Berlinale 2024: crítica de «Young Hearts» («Junge Herzen»), de  Anthony Schatteman (Generation)

Berlinale 2024: crítica de «Young Hearts» («Junge Herzen»), de  Anthony Schatteman (Generation)

por - cine, Críticas, Festivales
18 Feb, 2024 09:48 | Sin comentarios

En este relato de crecimiento, un chico de 14 años se descubre fascinado por un vecino que se acaba de mudar a la ciudad, descubriendo su sexualidad en el camino.

La sección Generation de la Berlinale puede tener como aparente objetivo mostrar películas protagonizadas por jóvenes y pensadas para un público también menor de edad, pero sus propuestas no son necesariamente infantiles. Dependiendo de cual sea el programa de la sección en el que una película se encuentre, cambian sus temáticas, las edades de sus protagonistas y hasta su dificultad formal. El caso de YOUNG HEARTS es curioso en ese sentido. Formalmente es la más convencional de las películas, una que bien podría formar parte de la programación de Netflix. Su tema, sin embargo, puede ser un tanto más desafiante para los espectadores más conservadores, ya que cuenta el romance entre dos chicos que rondan los 13, 14 años.

La Berlinale, en ese sentido, es extraordinariamente progresista (me imagino que si esta película se da aquí en un festival para niños habría algún tipo de controversia y más aún en el contexto político actual) y no hay nada radical ni cuestionable en este film que celebra, de una manera un tanto ñoña pero igualmente noble, una incipiente historia de amor juvenil que tiene más en común con películas como MELODY que con cualquier cosa potencialmente escandalosa.

Nada de eso hay aquí. Es la historia de Elias (Lou Goossens), un chico que va a la escuela secundaria en un pequeño pueblo de la parte flamenca de Bélgica. Su padre es un cantante pop un tanto patético pero simpático, su madre lo adora y tiene un abuelo «copado» que parece sacado de un dibujo animado por su amabilidad y comprensión de todo lo que le pasa a su nieto. Elias tiene novia también y un grupo de amigos inseparable en la escuela. Una vida en apariencia perfecta.

Pero su inestabilidad emocional se desata cuando se muda a la casa de al lado Alexander (Marius De Saeger), un chico de su misma edad que vivía en Bruselas. Alexander va a la escuela con Elias y se hace rápidamente amigo de él y de su crew. El chico se maneja con confianza y seguridad por lo que rápidamente es aceptado por el grupo. Le gusta a las chicas –que lo miran embobadas– pero en un paseo en bicicleta por el bosque al que va con Elias, y en el que se ponen a hablar del amor, Alex le cuenta que estuvo enamorado ya… y de un chico.

Elias registra el dato sin sorpresa alguna, pero rápidamente se da cuenta que en sus salidas juntos empiezan a pasarle cosas. Los bullys de la escuela empiezan a burlarse de ellos y en uno de sus tantas idílicos paseos por la campaña y el río se besan. Para Elias es un shock: le fascina pero le preocupa y angustia. Y si bien su familia tiene todo el aspecto de poder lidiar con su conflicto –más allá de que su padre esté en su propia tontería musical–, el chico se mete para adentro y empieza a actuar de manera impulsiva y preocupante con sus padres, su «novia» y con el propio Alex al que rechaza, margina y hasta agrede.

Así como CLOSE, de Lukas Dhont –otra película belga que trataba una relación parecida en lo que respecta a temática, tensiones y locación– llevaba el drama de una situación así a una zona por demás oscura, YOUNG HEARTS se mantiene todo el tiempo dentro del formato de film familiar. Lo central aquí son las previsibles complicaciones y miedos que se le presentan a Elias a partir de sus sentimientos y los trillados problemas en los que, como todo adolescente impulsivo en el 90 por ciento del cine contemporáneo, se mete al no poder expresar qué es lo que le pasa.

Pero siendo casi un cuento de hadas, uno sabe que nada puede salir del todo mal en una película así. Es casi lo opuesto, en ese sentido, a la película de Dhont, quizás un intento de correctivo por la positiva: estar enamorado de otro chico a esa edad puede tener sus complicaciones –en este caso más autogeneradas que otra cosa– pero no tiene nada de grave, raro o difícil, especialmente si se tiene una familia adorable como la que los protagonistas tienen. Así, todo es bastante sencillo.