Estrenos online: crítica de «Intruso» («Foe»), de Garth Davis (Amazon Prime Video)
En un futuro distópico, una pareja en problemas recibe una visita inesperada: un hombre que viene a proponerles un plan enigmático y difícil de llevar a cabo. Con Saoirse Ronan, Paul Mescal y Aaron Pierre. En Amazon Prime Video.
De tono retrofuturista, FOE es una extraña mezcla entre drama rural y película de ciencia ficción, entre obra de teatro de cámara con apenas tres personajes y un relato épico sobre lo que podría ser el fin del mundo. Es un ejercicio que aquí resulta un tanto forzado y que solo logra sacar adelante el empuje y la garra que le ponen sus dos protagonistas principales, los excelentes Saoirse Ronan y Paul Mescal, que interpretan a un matrimonio que está a punto de toparse con una visita inesperada.
El clima de ciencia ficción, al menos eso parece durante un buen rato, lo da únicamente el texto que da inicio al film y que nos cuenta que estamos en el año 2065, que el planeta está al borde del colapso ambiental y que en ese presente existen robots idénticos a los humanos («sustitutos», se los llama) que han reemplazado en buena medida a la fuerza laboral de una Tierra en vías de extinción.
Cuando conocemos a Hen (Ronan) y Junior (Mescal), nada parece tener que ver con esa presentación. Estamos ante una pareja que vive en una casa en medio del campo, en un terreno que alguna vez fue fértil pero ya casi no lo es. Por la narración de Hen, parecen estar atravesando una crisis. Al menos ella describe un agotamiento de la relación que parte más que nada de la desidia y desinterés de él. Pero cuando los vemos juntos no siempre están mal, sino que tienen momentos de ternura, sexo y muestras claras de cariño.
Una noche alguien golpea la puerta y en ese momento nos queda claro que todo cambiará. Se trata de un tal Terrance (Aaron Pierre), ejecutivo de la empresa OuterMore, que les dice que han sido seleccionados para ser unos de los primeros en colonizar otros planetas que se están preparando para recibir a los humanos que, más temprano que tarde, deberán abandonar la Tierra. El problema es que Terrance solo quiere a uno de ellos: a Junior. Y lo más severo es que no es una invitación sino una imposición. Si no lo hace, les dice, vendrán a buscarlo y llevarlo a la fuerza.
El procedimiento para irse no es sencillo ni directo sino que involucra una serie de etapas y se extiende a lo largo de un par de años. Durante el primero no hacen mucho más que esperar el regreso de este buen hombre y, cuando este finalmente lo hace, les comunica que lo que sigue es un entrenamiento que precisa de su presencia en la casa durante semanas. Es así que la dupla se transforma en un trío y empiezan algunas tensiones. Y a esas se les sumará otras, que mejor no adelantar en detalle, pero que tienen que ver con algunas de las cuestiones robóticas que se plantearon al principio y a las que se debe prestar atención para capturar algunas sutilezas o posibles confusiones que plantea el relato.
Más allá de su tema, lateral pero importante, de un mundo devastado en el que solo parecen haber unas ciudades-fábrica que la película apenas explora, FOE se concentra en la intimidad de la pareja, en su difícil relación, en los celos de Junior ante la llegada de extraños, en el fastidio de Hen por tener que quedarse sola cuando él se vaya al espacio y, de a poco, en la creciente incomodidad y tensiones que surgen ante la presencia perturbadora de Terrance. Además de eso, fuera de la casa pasan también algunas cosas extrañas, quizás ligadas al cambio climático. Quizás, no.
Más que cualquier otra cosa, INTRUSO es un drama de cámara sobre las relaciones, las emociones, los sentimientos y sobre cómo la lenta desaparición de ellos pueden destruir a una pareja. La inteligencia artificial, a partir de los citados robots, jugará un rol importante aquí, pero más como metáfora que como otra cosa. Esta imitación perfecta de los seres humanos, parece decir el director de LION, puede ser más afectuosa y amable que las personas. Y eso deriva en una pregunta incómoda y clásica de la ciencia ficción: ¿quién es más humano, el verdadero o su imitación?
El problema de FOE es que sus 110 minutos se hacen llamativamente extensos y reiterativos, ya que la película se empantana por un buen rato en las mismas y temporalmente confusas situaciones y recién en la última parte incorpora de modo más directo las dimensiones más propias de la ciencia ficción, con sus preguntas sobre la identidad y la dificultad de encontrar la felicidad en un futuro que se presenta negrísimo. De hecho, por momentos uno siente estar viendo una obra teatral con una vaga referencia a eventos que suceden «afuera».
Y en ese sentido, lo principal –acaso lo único– que INTRUSO tiene para aportar, para salir de cierto tedio, es el talento de sus protagonistas. El actor de AFTERSUN sigue demostrando que no es un «galán de moda» sino un intérprete de muchos recursos, por más que la situación por momentos lo lleve a volverse un tanto grandilocuente. Ella sufre, casi toda la película, de un modo más internalizado. Muchas veces llora cuando está sola en la ducha y, en otras, encuentra ciertos resquicios para la alegría, como en un momento en el que sorpresivamente llueve, algo que no suele suceder, y que la emociona. No es el caso de Junior, que no parece tener tiempo para prestarle atención a esas cosas. Quizás los robots de IA –que tienen bien aprendidas sus funciones, incluyendo la de la empatía– dentro de no mucho tiempo tengan mejores y más nobles sentimientos que los humanos.
Es cierto que es confusa, que abruma para dejar en evidencia el agotamiento de la convivencia multiplicada por la distopía. Hay un intimismo que carece de la angustia por el agotamiento de la vida de las parejas que dejan ausente esa intrusión, y esa ausencia es la que la hace poco creíble. Sería posible, en esa angustia prometida y presente, detenerse en el dejarse de ver cotidiano por el otro como el principal problema de esa pareja?
Sin embargo, es fascinante cómo emergen en ese amor el sustituto y la real, y cómo el real y la sustituta encuentran su mundo perfecto.
Es cierto que no es perfecta, pero lo es también que calará en la memoria, al menos la mía, esa historia de amor cruzada.