Berlinale 2024: crítica de «Betânia», de Marcelo Botta (Panorama)

Berlinale 2024: crítica de «Betânia», de Marcelo Botta (Panorama)

por - cine, Críticas, Festivales
19 Feb, 2024 07:43 | Sin comentarios

Esta película de ficción con elementos de documental se centra en los conflictos de una familia que vive en la zona turística de las «lençóis maranhenses» del nordeste brasileño.

Ubicadas en el nordeste brasileño, más precisamente en el estado de Maranhao, las llamadas «lençóis maranhenses» son un fenómeno geográfico y un atractivo turístico famoso de la región: una aparentemente interminable serie de blancas dunas que transforman a esa zona en algo parecido al desierto de Sahara, solo que salpicado por pequeñas lagunas que se forman y, por supuesto, el cercano Océano Atlántico. Es allí donde transcurre BETÂNIA, la película de Marcelo Botta cuyo título hace referencia tanto a la protagonista del film, que así se llama, como a un pequeño pueblo ubicado en el borde de ese parque nacional, al que también sirve como punto de acceso.

La coincidencia no es casual: así le pusieron de nombre a la mujer porque allí nació, solo que de pasada. En realidad vive en Ponta do Mangue, también cercano al parque, pero a unas tres horas de ese lugar, y mucho más agreste. En algún punto, lo más interesante que tiene el film de Botta es su carácter más documental, cuando se ocupa de pintar el lugar, a sus personajes (todos con aspecto de ser actores no profesionales), con sus costumbres y tradiciones (las teatrales/musicales como el bumba meu boi), sus comidas (pescado, más que nada, y casi siempre frito), sus bebidas típicas (el clásico «tiquira«) y el reggae, que es el ritmo maranhense por excelencia, con sus cultores locales —si bien muchos cantan en inglés— con sus particulares covers de éxitos internacionales.

Ese aspecto documental le da a BETÂNIA un tono observacional que por momentos hasta se acerca al musical, ya que Botta deja muchos momentos en los que los personajes cantan, improvisan y se comunican a través de las canciones. En el medio de ese retrato de la zona –que conocí en 2018 y al ver este film reviví la experiencia– va apareciendo un drama familiar, la historia de esta mujer que a los 65 años y tras la muerte de su marido, decide regresar a su pueblo, en el que muchos miembros de su familia extendida y amigos viven, incluyendo a hijas, un yerno, una sobrina, un nieto y así.

La historia un poco más «ficcional» (o claramente más armada) se irá subdiviendo en bloques. Por un lado, lo ligado a la mudanza y la adaptación de la enérgica y tozuda protagonista –que viene de un par de pérdidas–, por otro la relación de una de sus familiares con la iglesia evangelista y con una hija «rebelde» que está en el polo opuesto al suyo (va a fiestas, sale con chicas, es lo que su madre considera una «pecadora») y en el medio lo que le pasa a Tonho, un improvisado guía turístico para los miles de extranjeros que vienen queriendo explorar la zona, y a su hijo Antonio Junior, que se cambia de escuela por la mudanza. En medio de todo eso, los problemas con la electricidad, con internet y con algunos caprichosos turistas europeos.

En algún punto, los hilos ficcionales de la historia son los más tenues, actúan solo como conectores entre los momentos más claramente reales que se ven en la película y en la que los protagonistas y el mundo que los rodea queda retratados a la perfección ante las cámaras. Quizás un documental puro y duro podría haber funcionado mejor, pero Botta ya experimentó en ese formato para una serie de TV sobre viajes. De todos modos lo que los momentos de ficción permiten es trazar lazos humanos y familiares que le otorgan a BETÂNIA algunos momentos de humor y otros de sentida emoción. Es que los personajes, sean «reales» o no, tienen una historia por detrás, con sus alegrías y tristezas. Lo mismo que el lugar que habitan. No es casual que las personas y los pueblos, entonces, lleven el mismo nombre.