Series: reseña de «La maldición – Episodios 1/2» («The Curse»), de Nathan Fielder y Benny Safdie (Paramount+)

Series: reseña de «La maldición – Episodios 1/2» («The Curse»), de Nathan Fielder y Benny Safdie (Paramount+)

En esta ácida comedia dramática del creador de «El ensayo», Emma Stone y Nathan Fielder interpretan a una pareja que conduce un programa de TV dedicado a la renovación de casas abandonadas en un pueblo de bajos recursos. En Paramount+.

Como, ejem, «creador de contenidos», Nathan Fielder tiene una carrera bastante curiosa y específica, moviéndose en un universo en el que ficción y realidad se combinan de maneras entre inesperadas e incómodas. La serie que lo hizo famoso, NATHAN FOR YOU, presentaba un formato de reality show y lo tenía como protagonista haciendo el papel de un hombre que ofrecía a otros ideas bastante absurdas para mejorar sus negocios y los ayudaba a obtener supuestos réditos, algo que casi nunca sucedía. Para la gente que participaba era un reality normal, ya que supuestamente no estaban al tanto que todo el asunto funcionaba en realidad como comedia. Y en muchos sentidos era similar, pero aún más enredada y ambiciosa, la propuesta de EL ENSAYO, serie que está en HBO Max.

LA MALDICION (THE CURSE en el original) es, al menos a partir de los dos episodios que ya se emitieron, más directamente una propuesta de ficción. Si bien sus protagonistas son conductores de un reality show, queda bastante claro que el resto del elenco y hasta los extras saben a lo que se prestan. Especialmente porque una de las conductoras es nada menos que Emma Stone. Y no imagino que la gente que participa de un reality show suponga que la actriz tiene un trabajito extra como conductora de un programa de TV por cable. Aunque nunca se sabe…

Stone y el propio Fielder interpretan a una pareja, Whitney y Asher Siegel, que ha creado y conduce un piloto de un programa de un canal tipo HGTV. En él los dos se dedican a renovar casas y edificios abandonados de un pueblo de Nuevo México llamado Española, los convierten en las llamadas «Passive Houses» –hogares más ecológicos– y supuestamente renuevan y mejoran a la comunidad en la que invierten. Ellos parecen muy convencidos de su «trabajo social» –especialmente ella–, pero a la vez otros sospechan que detrás de esa «filantropía» no hay otra cosa que una operación inmobiliaria en la que lo importante es la revalorización de los terrenos y la consiguiente gentrificación del pueblo.

Mientras ellos avanzan con la grabación pasan cosas un tanto extrañas. Su relación, de por sí, es difícil, ya que tienen muchas diferencias de criterio que lo complican todo. Lo mismo pasa con el productor del show, Dougie (el también realizador Benny Safdie) al que no le importa falsear cosas con tal de conseguir un producto entretenido. Hay otros elementos en juego –la relación de él con la excéntrica familia de ella, unos periodistas que quieren investigar el programa forzando a Asher a negociar con ellos–, uno de los cuales hará referencia directa al título. Eso sucede cuando Asher le da dinero a una niña en un parking a pedido de su productor y, cuando supuestamente cortan la grabación, él le pide a la chica el billete de vuelta. La chica se enoja y le lanza una supuesta maldición. Y Dougie, claro, filma todo lo que sucede.

LA MALDICION es, al menos por ahora, una brutal sátira respecto de cierto falso progresismo marketinero, burlándose de las burguesías estadounidenses que «apoyan» causas nobles y se presentan como defensores de pueblos originarios y minorías cuando sus verdaderos objetivos son otros, tanto económicos como de autopromoción. Lo suyo, digamos, es una filantropía performática con la que en realidad piensan ganar dinero. Acida mirada a la forma de conducirse de buena parte de Hollywood –y no solo Hollywood, esta idea del greenwashing y sus derivados está en todas partes–, lo que Fielder y compañía retratan con malicia es también a todos los que los rodean y quieren aprovecharse de ellos, incluyendo a los supuestos beneficiarios.

El límite de los productos de Fielder con el humor cruel y la sátira banal que caracteriza a otras series y películas contemporáneas (la obra de la dupla Cohn-Duprat se le asemeja acá más que nunca y también el cine de los hermanos Coen) es muy fino. Y si no se cruzaba en las anteriores producciones era, más que nada, porque el propio Fielder era el principal objeto de las bromas y malicias. Acá ese marco un poco se pierde porque el creador interpreta a un personaje y no a sí mismo o a una versión de sí mismo. Se podrá decir que no hay muchas diferencias entre Asher Siegel y el habitual personaje entre patético y egocéntrico que suele hacer Fielder en sus otros proyectos, pero la distancia que genera la ficción vuelve todo un poco más tradicionalmente satírico. Y LA MALDICION pierde puntos por ese lado.

De todos modos, THE CURSE tiene excelentes observaciones acerca del mundo que retrata y por momentos es muy graciosa en un estilo cringe, pero esa permanente aspereza y distancia irónica con la que presenta a sus criaturas –un poco como en la película TRIANGLE OF SADNESS— la vuelven un tanto reiterativa. En el segundo episodio aparecen artistas «nativos» que hacen obras conceptuales ridículas –obras que Whitney mira obviamente fascinada– y miembros de los pueblos originarios de la zona que no quieren tampoco que el negocio los pase por al lado, a la vez que Asher se pasa de miserable y Whitney lidia en medio de las tensiones entre su intención de ser «noble y amable» y el deseo de hacerse famosa. Dicho de otro modo: él es más directo y evidente con sus egoísmos mientras lo de ella es más disimulado y, finalmente, hipócrita.

De todos modos, conociendo los niveles de delirio a los que suelen arribar los productos de Fielder –los que ya la vieron completa aseguran que eso pasa acá también y si miran esta entrevista que le dio a Jimmy Kimmel entenderán a qué me refiero– quizás THE CURSE termine pegando una serie de giros inesperados, revelando ser mucho más compleja y ambiciosa de lo que parece. Por ahora a mí no termina de convencerme la propuesta, con su humor de parodia televisiva y sus personajes tirando a horribles. Pero en el mundo de Fielder –productor también de la extraordinaria ser HOW TO… WITH JOHN WILSON— todo puede suceder. Quizás a los espectadores nos termine pasando como a algunos pájaros con las ecológicas casas espejadas que Whitney construye y, cuando creemos que sabemos para donde vamos, nos peguemos un golpazo contra nuestro propio reflejo.