Estrenos online: crítica de «Orion y la oscuridad» («Orion and the Dark»), de Sean Charmatz (Netflix)
Esta película de animación con guión de Charlie Kaufman («¿Quieres ser John Malkovich?») se centra en un chico que le teme a casi todo y su encuentro con un personaje que trata de ayudarlo a superar sus miedos. Estreno de Netflix: 2 de febrero.
Tal vez no sea la mejor idea poner el destino del mundo en manos de un chico de once años con ansiedad severa«, dice Orion, el protagonista de este film de animación, en un momento clave de la historia. La frase puede sonar un tanto excesiva o fuera de contexto en una película que se presenta como para niños. Pero si uno sabe que ORION AND THE DARK es un film escrito por Charlie Kaufman, el autor de ETERNAL SUNSHINE OF THE SPOTLESS MIND, EL LADRON DE ORQUIDEAS y ¿QUIERES SER JOHN MALKOVICH? se dará cuenta que le cabe a la perfección a la manera de pensar el mundo del guionista y director.
Kaufman adapta aquí un libro ilustrado infantil de Emma Yarlett a su forma de ver el mundo –o quizás ambos coinciden–, llena de ansiedad, paranoia y muy precisos y escabrosos temores. Como una versión infantil del protagonista de SYNECDOCHE, NEW YORK, Orion es un chico más temeroso que el común de los niños. Le tiene, literalmente, miedo a todo. Y en la voz en off que arranca la película, el chico describe temores que pueden ser bastante generales (hablarle a una chica que le gusta, al chico que le hace bullying, a la muerte) o muy específicos, como responder preguntas en clase aún sabiendo las respuestas, las probabilidades de que el transporte escolar tenga un accidente, arañas gigantes y cosas así.
Pero a lo que más le teme Orion (con la voz, en el original, de Jacob Tremblay) es a la oscuridad. Necesita que sus padres le sigan leyendo «historias para dormir» que sean muy largas (su libro favorito para eso es INFINITE JEST, de David Foster Wallace, que tiene más de mil páginas) y que dejen la puerta abierta para que entre la luz. Pero una noche se corta la electricidad y nada puede calmar su angustia. El que aparece, agotado de tanto grito y temor, es la Oscuridad en sí, una versión «humanizada» de la noche con el vozarrón de Paul Walter Hauser. Para la Oscuridad, el tal Orion es un incordio importante. Y se propone ayudarlo a superar ese temor.
¿Cómo? Llevándolo con él en sus tareas, bueno, nocturnas, que tienen una serie de particularidades. Oscuridad trabaja con un grupo de colegas que colaboran con él para manejar ciertos asuntos que se desarrollan a lo largo de la noche. Como en una versión en pequeño de INTENSA-MENTE, sus colaboradores aquí responden al nombre de Sueño, Silencio, Insomnio, Ruidos inexplicables y Dulces Sueños, cada uno con particulares misiones y formas llamativas de llevarlas a cabo. Y el recorrido uno lo podría adivinar. Pero con Kaufman de por medio, no solo habrá sorpresas narrativas, sino que la propia lógica del cuento quedará en evidencia… ya verán cómo.
El aporte del guionista es fundamental para sacar a una historia que, en manos de escritores con menos talento o más esquemáticos, podría ser bastante tradicional. Lo dice hasta un personaje en un momento, dándose cuenta del objetivo de la historia y explicando todo lo que tiene que suceder para que Orion supere su temor a la oscuridad. De estos giros autoconscientes o meta-narrativos hay varios y le dan un plus fundamental a la película, otorgándole no solo algunas bromas que solo captarán los adultos (la voz de Werner Herzog narrando un par de secuencias es genial, pero solo la disfrutarán viéndola en idioma original), sino un núcleo emocional que golpeará fuerte sobre el final, a la manera de las mejores películas de los buenos años de Pixar.
Por momentos, es cierto, algunas ideas que Kaufman desarrolla pueden ser un poco ásperas para los niños más pequeños (no es una película para los chicos más chicos, sino para mayores de 8-9 años), pero nada que no aparezca en muchas películas de animación japonesas, como las de Hayao Miyazaki. Lo que ORION Y LA OSCURIDAD no tiene –especialmente si se las compara con las de Ghibli– es un despliegue o creatividad visual a la altura del ingenio de los diálogos. Es una película chica y se las rebusca lo mejor que puede con claros límites presupuestarios.
Pero más allá de algunas ideas inquietantes, ORION… no es un film solo para adultos, como lo era ANOMALISA, otra película de animación que Kaufman escribió y codirigió. Sigue siendo un relato de aventuras gracioso y tierno, con los dos protagonistas y su excéntrico grupito de colaboradores recorriendo el planeta, haciendo dormir (o no) a la gente y enfrentándose a ese eterno rival que es la Luz. La película cuela ahí de un modo noble pero un tanto forzado algunos mensajes ambientalistas acerca del balance entre luz y oscuridad –tema que se aplica a prácticamente todo– para llegar a una conclusión tan dulce como emotiva. Una muy grata sorpresa en la cartelera de Netflix.