Estrenos online: crítica de «La gran noche del pop» («The Greatest Night in Pop»), de Bao Nguyen (Netflix)
Este documental se centra en la creación, organización y grabación de la canción «We Are the World» que reunió a las más grandes estrellas de la música a lo largo de una noche en 1985. En Netflix.
No hace falta que te guste, realmente, «We Are the World», la célebre canción que un grupo de artistas norteamericanos hicieron para luchar contra el hambre en Africa en un año como 1985 en el que este tipo de activismo de celebridades tuvo un enorme crecimiento y un pico máximo con el concierto de «Live Aid«. Quizás sí haga falta recordarlo, o tener presente ese evento y todo lo que en su momento generó. Pero más que nada mi sensación es que los que más disfrutarán de este documental que cuenta los secretos de esa histórica grabación son aquellos que todavía se emocionan viendo a muchas de las grandes estrellas de la música pop del siglo pasado, muchos de ellos fallecidos o muy veteranos hoy.
Algunos pensarán que las estrellas pop de este siglo no está a la altura de los grandes nombres de la música de esos años. Otros, sí. Lo importante aquí, si cabe definirlo de ese modo, no es eso, sino poder tener una apreciación, respeto y admiración por nombres de la talla de Bob Dylan, Bruce Springsteen, Stevie Wonder, Michael Jackson, Ray Charles, Diana Ross, Smokey Robinson, Willie Nelson, Tina Turner, Paul Simon, Billy Joel, Dionne Warwick, Harry Belafonte y Lionel Richie, entre las más de cuarenta estrellas del momento y superestrellas de todos los tiempos que se juntaron una larga noche de enero de 1985 para grabar una canción para la lucha contra el hambre bajo la «bandera» de USA for Africa. Si uno vibra con el peso que tienen esos nombres, por momentos no podrá creer lo que está viendo.
Muy documentado con cámaras presentes en toda la grabación, THE GREATEST NIGHT IN POP pone el eje en esa noche de encuentro de figuras, bajo la tutela de Quincy Jones, para grabar en pocas horas una canción escrita a las apuradas por Jackson y Richie. Pero para llegar a eso, su primera parte estará dedicada a los preparativos, con Richie como testimonio principal de lo que pasó, pero también con el aporte de otros que trabajaron en la organización. Es que todo se hizo en pocas semanas, tratando de que no se entere demasiada gente. El plan involucraba grabar la misma noche de la entrega de los American Music Awards y llevar a buena parte de los músicos que participaban en ese evento a un estudio (el de A&M Records) para pasarse allí toda la noche grabando la canción en cuestión. Algo que, se imaginarán, no era nada sencillo.
No había celulares, no se podía grabar a distancia (o era muy complicado) y el asunto era de carácter presencial. Y si bien no fue tan difícil conseguir a la mayoría de las celebridades buscadas (Prince, que era una de las máximas estrellas de ese momento, fue imposible, ya verán los motivos), el problema fue coordinar horarios, equipos, egos, viajes y varios etcéteras. La primera parte del documental se centrará en esa parte organizativa y, una vez terminada esa sección y la premiación que el propio Richie conducía (de la que fue además el principal ganador), nos meteremos de lleno en esas horas en las que el mundo del pop, el rock y el soul estuvo reunido en una habitación. Si algo grave llegaba a pasar allí, se rompía por completo la historia de la música.
No tiene mucho sentido revelar los secretos de lo que verán allí más que para contar que vale la pena la experiencia. Mientras los testimonios más o menos actuales (de Springsteen, Kenny Loggins, Cyndi Lauper, Dionne Warwick, Huey Lewis, además de Richie, técnicos y camarógrafos allí presentes) van dando cuenta de algunos detalles, las cámaras muestran la camaradería y los cruces entre figuras que en muchos casos no se conocían entre sí. Es que no solo para los espectadores se trata de una gran reunión de celebridades, sino también para la mayoría de los presentes, muchos de los cuales no podían creer estar allí acompañados por nombres tan grandes como aquellos.
Si bien hubo algunos cantantes que eran famosos recién en ese momento o de menor relevancia histórica, la reunión era impresionante en términos de nombres. Y muchas de las anécdotas son excelentes, empezando por uno de ellos que llegó a cantar su solo completamente borracho, otro que quería agregar un coro en swahili, otro que estaba perdidísimo (ya saben quién es, hay gifs y memes dedicado a él), ruidos raros que aparecían en la grabación, armonías complicadas, voces destrozadas y diversos momentos curiosos que se fueron dando a lo largo de una noche que concluyó la mañana siguiente.
Quizás la canción, que se volvió un tanto agotadora después de cierto tiempo, no esté a la altura de ese evento. Pero lo que aquí se recuerda, fundamentalmente, es el encuentro, la reunión cumbre de celebridades de todas las épocas de la música estadounidense en pos de un objetivo en común que implicaba, como pedía Quincy Jones, «dejar los egos en la puerta». No siempre se podía –ya verán algunos problemas y berrinches–, pero en gran medida se logró. Lo genial de este documental pasa por ver a todas esas figuras compartiendo espacios con otras de igual tamaño y poder observar como muchos de ellos actuaban casi como fans de los otros. No solo los nuevos de los más veteranos, sino entre todos. A tal punto fue así que en un momento la sesión incluyó una serie cruzada de firmas de autógrafos entre los propios cantantes.
Si algo transmite, finalmente, este documental, es un recuerdo en cierto modo nostálgico de una época que se ve como más inocente y humana. Da la impresión que hoy sería imposible algo así (o estaría siendo transmitido en vivo por los propios artistas en alguna red social), pero en ese entonces las máximas figuras de la música eran, a la vez, más grandes que la vida –leyendas, en muchps casos–, pero también personas a escala humana, a las que quizás hasta se podía acceder y conversar. Esos tiempos son los que el documental celebra. Y recordarlos, emociona.
Dylan debe haberse arrepentido enseguida. Se le nota la cara de tedio y una cara de «¿cómo me convencieron para hacer esto? Tal vez no pude escabullirme a tiempo».