Festivales: crítica de «O corno», de Jaione Camborda (Punta del Este)
Tras una difícil situación, una mujer que trabaja como partera en una isla de Galicia, debe huir del lugar y escaparse a Portugal. Ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián.
Dura, seca y áspera, como una jornada de trabajo en esos campos desangelados de algún pueblo de Galicia –aquí todo transcurre en la Isla de Arousa–, O CORNO es una película árida, terrenal, parece surgir de las entrañas de la tierra. La primera escena, un largo y doloroso parto, pinta a la perfección la propuesta. No será un film para estómagos delicados ni gente apresurada. Aquí hay transpiración, gritos, el cuerpo duele y no hay lugar para sonrisas ni entusiasmos. Ser madre no es fácil. Y no serlo quizás lo sea más.
Ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, la película de Jaione Camborda podría unirse, a simple vista, a esta suerte de moda del reciente cine español –especialmente el dirigido por mujeres– que involucra una vuelta al campo, un regreso a la naturaleza. Pero, si se la mira bien, la propuesta es muy distinta y tiene más del cine de los ’70 que es la época que retrata. Un cine en el que la naturaleza no tiene nada de romántica –y poco de atractiva– y sobrevivir allí puede costar la vida. Especialmente si se es una mujer.
Si bien puede parecer que la protagonista será Carmen, la mujer que está pariendo, en realidad la historia seguirá más que nada a María (Janet Novás), la partera de ese parto natural y angustiante. Carmen tiene una hija llamada Luisa (Carla Rivas), que sueña con ser atleta (corre muy rápido) y que tiene un novio con el que tiene su primera relación sexual, algo que la película deja entender con un hilito de sangre. Como a veces sucede en estos casos Luisa queda embarazada y, como no quiere tener al bebé, recurre en secreto a los servicios de María, que sabe de esto de hacer abortos.
María se niega, pero Luisa la amenaza con hacérselo ella misma, por lo que termina accediendo. Las cosas, nos enteraremos poco después, no salen bien y pronto se comenta que el pueblo está buscando a María para culparla. Y al enterarse a la mujer no le queda otra que meter unas cosas en un bolso y huir de allí en un viaje complicado con destino a Portugal, donde piensa construir algo así como una nueva vida.
No es mucho, en términos narrativos, lo que O CORNO tiene para contar. Sus escenas son extensas, sus silencios son largos, sus tiempos medidos. No es que el film, que tiene una gran dirección de fotografía de Rui Poças, sea especialmente contemplativo, sino que está a tono con los tiempos y los ritmos del lugar. Por momentos se acerca al tipo de puesta en escena de cineastas como Pedro Costa –hay algo pictórico en los planos y pausado en los movimientos dentro del mismo–, pero mantiene su mano firme dentro de un modelo narrativo más clásico.
O CORNO es una historia sobre la maternidad, sobre la explotación de la mujer y sobre la misoginia en una época, a principios de los ’70, que fue muy dura tanto en España como en Portugal, donde la película transcurre en su último tramo. Allí aparecerán nuevos personajes que, con sus propias historias y problemas, funcionarán como eco y reflejo de lo vivido por María, agregándole aún otros elementos nuevos. Y allí cobrará aún más fuerza el tema de la sororidad y los lazos de supervivencia entre mujeres en la época del franquismo.
Camborda no pinta a María necesariamente como una víctima, sino como una sobreviviente. Una mujer seca y de pocas palabras –a veces es difícil saber qué piensa ante las distintas situaciones que tiene que enfrentar, más bien actúa– que hace lo que debe hacer para sobrevivir, sin mirar atrás ni victimizarse. El mundo (masculino) la ha puesto en ese lugar y ella se activa a través de la necesidad. Y avanza gracias a la resiliencia.