Estrenos online: crítica de «As We Speak: El rap a juicio», de J.M. Harper (Paramount+)

Estrenos online: crítica de «As We Speak: El rap a juicio», de J.M. Harper (Paramount+)

Este documental analiza los casos de artistas de hip hop que fueron encarcelados usando las letras de sus canciones como justificación y evidencia. Estreno de Paramount+.

Hay un par de momentos fascinantes en este poco convencional documental que analiza cómo muchos artistas de hip-hop pueden llegar a ir a la cárcel al tomarse las letras de sus canciones como justificación y evidencia para culparlos de algún crimen. Como dice una abogada que habla aquí: no hacen falta pruebas, haber escrito alguna letra que involucre robos o asesinatos puede ser tomada como una evidencia ya que muchos jurados, fiscales y jueces no la consideran material artístico. Dicho de otro modo: si un artista negro escribió una letra de rap violenta lo mejor es no pasar ni cerca de algún robo en un supermercado.

Uno de esos momentos es un clip que incluye letras violentas no escritas por músicos de hip hop y que jamás serían tomadas como prueba de nada. Johnny Cash no fue juzgado por cantar «I shot a man in Reno/Just to watch him die» ni Freddie Mercury fue a la cárcel por cantar «Mama, just killed a man» porque nadie imaginó que reflejaban la realidad, sino que se sabía que eran ficción, material artístico. No sucede lo mismo con el rap. Justificado en el hecho de que muchos artistas de hip hop pretenden haber vivido mucho de lo que cuentan (en algunos casos es cierto, en la mayoría es un juego, un acting), ante alguna circunstancia policial que los rocen esas letras son tenidas en cuenta como evidencia.

El otro ejemplo que da la película es una letra de una canción de blues que hablaba de asesinar a un juez. En un estudio universitario se le preguntó a la gente una serie de cuestiones en relación a la letra y, la mayoría de aquellos a los que se les dijo que era una canción de hip hop, creyó que se trataba de algo autobiográfico, mientras que los que creían que era una canción de música country o de heavy-metal no la vieron así. Dicho de otro modo: más racista, imposible.

La particularidad de AS WE SPEAK es que, con su formato, logra escaparle al típico documental informativo y televisivo que reporta un problema de la industria musical. Aquí el que conduce el relato es un rapero de Bronx llamado Kemba y es él –quien alguna vez lidió con similares problemas– quien va viajando por distintas ciudades de los Estados Unidos y hasta por Londres para hablar con otros artistas que se vieron en problemas con la ley por las letras de sus canciones.

El tono es casual y amigable, ya que al hablar con un colega y no con un periodista o conductor de entrevistas, los músicos se sueltan más. Y eso permite una inusual honestidad respecto a cada situación. El documental hace un breve repaso de la historia de la música negra en los Estados Unidos desde la esclavitud a la actualidad, poniendo el eje en las letras de protesta social. Cuando aparece el rap en los ’70 las cosas cambian, se agrandan y complican. El hecho de que existan muchos enfrentamientos armados y muertes en el mundo del hip hop no ayuda tampoco a evitar este tipo de intromisión en la libertad de expresión.

Kemba entrevista a raperos que pasaron décadas en la cárcel por crímenes que no cometieron, el film muestra nombres de otros que murieron o fueron encarcelados en juicios en los que las letras de sus canciones sirvieron para pintar su personalidad de un modo negativo o al menos problemático y, mientras se va repasando las distintas movidas locales (de Nueva York a Los Angeles, de Atlanta a Chicago), AS WE SPEAK va dando la palabra a profesores universitarios o abogados que analizan el problema y su difícil, sino imposible, solución.

Una abogada a la que Kemba ve –el documental juega, de un modo fallido, con escenas de autoficción– le dice que muchos raperos terminan aceptando arreglos por condenas menores y declarándose culpables porque saben que, de otro modo, tienen todas las de perder y serán condenados por mucho más tiempo. Y ese racismo sistémico suele involucrar la lectura de sus letras como supuestas pruebas de su criminalidad. El documental pinta el problema de una manera clara y contundente, pero no logra dar soluciones porque no las hay. La presunción de inocencia no parece existir para los raperos. O, bueno, para la mayoría de los afroamericanos.