Berlinale 2024: crítica de «Comme le feu» («Who By Fire»), de Philippe Lesage (Generation)
En este drama franco-canadiense, dos amigos que se dedican al cine se reúnen para pasar unos días en familia en un lugar paradisíaco, pero una vez allí las cosas se complican.
El paseo, la reunión, la aventura puede parecer promisoria pero, a la vez, potencialmente problemática. Se ve desde el inicio mismo, en las bromas un tanto pesadas que un padre le hace a su hija y un amigo le hace a otro. En otras circunstancias, estos pequeños chistes pueden quedar como algo circunstancial y nada más, pero el tono que trae COMME LE FEU desde el inicio presagia que no es ese el plan que tiene Lesage con sus personajes en esta, su más reciente película.
COMME LE FEU es una película que cuenta unas vacaciones un tanto tensas y, con sus 160 minutos de duración, se da el gusto de darle dos giros más a lo que de movida ya adivinamos. Hasta cierto punto –y como pasa en varias películas del director canadiense de GENESIS— la película podría tomarse tal como viene: contar lo que pasa en una vacación en una cabaña en un bosque en donde se reúnen dos amigos, sus hijos y algunas personas más. Llegado cierto punto, la historia se desvía de su narrativa central para ofrecer unos giros un tanto más inesperados en lo narrativo y también en lo que respecta a su tono, alejándose bastante del realismo inicial.
Todo arranca con un auto yendo por la ruta, en medio del bosque. Allí van Albert (Paul Ahmarani), un guionista de cine, con su hija Aliosha (Aurélia Arandi-Longpré) y su hijo Max (Antoine Marchand-Gagnon), ambos adolescentes. Max ha invitado también a un amigo suyo, Jeff (Noah Parker), a pasar unos días en la casa de Blake Cadieux (Arieh Worthalter), un muy famoso director de cine que Jeff admira y que solía trabajar con Albert, antes de tomar caminos separados en lo profesional. Blake los espera en una avioneta y llegan a la casa así. Saludos con amigos del dueño y con Millie (Sophie Desmarais), reparto de cuartos, y todo parece estar armado para una vacación de ensueño.
De a poco, sin embargo, empezarán a surgir algunas tensiones. Primero, entre Blake y Albert, cuya amistad tiene algunos puntos oscuros e irresueltos que no han conversado lo suficiente y que salen a la luz en una larga escena –filmada en un solo plano; no es la única– en la que todos comen y beben de más, por lo que las agresiones y cuentas pendientes no tardan en revolearse. Pero aún más importante para la historia es lo que sucede luego. Cuando se van a dormir, Jeff ve a Aliosha en ropa interior y Max no tiene mejor idea que decirle a su amigo que su hermana es una «obsesiva del sexo» y que ve porno sadomasoquista. Para Jeff, que ya la miraba con interés, el dato es una revelación, casi un llamado a la acción. Algo que hará, torpemente, sin obtener los resultados deseados. Y reaccionando mal, muy mal.
Este es solo el inicio de una serie de molestias, incomodidades, conatos de violencia y reconciliaciones entre el grupo, al que luego se sumará una pareja francesa (los célebres Irene Jacob y Laurent Lucas, interpretando versiones de sí mismos, como actores de las películas de Blake) que será testigo y quizás algo más del creciente caos que los rodea. Es que además de las tensiones entre el cineasta y su guionista –que se pelean por su historia, por su presente y hasta por quien sirve los mejores vinos, siempre con bromas pesadas de por medio–, a Jeff no le sienta nada bien ver que Aliosha actúe sensualmente con Blake. En un momento todos saldrán al río a hacer rafting y, entre las tensiones y peligros, Lesage decidirá pegar un giro un tanto lateral que desacomodará a los que están metidos en el minuto a minuto de la historia.
Si bien la decisión de romper en más de un sentido el relato puede parecer un poco extemporánea, a la vez es una característica del director, algo a lo que nos tiene acostumbrados y que se presta a diversas interpretaciones. Más allá de esos giros a mi gusto un tanto excesivos, WHO BY FIRE (no, la clásica canción de Leonard Cohen no aparece aquí, pero hay dos grandes momentos musicales, uno festivo y alcoholizado con esta canción y otro más melancólico y muy original en lo formal, con esta otra) funciona como un extraño coming-of-age, una mezcla de choque generacional con drama de «vacaciones infernales» en las que las tensiones empiezan por lo laboral y lo sexual, y no tardan en volverse violentas. O al menos eso parece. Como muchas vacaciones grupales, todas empiezan maravillosamente bien, pero algunas terminan un poco –o bastante– peor.