Series: reseña de «La mujer en la pared – Episodios 1/2» («The Woman in the Wall»), de Joe Murtagh (Paramount+)
Esta serie policial británica de la BBC transcurre en Irlanda y se centra en las mujeres que fueron víctimas de los abusos que tuvieron lugar en instituciones religiosas. En Paramount+.
Uno de los escándalos religiosos más impactantes de las últimas décadas –que salió a la luz en los años ’90 pero que sigue generando revelaciones y disculpas oficiales hasta la actualidad– es el de las llamadas «Lavanderías de la Magdalena«, en Irlanda, instituciones católicas cuya misión aparente, desde el siglo XVIII, era la de albergar a las llamadas «mujeres caídas», nombre espantoso con el que se denominaba a chicas que habían sido madres solteras, abusadas o consideradas problemáticas por sus familias, quienes las confinaban en estos conventos. Y allí quedaban de por vida, esclavizadas a hacer tareas de limpieza de ropa (uno de los modos de financiación de estos asilos) sin remuneración alguna. Y las que llegaban con bebés o embarazadas eran puestas en «casas para madres y bebés» y luego desconocían qué pasaba con sus hijos, que en muchos casos eran entregados en adopción sin su consentimiento.
Esa durísima historia que tuvo a más de 30 mil mujeres irlandesas como víctimas a lo largo de los siglos, es la que da marco y conforma el eje narrativo principal de LA MUJER EN LA PARED, un thriller policial que utiliza los mecanismos del género para contar parte de esa saga. A partir de la historia de una mujer traumada por su paso, siendo adolescente, por uno de esos conventos –y por la desaparición de su bebé allí, cuyo paradero desconoce–, esta serie británica de la BBC va intentando mostrar no solo el funcionamiento de esas instituciones sino cómo involucraban a otros poderes políticos y sociales.
Sin embargo, Murtagh prefiere ir más que nada por el lado del misterio policial (si bien el contexto temático es real, el caso que se cuenta es de ficción), tejiendo una complicada red de pistas falsas, sospechosos ambiguos, crímenes que pueden ser o no ciertos y otra serie de enredos y confusiones que distraen demasiado del eje central. Si bien el foco en el costado traumático de la experiencia en este tipo de conventos tiene su lógica, da la impresión de que aquí se usa más como truco narrativo para despistar y confundir a los espectadores que otra cosa.
La protagonista se llama Lorna Brady (Ruth Wilson, la actriz británica de THE AFFAIR y LUTHER) y es una mujer huraña y visiblemente perturbada que vive en el pequeño pueblo de Kilkinure, una aldea ficticia ubicada no lejos de Dublin. Lorna es sonámbula y eso la lleva a no tener muy en claro qué cosas hace en esos momentos. Y la serie empieza con ella tirada en medio de una ruta, con la ropa ensangrentada y rodeada de vacas. La mujer es un poco una paria en el pueblo –muchos la consideran la «loca» del lugar–, por su personalidad hosca y sus comportamientos extraños. Pero no es la única que sufre las consecuencias traumáticas de su paso por uno de estos asilos. Es, sí, la que lo muestra de modo más evidente y dramático.
Dos supuestos crímenes dispararán la investigación que irá abriendo puertas a espantosos hechos del pasado. Por un lado, el Padre Percy aparece aparentemente asesinado en su hogar en Dublin. Y la investigación del caso, conducida por el joven Detective Colman Akande (Daryl McCormack, de BUENA SUERTE, LEO GRANDE), lo lleva a Kilkinure, donde parecen haber ido él, la o los asesinos del cura. No casualmente –nada es casual acá–, el Detective conocía al cura fallecido, conexión que se develará en el segundo episodio. Uniéndose a un jefe de policía local que tiene aspecto de ser poco eficiente o de ocultar algo, Akande se pone a investigar. Y Lorna no tarda en aparecer como una potencial sospechosa.
Pero Lorna parece ser la culpable de otro crimen, que puede o no estar conectado con el del cura. Una mujer que se comunicó con ella diciéndole que sabía qué había pasado con su bebé aparece muerta en su casa, sin que Lorna sepa qué pasó, por esto del sonambulismo o por haber bebido demasiado. Lo cierto es que, al ver el cadáver allí, la mujer no tiene mejor idea que darle el título a la serie. Esto es: esconde el cadáver detrás de una pared que rompe en su propia casa. Y a esa mujer –que claramente estaba ligada a la historia de las Magdalenas– también la buscarán. ¿Pero fue Lorna quién la mató o hay otra historia escondiéndose por detrás de las paredes?
En medio de todas estas tramas policiales está el drama central. Varias mujeres del pueblo buscan justicia por lo que les hicieron a ellas –grupo en el que Lorna no participa del todo por motivos que se irán viendo– y se reúnen con organizaciones que deberían ayudarlas a conseguirla. A partir de esas reuniones y de otros encuentros van surgiendo flashbacks que nos permiten ver cómo era la vida de estas «mujeres caídas» esclavizadas en esos conventos, maltratadas, forzadas a convertirse en delatoras y hoy convertidas en traumadas sobrevivientes.
La historia que cuenta la serie es densa y compleja, algo que se siente a cada paso de los dos primeros episodios (Nota: el primero ya está disponible en Paramount+, los cinco restantes se estrenarán semanalmente), pero el peso de la trama policial por momentos se vuelve agobiante, ya que lleva a los protagonistas (en especial a Wilson) a entrar en un territorio más propio del cine de terror, con pesadillas, confusiones y una excesiva cantidad de enredos cuya plausibilidad pierde fuerza con el correr de los minutos. Solo basta ver algunas escenas «policiales» de los primeros episodios para darse cuenta que el fuerte de la serie no pasa por ahí.
Si el espectador tiene la paciencia o una credibilidad lo suficientemente amplia para entrar en el juego de pistas falsas y de «¿esto es real o es imaginario?» que propone la serie, utilizando el trauma de la protagonista como justificación, seguramente entrará en el código que aquí se propone. Los que, como yo, prefieren que los giros narrativos no se «traguen» el concepto de la serie –ni hagan un uso manipulador de él–, sentirán que las vueltas de tuerca son excesivas. El tema de los abusos de las instituciones religiosas, en Irlanda y en otros lados, es de por sí complicado y brutal como para enredarlo con trucos y trampas innecesarias de escuela de guión. Por suerte, pese a todos esos giros, la sensación de crueldad ejercida por esa institución se transmite. Es un trauma que permanecerá por generaciones.