) o compartirlos con los otros, los que se «cayeron del sistema», sobrevivientes de otros edificios destrozados por el terremoto en cuestión. «¿Qué modelo de sociedad queremos?», es la pregunta implícita. ¿Una inclusiva y generosa con esos otros aún a costa de limitar nuestros beneficios, que nos tocaron en suerte por tener una «propiedad privada» más duradera? ¿O una que deje a todos esos «marginados» afuera, lo que implica transformar el edificio en una fortaleza bélica que impida el ingreso de esos indeseables que también quieren sobrevivir?

El voto es secreto pero el resultado es contundente: la gran mayoría elige el «nosotros» versus «ellos» y de allí en adelante la película se estructura como una serie de conflictos y enfrentamientos entre los incluidos y los excluidos, los que lo tienen todo (al menos dentro de ese contexto) y los que no tienen nada. Los dueños de la tierra (perdón, de los departamentos) deciden, además, un sistema de beneficios en relación a lo que se aporta. Tampoco entre ellos comparten lo que hay, sino que existe una suerte de meritocracia que implica que el que más trabaja o aporta de un modo más sustancial, recibirá más comida y mejor atención. Y así, con todo, incluyendo un sistema de delaciones y denuncias.

El modo de vida en Hwang Gung no es armonioso ni mucho menos. Y lo más interesante ahí pasa por los conflictos internos entre lo que se podría llamar el «ala dura» y el «ala negociadora», los consabidos halcones y palomas. Por un lado está Kim Young-tak (Lee Byung-hun, actor de EL JUEGO DEL CALAMAR), elegido como Delegado, que pronto empieza a tomar características de dictador, con seguidores que lo adoran como si fuera el líder de una secta religiosa. Y, por otro, la pareja que encarnan Min-sung (Park Seo-joon) y Myung-hwa (Park Bo-young), más dispuestos a conectar con los de afuera y hasta con gestos de amabilidad que se autocensuran por temor a represalias.

Es que esas «cucarachas», como denominan a los de afuera, se han mitificado como un enemigo peligroso al que hay que detener. Y si algún vecino esconde a uno de ellos, será directamente expulsado. El brazo armado, si se quiere, del edificio hace expediciones por los escombros para conseguir provisiones y si eso implica liquidar gente a su paso, no hay problemas. Se hace. Los de afuera, se lo dicen entre ellos mismos todo el tiempo, no son humanos. Pero lo cierto es que muchos de los personajes guardan secretos. Algunos se revelarán vía flashbacks y otros aparecerán cuando regresen algunos personajes perdidos en el caos.

Basándose en un manga digital o webtoon llamado en inglés PLEASANT OUTCAST, el guión de SOBREVIVIENTES crea un mundo con infinitas conexiones con el actual, un sistema que bien podría conectarse con ideas políticas generales y también específicas sobre el manejo de distintas sociedades en el mundo actual, sea la existencia de un capitalismo salvaje extremo, las actitudes respecto a la inmigración, los países en conflicto con demonizados vecinos y así. Es un lienzo ideal para pintar historias que reflejen, metafóricamente, la vida contemporánea con sus oscurísimas tonalidades.

El problema de CONCRETE UTOPIA es que no termina de aprovechar bien el mundo que crea, que una vez que hizo su planteo de base, con sus infinitas posibilidades dramáticas, se queda con una serie de historias mucho menos interesantes que el universo en el que existen. No deja de ser una buena película –inteligente en sus apuntes sociales, con algunas situaciones complicadas de resolver y que da lugar a muchos más grises que los esperables–, pero al tener un formato que es claro hacia donde apunta, sus 130 minutos de duración pueden volverse un tanto reiterativos. Algunas sorpresas y giros que aparecen en su tercer acto permiten darle al proyecto un aire que lo distingue de otras propuestas post-apocalípticas que circulan. Crítico, pero no cínico. Preocupado, pero no nihilista. Duro, pero con un dejo de esperanza en la humanidad. Aún después del más brutal terremoto, siguen existiendo algunas salidas.