Series: reseña de «La paradoja del asesino» («A Killer Paradox»), de Lee Chang-hee y Kim Da-min (Netflix)

Series: reseña de «La paradoja del asesino» («A Killer Paradox»), de Lee Chang-hee y Kim Da-min (Netflix)

Un joven tímido e inocente mata accidentalmente a un hombre sin saber que era un peligroso asesino buscado por la policía. Y así comienza una serie de asesinatos en plan justiciero. Desde el 9 de febrero en Netflix.

Un viejo modelo de chistes, al menos mi época, comenzaba con la siguiente estructura: «¿Cuál es el colmo de un…?«, seguido por algún tipo de profesión o característica personal. El chiste será antiguo y fuera de uso pero bien puede aplicarse para explicar el punto de partida de la trama de LA PARADOJA DEL ASESINO. El chiste aquí sería algo así como: «¿Cuál es el colmo/paradoja de un asesino? Matar a gente que merecía igual morir». Eso es lo que le pasa a Lee Tang (Choi Woo-shik, el actor que interpreta al «profesor de inglés» en PARASITOS), un aparentemente timorato joven que empieza a verse enredado, inicialmente de modo casual, en una serie de crímenes que, la policía sospecha, podrían ser obra de un asesino serial.

Pero no es así. O no lo parece. Defendiéndose de una agresión, Tang mata accidentalmente a un borracho que estuvo bebiendo con un amigo y comportándose agresivamente en la entrada del supermercadito en el que atiende. El fallecimiento del hombre despierta la atención de la policía local, especialmente de Jang Nan-gam (Son Suk-ku, THE ROUNDUP), que sospecha del chico pero no tiene ninguna evidencia para culparlo. Todo, además, tiene el aspecto de ser producto de una pelea entre los dos borrachos (que lo fue, al menos en parte) y, cuando averiguan cosas de la vida del muerto, se dan cuenta que el tipo era un asesino en serie que se había cambiado el nombre y escapado.

Esa será la primera de las coincidencias que persiguen al atribulado y confundido Lee Tang. Habrá una testigo que lo vio cometer ese crimen y que lo chantajea, pero pronto quedará claro que la mujer también tenía un pasado violento. Y algo parecido sucederá con dos amigos que circulan por la zona, se enredan en el caso y se devela zonas oscuras de su pasado. ¿A qué se debe que el protagonista termine metiéndose con personas cuya muerte, digamos, no sería lamentada por (casi) nadie? Además de falta de pruebas, esa suerte de «justicia divina» hace que la policía no investigue lo suficiente. Salvo Nan-gam, que se da cuenta que algo raro está pasando.

Así THE KILLER PARADOX se irá yendo hacia zonas un tanto más enredadas, conectándose con otros personajes que se relacionan a su manera con el crimen, tanto desde la investigación como desde el mundo de los llamados «vigilantes», personas que creen en la justicia por mano propia. ¿Tendrá algo que ver el protagonista con ellos? ¿O se conectarán con él al suponer que es uno de los suyos y que opera por esos motivos y no por casualidad o por una serie de circunstancias fortuitas? Todo lleva a una pregunta extra: ¿qué pasa si el atemorizado y culposo Lee del principio de golpe se da cuenta que le gusta esto de convertirse en un émulo de Batman?

Adaptada de un webtoon popular en Corea y dirigida por el realizador de THE VANISHED, la serie va y viene entre escenas de una violencia bastante brutal o otras que juegan al borde de la parodia. El guión cruza constantes flashbacks que develan cosas del pasado de los personajes, momentos de los crímenes que al revelarse en forma completa cambian de sentido y mete en el medio escenas que el protagonista imagina pero no vive. Ese ir y venir en el tiempo puede llegar a generar confusiones, pero el sistema es bastante claro una vez que uno lo entiende.

Sin ponerse discursiva ni nada parecido, LA PARADOJA DEL ASESINO se mete a analizar el omnipresente mundo de las agresiones online (redes sociales, chats grupales, etcétera) y de las personas que operan desde ahí a veces sin darse cuenta de las diferencias entre lo virtual y lo real. Pero en el fondo es un juego de gato y ratón (o «gatos y ratones») entre un policía obsesivo pero confundido y un asesino que empieza a darse cuenta que eso de matar a personas a las que (casi) nadie extrañará, no le disgusta tanto.