Estrenos online: crítica de «The Kitchen», de Daniel Kaluuya y Kibwe Tavares (Netflix)

Estrenos online: crítica de «The Kitchen», de Daniel Kaluuya y Kibwe Tavares (Netflix)

En un futuro cercano, un adulto y un adolescente tratan de sobrevivir en un barrio carenciado de Londres que es constantemente asediado por violentas fuerzas policiales. Estreno de Netflix.

Escrita y codirigida por el actor Daniel Kaluuya (HUYE!, BLACK PANTHER), que no actúa aquí, THE KITCHEN es un drama que, si no fuera porque transcurre en un impreciso futuro en Londres, bien podría ser un drama social contemporáneo. Hay algunas modificaciones tecnológicas, pero la realidad no es muy distinta a la actual: pobreza exacerbada, racismo institucional, una división entre clases cada vez más exagerada y un control policial –mediante drones, tecnología e intervenciones directas– para que nada se desborde o se escape de lo previsto.

La «Cocina» a la que se refiere el título es un enorme barrio que tiene un aspecto similar al distópico futuro mostrado en películas como BLADE RUNNER. No se especifica bien, pero da la impresión de ser una serie de edificios de lujo que fueron tomados a medio construir en los que viven los más pobres y necesitados, los que no tienen casa propia y sobreviven como squatters. Pese a que los drones policíacos sobrevuelan y la amenaza a una entrada de las fuerzas es constante, la vida en su interior tiene por momentos características festivas, con música sonando todo el tiempo (hay un DJ que encarna la leyenda del fútbol inglés, hoy conductor y comentarista televisivo Ian Wright), competencias de baile o carreras de motos, más allá de algunas tensiones y peligros.

Pero Izi (Kane «Kano» Robinson, famoso artista de hip hop inglés y protagonista de TOP BOY) quiere irse de ese lugar –que muchos latinoamericanos veremos en más de un sentido similar a nuestros barrios carenciados o favelas— lo antes posible. Como tiene un trabajo formal afuera, en una particular empresa de sepelios (el modo de enterrar a la gente ha cambiado un poco), Izi aplica para obtener un crédito en un piso en el barrio Buena Vida (en castellano en el original) y trata de mantenerse alejado de la vida social en The Kitchen, mirando todo con una mezcla de asco y desconfianza, sin querer meterse en problemas que le impidan salir de ahí. Los demás tampoco lo ven a él con buenos ojos.

Un día, en su trabajo como «funebrero», Izi descubre que están enterrando a una mujer llamada Toni, lo que le llama la atención. El que está allí para despedirla (el plan más económico de esa empresa es plantar los restos y hacer con ellos un arbusto) es Benji (Jedaiah Bannerman), hijo adolescente de Toni. Cuando lo ve, Benji le pregunta de dónde conoce a su madre y si él es su padre, algo que Izi niega. Pero claramente hay una historia por detrás y, pese a intentar ignorarlo, se queda preocupado por el futuro de este chico que quedó solo.

Benji, más directo, termina metiéndose en The Kitchen a buscarlo, intentando quedarse un tiempo. con él, pero Izi lo rechaza. No quiere que nada altere sus planes de mudarse de ese «shithole», como él lo define. Y Benji, frustrado, empieza a mezclarse con otros chicos y jóvenes del lugar, un grupo más intenso, especialmente en lo que respecta a enfrentarse con las fuerzas policiales y a ocuparse de las necesidades alimentarias de la gente… como sea. A partir de esas diferencias, THE KITCHEN irá contando una historia de paternidad (real o no, es lo de menos) pero, más que nada, una ligada a la idea de comunidad, de entender que las crisis se enfrentan junto a los demás, no borrándose ni escondiendo la cabeza. Como dice la frase: «nadie se salva solo«.

Lo interesante de THE KITCHEN tiene que ver con el mundo que construye y cómo imagina un futuro que no suena tan lejano al presente. Hay algunos cambios tecnológicos (uno puede leer sus emails y mensajes en un espejo, por ejemplo) y algunos otros cambios cosméticos, pero bien podría suceder ahora. Lo que Kaluuya y su coguionista Joe Murtagh han creado es un universo que no llega a ser post-apocalíptico sino que parece una progresión lógica a ciertas políticas de exclusión y racismo, como las que hay hoy en Gran Bretaña, entre otros países del mundo.

The Kitchen es un barrio en el que viven, en su mayoría, afrodescendientes –casi toda la música que se escucha parte de esas mezclas y combinaciones, desde afrobeat a rap y soul– y los blancos parecen brillar por su ausencia. Hay algunos pocos que viven ahí, muchos más que están en la Policía, pero por lo general ni se los ve. Es como un planeta aparte, que existe solo en las promesas publicitarias de Buena Vida, ese lugar supuestamente perfecto al que Izi quiere ir. El problema es que, ahora, con la aparición de Benji, ese «escape» se torna más complicado de hacer.

Si bien la relación entre ambos tiene algunas características prototípicas, casi de manual de guión clásico, los actores lo sacan adelante desde la sequedad y cierto modo brusco de lidiar con la vida y con su potencial lazo en común. Salvo alguna mínima excepción, no hay grandes momentos emotivos ni sentimentales en la historia entre ellos. Su relación funciona más que nada como una metáfora para hablar de los lazos que existen en las comunidades, lazos que no es sencillo abandonar ni dejar de lado, por más que esas sean las intenciones originales.

Drama social con elementos de thriller futurista, con algunos enfrentamientos violentos entre pobladores del lugar y policías (acá existen también los «cacerolazos», más que nada para avisar de la llegada de la policía al barrio), THE KITCHEN es una lograda opera prima de Kaluuya y Tavares, una que profundiza más en el drama humano y social que en los elementos más típicos de la ciencia ficción. No esperen grandes escenas de acción ni naves espaciales. Más allá de algunos muy reales drones, los conflictos acá se resuelven a los palos y a los golpes. Y la única forma de hacerles freno es mediante la solidaridad.