Series: reseña de «Tokyo Vice – Temporada 2», de J.T. Rogers (HBO Max)

Series: reseña de «Tokyo Vice – Temporada 2», de J.T. Rogers (HBO Max)

En su segunda temporada, la serie centrada en las historias de un periodista estadounidense en Japón se mete a fondo en el mundo de los yakuza. Con Ansel Elgort, Ken Watanabe, Show Kasamatsu y Rachel Keller. Desde el 8 de febrero por HBO Max.

El concepto con el que se «vendió» comercialmente TOKYO VICE ya ha quedado de lado. Y quizás sea para bien. Es que al principio, la serie basada en las memorias de un periodista estadounidense viviendo en Tokio y metiéndose en tensas situaciones policiales con los yakuza (la mafia organizada de ese país), se presentó como si fuera una versión de MIAMI VICE en Japón, con el nombre de Michael Mann adosado como productor y director del primer episodio de la primera temporada. Mann ya es solo un recuerdo (figura como productor ejecutivo, como muchos otros, para cobrar sus lógicas regalías) pero ya no es necesario comparar una serie con la otra ni pensar cómo se relacionan con su cine ya que, convengamos, la comparación sería odiosa.

TOKYO VICE es una serie valiosa por sí misma y en la segunda temporada parece haberse asentado en sus temas más interesantes, dejando un poco de lado cierta premura típica de un producto que tiene que impactar y conseguir espectadores rápidamente. La primera temporada abusó del recurso de «la chica en peligro» y construyó casi toda su trama a partir de ese repetitivo esquema. La segunda hace foco en el conjunto. Esto es: la complicada relación entre la policía, la prensa, las autoridades, los yakuza y entre las diferentes facciones mafiosas. Esto puede tornar a la temporada un tanto más densa, pero es mucho más rica en cuanto a los universos que abre.

La primera temporada ponía el foco en Jake Adelstein (Ansel Elgort), el periodista en cuestión, y en su difícil adaptación a la cultura periodística de ese país, no solo en lo que pasaba con él siendo extranjero (bastante maltratado, convengamos), sino con cómo la prensa se relaciona con la policía y las autoridades. Todo eso estaba de fondo a un clásico esquema de «chica desaparecida» que no terminaba por resolverse del todo en la primera temporada.

Lo que hacen en esta temporada es, en el primer episodio, atar los cabos sueltos y los asuntos no cerrados de la primera, que terminaba con mucha gente golpeada o aparentemente muerta. No contaré los detalles para no spoilear la primera temporada llegado el caso que quieran verla antes de meterse en esta. Ya para el segundo episodio hay un salto temporal de varios meses y nos encontramos con las puntas e inicios de una nueva serie de problemas. De todas maneras, al dar algunos indicios de qué pasa con los principales personajes de la serie es inevitable caer en algunos SPOILERS DE LA PRIMERA TEMPORADA. Así que están avisados.

Jake ya está trabajando a full en el periódico más leído de Japón pero ahora prefiere mantenerse lejos del mundo de los mafiosos, por lo que elige trabajar en una nota ligada a robos de motocicletas en Tokio. Claro que el asunto ese tampoco es sencillo y pronto se dará cuenta que ese universo –lleno de banditas que se dedican a eso– es complicado también. Clave es la diferencia en la vida de Katagiri, el oficial de policía que interpreta el gran Ken Watanabe. El tipo trabajaba con los yakuza intentando negociar con ellos, limar asperezas y tratar de evitar enfrentamientos. Pero ahora tiene una nueva supervisora que avanza en la dirección opuesta: ir a la guerra contra los mafiosos, caiga quien caiga, aunque las calles se llenen de sangre.

Sato (Show Kasamatsu) es un yakuza en crecimiento que ha sobrevivido a un fuerte ataque y ahora se topa con un problema inesperado. Le han puesto arriba suyo a Hayama (Yôsuke Kubozuka), un hombre recién salido de la cárcel, que es todo lo opuesto a él en cuanto a modo de conducirse. Sato priorizaba la negociación y el buen trato, mientras que Hayama es pura agresión y violencia. Además, el tipo conoce al hermano menor de Sato –un chico joven que sabe hacer negocios online– y lo tienta a entrar en el mundo de la mafia y la noche. Sato no quiere ver a su novato hermano metido en ese mundo, pero la seducción es inevitable. Todo esto, en medio del enfrentamiento entre dos bandas pesadas de yakuza de la ciudad, con una de ellas complicada por la misteriosa ausencia de su jefe.

A este relato coral hay que sumarle a Sam (Rachel Keller), quien luego de muchas vueltas y problemas con el dinero que había ahorrado (y le robaron) logra inaugurar su propio bar nocturno de escorts –o damas de compañía– y se ve enredada en negociaciones con los mafiosos, incluyendo a Sato, para que la dejen funcionar de un modo más o menos independiente. Algo que, obviamente, no le será nada fácil. Y estas son solo algunas de las subtramas que se dan a conocer en los primeros episodios de la temporada que fueron adelantados a la prensa, ya que la amplitud panorámica de la historia aparenta ser mayor.

En ese sentido y pese a contar con un grupo creativo en su mayoría occidental, la serie parece mucho más japonesa que antes. No solo en los diálogos –se habla más en ese idioma que en inglés– sino en la manera en la que se entromete en detalles culturales ligados a los modos de manejarse de los mafiosos, las presiones políticas y el modo en el que la policía tiene, en más de un sentido, que moverse con mucha delicadeza en medio de ese literal nido de peligrosas serpientes.

Elgort y Keller, los gaijin que protagonizaban la primera temporada, se vuelven acá parte de un ensamble actoral en el que hay cada vez más participación de los locales. Y eso mejora mucho todo, ya que le da a la temporada más credibilidad, fuerza y nivel de detalle. De hecho, la mayoría de las veces en las que los estadounidenses se entrometen –con conocimiento de causa, manejo del idioma y las mejores intenciones– terminan metiéndose y metiendo a otros en problemas. No es fácil ser gaijin en Japón, por más esfuerzos que uno ponga.

Filmada en Tokio y otras impresionantes locaciones japonesas, la serie hará recordar a los espectadores de tantos thrillers y policiales de ese origen, especialmente los ligados a las intrincadas relaciones entre mafiosos. Al menos por lo visto hasta el momento, no hay grandes escenas de acción en TOKYO VICE. Es más una serie gangsteril a la vieja usanza y no una de esas que utilizan la rivalidad entre bandas para organizar explosivas escenas de acción y persecución. Quizás lleguen en la segunda mitad de esta temporada de diez episodios, pero para entonces ya estaremos tan adentro de la historia y de las circunstancias de los personajes, que no se verán como algo gratuito. Se habrán ganado, digamos, su derecho a existir.