Series: análisis del final de «La maldición» («The Curse»), de Nathan Fielder y Benny Safdie (Paramount+)

Series: análisis del final de «La maldición» («The Curse»), de Nathan Fielder y Benny Safdie (Paramount+)

La serie protagonizada por Emma Stone y Nathan Fielder llegó a un final tan inesperado como inexplicable. Acá trataremos de analizarlo. En Paramount+.



El título lo anunciaba de entrada, en ese sentido la serie siempre fue honesta. Quizás no lo imaginábamos así –o se nos hizo creer que «la maldición» en cuestión era otra–, pero por más caprichoso y absurdo que parezca su final, no podemos decir que no estábamos avisados. Si bien THE CURSE fue una miniserie –difícil pensar en otra temporada, considerando cómo termina– rara, compleja, ambigua y zigzagueante, el final la lleva a otra categoría, al menos en lo que respecta a sorpresas narrativas y al siempre discutido modo de cómo terminar un show televisivo. Acá, tomaron la decisión más radical posible.

Poco antes, en el primer y más «convencional» tercio de este largo episodio, Asher (el co-creador y director Nathan Fielder), había hecho otra especie de lateral anuncio de lo que se venía. «En el arte, a veces tenés que llegar a los extremos para expresar tu punto de vista», le explicaba a su esposa Whitney (Emma Stone) hablando nada menos que del Holocausto y de la compleja relación del arte con ese tema, a partir de una «inapropiada» broma sobre el tema hecha por ella. Según Asher, la película POR UN FRACASO, MILLONARIO (THE PRODUCERS, en el original) de Mel Brooks ayudó a que los judíos pudieran encontrar humor en aquella tragedia. «Pensamos que era algo triste, y sí, es algo triste, pero también tiene su parte graciosa. O se le puede encontrar humor».

En esta serie de movimientos –comentarios, sensaciones, posteriores cruces de miradas– uno podría tratar de entender lo que sucederá acá después de eso. Está, por un lado, la «maldición» que Asher supone que ha caído sobre él de parte de una pequeña niña a la que él le dio un dinero y luego se lo quitó. El siempre creyó que esa maldición estaba ligada a las complicaciones de su trabajo cotidiano –las dificultades del programa de televisión, los problemas con Whitney, la pérdida del embarazo o cosas menores como la desaparición del pollo en un plato de comidas–, pero quizás no eran esas. Quizás, y esa es la explicación más «mística» de todas, la maldición era que un día, quizás cuando sienta que encontró su lugar en el mundo, Asher iba a salir volando del planeta hacia arriba para nunca más volver.

Es eso lo que sucede al final de THE CURSE. Asher se despierta una mañana pegado al techo de su «casa pasiva», como si la gravedad funcionara a la inversa en su cuerpo, y no hay manera de bajarlo. Whitney, que empieza a sentir contracciones por los nervios, trata de hacerlo descender sin ponerse ella ni su bebé en riesgo, pero no puede. Como un curioso cruce entre El Hombre Araña y la escena esa famosa de INCEPTION, Asher solo puede arrastrarse por los techos. Teme, con razón, que de salir al exterior sea succionado por el universo, llevado hacia arriba, al infinito y más allá. Y por más que su esposa, el partero, su amigo Dougie y una docena de bomberos intenten impedirlo, Asher termina (SPOILER ALERT de la película GRAVEDAD), como George Clooney en aquel film de Alfonso Cuarón. Consumido por la inmensidad del cosmos.

Cualquiera que haya visto la serie sabrá que, más allá de la maldición en cuestión (de improbable origen africano), y de algunas referencias religiosas ligadas, por un lado, al judaísmo (Asher lo era y ella se había convertido) y, por otro, a los pueblos originarios de la zona en la que la serie transcurre, nada hacía pensar que un show sobre los problemas de una pareja para hacer un reality show ambientalista en medio de un pueblo perdido y económicamente deprimido en medio del estado de New Mexico iba a terminar como un angustiante drama de ciencia ficción. Es ese brusco giro lyncheano el que sorprende y apabulla. Y no solo por lo desesperante y absurdo de la situación sino por lo complejo o abierto que se vuelve encontrarle algún tipo de explicación. De todos modos, vamos a intentarlo.

Una probable interpretación, acaso la más básica pero probablemente la más adecuada, es que Fielder está jugando con los espectadores, buscando precisamente que hagamos esto que yo estoy haciendo ahora. Si uno ha visto su carrera (THE REHEARSAL, NATHAN FOR YOU) y hasta sus bizarras apariciones en talk shows televisivos, se dará cuenta que el comediante canadiense tiene un sentido del humor absurdo, arriesgado, que le gusta jugar con los límites de la tolerancia y la comprensión de los espectadores, confundirlos y llevarlos a reconsiderar lo que están viendo todo el tiempo. En ese sentido, LA MALDICION parecía hasta acá una serie, para sus parámetros al menos, casi convencional. Bueno, no lo terminó siendo.

Otras van por el lado onírico. Uno podría imaginar que esto es un sueño de Whitney, o una expresión de deseos vuelta literal. Su complicada relación parecía, al inicio del último episodio, haber mejorado. La primera temporada de su reality show estaba al aire (por ahí empieza el episodio, con un cameo de una estrella de LOS SOPRANO, nada menos), Whitney a punto de parir y sus tensiones matrimoniales en apariencia calmadas. O, dicho de otro modo, ella parecía haberse resignado a él, aceptado su presencia en su vida. Que su desaparición coincida exactamente con el nacimiento de su bebé no es casual. Hay dos pistas que ahondan en esa conexión. Al final del Episodio 9, cuando la convence de seguir juntos, Asher le advierte: «Si no quisieras estar conmigo y yo realmente lo sintiera, me iría. No tendrías ni que decirlo. Desaparecería». La otra sucede poco antes de su vuelo por los aires, cuando le toca la panza embarazada y le dice, «hay un pequeño yo adentro tuyo». La cara de Whitney ahí lo dice todo. Es cierto, ya Asher no hace más falta en su vida. Y quizás en la de nadie.

Otra interpretación posible del final es, digamos, la de «misión cumplida». Asher sabe que es alguien difícil y problemático («Soy una persona terrible –dice en el Episodio 9–. No hay una maldición, yo soy el problema») que ha sido causante de muchos de los conflictos que la pareja atravesó a lo largo de la serie. No es que ella, a su modo, no sea responsable de algunos de los problemas que tuvieron entre ellos y con la comunidad de «La Española», pero él lo ha asumido como propios (ella es más negadora). Antes de su desaparición, sin embargo, hay una sensación de su parte de haber completado un posible recorrido. Tiene un gesto en extremo generoso (el de regalarle la casa a Abshir y a su familia, gesto no exento del todo de una cuota egoísta y/o temerosa), Whitney parece haberlo aceptado y ya hay «un pequeño yo dentro de ella» que, es de esperar, saldrá mejor que él. Lo suyo pasa a ser una forma casi bíblica de muerte.

Tomando en cuenta que THE CURSE es una serie que involucra también, adelante y detrás de cámaras, a Benny Safdie, un autor cinematográfico de mayor relevancia, al menos en ese ámbito, que el propio Fielder (codirigió UNCUT GEMS, GOOD TIME y otras, siempre junto a su hermano Josh, de quien anunció hace días su separación creativa), bien se podría pensar las conexiones que el cierre tiene con su obra, plagada de personajes egoístas, complicados y hasta miserables, cuyo final a veces es trágico, violento y sorpresivo. En lo que respecta a su personaje –Dougie, el manipulador productor de «Green Queen», el show que la pareja filma para la TV– , el último episodio lo encuentra, una vez más, atravesando una situación trágica que cree poder manejar. Su seguridad y confianza son destrozadas ante la insólita muerte de su amigo/rival, más allá de que en algún momento esa desaparición bien podría haber sido su (no tan) secreto deseo.

Más allá de la imposibilidad de encontrar una explicación lógica y sensata para el final de la serie (con el correr de los días vendrán análisis religiosos desde el judaísmo, los pueblos originarios y vaya uno a saber qué más), lo cierto es que las escenas en sí son impactantes, pesadillescas, generan miedo, ansiedad y también asombro. En el momento, abrumados por los hechos en sí, uno quizás no repare tanto en las cuestiones técnicas involucradas en filmar a un hombre al que la ley de gravedad le funciona en reversa, pero también allí habrá tela para cortar. Seguramente provocará reacciones a favor y en contra, pero no hay duda que el final de THE CURSE pasará a la historia de las series. A veces, para hacer que tu arte importe, hay que irse a los extremos. Si es posible, de todo el universo.


BONUS TRACK: este álbum no solo es clave para entender el tono de la serie (el Tema 2 se usa en varios momentos importantes) sino que es muy recomendable y, de ahora en más, un tanto tenebroso…