Estrenos: crítica de «Vidas pasadas» («Past Lives»), de Celine Song
Una mujer coreana radicada en los Estados Unidos se conecta virtualmente con un viejo amigo de la infancia en este drama romántico que pasó por el Festival de Sundance.
Tras su exitoso paso por el Festival de Sundance, en el que fue elegida por la crítica como una de las mejores películas de ese festival, PAST LIVES llegó a la competencia de la Berlinale cargada, un poco, de esa expectativa. Por lo general, eso suele ser un problema ya que raramente los films están a la altura de lo que se dice de ellos. En el caso de la ópera prima de Celine Song eso no sucede. O, al menos, no del todo. Es una historia de amor(es), de distancias y de migraciones que es emotiva y genuina ya que logra hablar de ciertos temas relevantes sin dejar de lado el eje romántico central, pero sin depender enteramente de él. Quizás no sea esa gran película del año de la que todos hablan, pero eso no desmerece en ningún sentido la propuesta.
Todo empieza con una imagen. Hay tres personas en un bar, conversando. Alguien a quien no vemos le pregunta a otro –le pregunta al espectador, indirectamente– cuál cree que es la relación entre los tres. Allí hay una mujer asiática (coreana, sabremos luego) que está sentada al lado de un hombre “blanco” mientras habla con otro hombre, coreano también, ligeramente separado de ambos. ¿Qué historia cuenta esa imagen? Todos nos hemos hecho más de una vez esa pregunta al observar gente caminando o reunida en algún lugar. ¿Quiénes son? ¿Qué hacen? ¿Qué relación tienen entre ellos? Aquí, amigos, la respuesta es bastante más complicada de lo que parece.
Rápidamente la historia retrocede 24 años, a fines del siglo XX. Estamos en Corea y dos niños de unos doce años, muy amigos, compiten por ver quién es el mejor en el colegio. De a poco parece ir formándose una especie de inocente romance entre ambos, pero hay un problema. Nora –que en ese entonces no se llamaba así, sino Na Young– está por emigrar con su familia a los Estados Unidos y Hae Sung se quedará en Corea. La separación es dolorosa, pero ambos chicos parecen aceptarla con una mezcla de pudor e hidalguía. El sufrimiento se siente, pero no se nota.
La película recupera a la ahora sí llamada legalmente Nora (Greta Lee), ya de veintitantos y completamente asimilada a su nuevo país. Vive y trabaja como escritora en Nueva York y tiene mínimo contacto con su historia previa. De hecho, dice, solo habla en coreano con su madre. Pero un día recibe un mensaje en Facebook de Hae Sung (Teo Yoo), quien finalmente logró dar con ella tras buscarla sin suerte usando su viejo nombre. Curiosa por el reencuentro virtual, Nora le contesta, quedan en hacer una videollamada y, tras ponerse al día y superar la extrañeza inicial, pronto están cruzándose vía Skype como si el tiempo no hubiese pasado. Es claro que hay algo más que amistad ahí, pero es complicado pasar a otro tipo de relación: ninguno de los dos puede, por distintos motivos, irse del lugar en el que está. Y quizás tampoco quieren.
Lo que sucederá después en este película producida por el sello de moda A24 será mejor que lo vayan descubriendo de a poco. Tendrá que ver con la aparición en la vida de Nora de ese otro hombre de la escena inicial, un tal Arthur (John Magaro), y de cómo eso dificulta, complica y enreda la relación virtual que ella tiene con su amigo de la infancia. Pasarán otros doce años hasta llegar al presente, las vidas de todos ellos seguirán cambiando, pero en algún momento se presentará la posibilidad de un reencuentro. ¿Qué hará Nora ante esa potencial situación? ¿Y Arthur?
Una película romántica con un aroma lejano a la saga DESPUES DEL AMANECER, de Richard Linklater, pero con un fuerte acento puesto en la distancia ligada a las migraciones, a los cambios culturales y de lenguaje, VIDAS PASADAS logra hablar del paso del tiempo pero también del exilio y de aquello que permanece en nuestros presentes de esas “vidas pasadas” que tuvimos. La fantasía de reencontrarse con aquel novio o novia de la adolescencia que uno dejó de ver y perdió el rastro, el dolor de darse cuenta (o no) que la oportunidad pasó y no se puede recuperar, el de preguntarse también si vale la pena hacerlo. Temas que poblaron la mente de muchos cuando aparecieron redes como Facebook y todo el mundo parecía querer (y poder) reencontrarse con amigos que habían perdido de vista. Algunos lo hicieron. Este es uno de esos casos, inspirado en una experiencia de la directora.
Hablada en inglés y en coreano, la película juega con el concepto de in-yun, una idea similar a la de las “almas gemelas” que asegura que hay gente destinada a estar junta si es que sus almas se cruzaron algunas veces en el pasado. Nora cree que es pura superchería (“cosas que los coreanos dicen para seducir”), pero de algún modo ese concepto metafísico parece prever algo más “real” como los algoritmos y los datos que se cruzan online y que, efectivamente, acercan entre sí a personas que pudieron, de algún modo u otro, haberse cruzado antes o tener cosas en común. Y ese rara similitud entre algo cósmico y algo digital combinan en este drama romántico que no siempre avanza por los caminos más previsibles.
Hay otro eje aquí que altera el clásico motivo de plantearse si es posible o no retomar una vieja historia de amor (concretada o no), y es el de la migración. Nora ya no es la que era, su vida es otra, su pasado en Corea es un recuerdo cada vez más difuso y Hae Sung, de algún modo, conecta con ella desde ahí y solo desde ahí, mientras que Arthur, por su parte, desconoce esa parte de la historia y él solo la conoce con esa nueva identidad, que es la misma pero no. Esa dualidad que vive el personaje con respecto a quién es influye también en su modo de actuar y de pensarse a sí misma. Y no solamente con los hombres que la rodean.
Y el que quizás sea el aporte más inteligente de PAST LIVES a este tipo de historias sobre chicas o chicos tironeados entre dos posibles relaciones, es que aquí no hay una elección clara ni evidente. La película evita el facilismo de pintar a Arthur como un villano o un impedimento en la vida de Nora. Y sucede lo mismo con Hae Sung, que claramente adora a su noviecita de la infancia, pero entiende también que su vida es ahora otra y que ya no es la misma persona. Al plantear la situación en ese terreno, Song trasciende las fronteras de la «película de amor» y logra armar un retrato realista y creíble de la vida o, mejor dicho, las vidas de una persona.
Crítica escrita originalmente durante la Berlinale 2023
Corrección constructiva: la película de Linklater es «Antes de atardecer», no «Después».