Estrenos: crítica de «Descansar en paz», de Sebastián Borensztein (Netflix)

Estrenos: crítica de «Descansar en paz», de Sebastián Borensztein (Netflix)

Al ser alcanzado por la onda expansiva del atentado a la AMIA, un hombre fragua su propia muerte para resolver los problemas económicos de su familia. Pero no es la solución que imaginaba. Con Joaquín Furriel, Griselda Siciliani y Gabriel Goity. En salas, el 21 de marzo. En Netflix, el miércoles 27.

Tras el éxito de LA ODISEA DE LOS GILES, el experimentado realizador Sebastián Borensztein se hace cargo de un relato más pequeño e intimista que, si bien tiene contactos con hechos importantes de la historia argentina, funciona más que nada en un territorio personal, familiar. Adaptación de la novela homónima de Martín Baintrub, DESCANSAR EN PAZ coquetea y tiene algunos elementos propios del policial, pero en lo profundo es un drama familiar centrado en un hombre que, ante un momento clave, toma una decisión que lo marcará por el resto de su vida.

Corre el año 1994. Sergio Dayan (Joaquín Furriel) es un empresario que parece tener una vida perfecta: una elegante casa porteña, otra en un country, una esposa odontóloga con la que se lleva muy bien llamada Estela (Griselda Siciliani) y dos hijos que los adoran, Florencia, que cumple doce años, y Mati, de seis. Cuando la película empieza, los Dayan están festejando el bat-mitzvah de Florencia con una fiesta lujosa y elegante. Pero Sergio mira con gesto de preocupación a algunas personas que están ahí y, un rato después, se desmaya en medio del evento.

¿Qué es lo que le sucede? Al llegar a casa Sergio se lo confiesa a Estela: está endeudado, muy endeudado. Su empresa fue fulminada por la apertura de las importaciones de esa época y entró en una acumulación de préstamos de los que no puede salir. No alcanza con vender la casa en el country tampoco: es mucho más que eso lo que adeuda. Y su principal acreedor, además, es un prestamista del Once llamado Hugo Brenner (Gabriel Goity) que no se caracteriza por la paciencia ni el buen trato. De hecho, cuando ambos se juntan nos queda claro que el tipo lo amenaza, manda a seguir a sus familiares y lo presiona mafia-style. Sergio no sabe ya qué hacer.

Lo que sabemos es que Sergio tiene un seguro de vida y que, por momentos, se pregunta si usarlo. Esto es: acabar con su vida y, de un plumazo, arreglar los problemas económicos de su familia. El 18 de julio, cuando está por el Once, el destino lo llama: se produce en ese momento el atentado a la AMIA y la onda expansiva de las explosiones lo noquea. Y ahí toma una decisión fuerte: desaparecer, fraguar su muerte y «salvar» a su familia. Y allí comenzará otra película, una que sigue los pasos por separado de Sergio y de Estela. El, impedido de verla y siquiera acercarse, tratará de reinventarse. Ella, legalmente viuda, intentará recomenzar su vida. Pero las cosas no podrán quedar así para siempre.

DESCANSAR EN PAZ parte de uno de esos tentadores conceptos que tanto la literatura como el cine han utilizado muchas veces: la idea de desaparecer del mapa, de abandonar todo (generalmente, una vida llena de problemas) y empezar de nuevo con otro nombre y otra identidad. En el caso de Sergio es más una oportunidad que una decisión, por lo que no le será fácil reacomodarse a una existencia muy distinta y en otro país, ya que su cabeza siempre estará en otra parte. La vida de Estela, superado el trauma, tomará un camino más tradicional aunque, sin saberlo, estará cruzando impensados límites.

Borensztein utiliza elementos propios del género policial a lo largo del relato: la deuda, las amenazas, las apariciones «chejovianas« de armas de fuego, llevando al espectador a suponer que hay algo cercano al film noir en lo que se cuenta. Y si bien esos elementos están ahí –y tienen su peso en el desarrollo del relato–, DESCANSAR EN PAZ se organiza más bien como un drama familiar sobre la vida de una persona que abandona a los que quiere para que sean felices, pero que se da cuenta que nada tiene demasiado sentido sin ellos a su lado.

La película tiene muy sólidas actuaciones de los tres protagonistas: un casi siempre apesadumbrado Furriel, un permanentemente amenazante Goity, mientras que Siciliani –en lo que, crease o no, funciona como su primer protagónico en una película argentina en toda su carrera– resuelve a la perfección los dilemas con los que tiene que lidiar su personaje, una mujer que sin saberlo termina quedando a mitad de camino entre dos rivales. Sin hablar directamente del tema, la película termina siendo un estudio sobre el valor del dinero, sobre las cosas que se hacen pensando que es lo único que importa en la vida. La década del ’90 funcionó con esos valores. Y la actual parece ir por el mismo camino.