Estrenos online: crítica de «El duro» («Road House»), de Doug Liman (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «El duro» («Road House»), de Doug Liman (Amazon Prime Video)

Un ex luchador es contratado como seguridad en un bar de Florida y debe allí lidiar con una serie de personajes violentos que tienen actividades criminales en la zona. Con Jake Gyllenhaal y Conor McGregor. Desde el 21 de marzo por Amazon Prime Video.

Suerte de clásico del cine de los ’80 –un clásico menor, de los llamados «Clase B», que han crecido con el paso del tiempo–, EL DURO no era otra cosa que un western urbano de gente que usaba los golpes de puño como su arma favorita para resolver todo. Pero quizás lo que ha vuelto más entrañable a esa película pasa por el hecho de que su protagonista era Patrick Swayze, el fallecido actor de DIRTY DANCING, cuyos films han pasado casi ha ser de culto solo por el hecho de tenerlos a él (y a sus peinados) a la cabeza.

Sumándole algunos efectos digitales pero con escenarios que, salvo por algunas excepciones, bien podrían haber existido en los años ’80, esta remake de EL DURO, dirigida por el realizador de SWINGERS, THE BOURNE IDENTITY y AL FILO DEL MAÑANA, entre otras películas dentro de una filmografía nada desdeñable, reitera los conceptos y las formas de aquella, solo que modificando locaciones, algunas situaciones y con el más «respetado» Jake Gyllenhaal como protagonista.

Un actor que pasa de proyectos muy serios y prestigiosos a otros que tienen más que ver con la acción y la violencia –se ve que quiere mostrar las horas de trabajo que puso en modelar su cuerpo–, Gyllenhaal interpreta aquí a Dalton, un ex luchador de la UFC (como se conoce al violento Ultimate Fighting Championship o Campeonato de Lucha Extrema) que ha dejado la profesión pero que tiene su fama por algo que sucedió cuando peleaba y que él prefiere no recordar. Pero, se ve de entrada en una pelea callejera, casi todos saben quién es y prefieren evitarlo.

Con más ganas de que lo pise un tren que de seguir viviendo, Dalton termina aceptando un trabajo en Key West, en el límite sur de la Florida, más cerca de Cuba que de Miami. La dueña de un bar llamado Road House (es el título que la película tiene en inglés) lo contrata como bouncer, para contener, echar o, bueno, cagar a piñas a cualquiera que se pase de rosca allí. Y muchos lo hacen. Por algún motivo inexplicable –alguno se explicará más adelante, pero no lo suficiente–, a todos les da por molerse a palos en ese bar que, dicho sea de paso, no es un tugurio de mala muerte sino un lugar bastante bonito al lado del mar. Con lo cual, notamos de entrada, Dalton tendrá mucho trabajo.

Y la película va de eso. El tipo lidiará con varios sujetos que se pasan de rosca en el lugar hasta empezar a entender que los desastres que causan no son del todo casuales sino que tienen un motivo. Además tendrá que vérselas con algunos mafiosos locales (Billy Magnussen encarna a uno demasiado perezoso para afeitarse solo), policías corruptos (Joaquim de Almeida), misteriosos mafiosos en prisión y, especialmente, un tipo al que traen desde Europa solo para hacerle frente, ya que nadie en Florida parece ser capaz de vencerlo. Interpretado por un encendido Conor McGregor –el famoso luchador y boxeador profesional haciendo aquí su debut en cine–, será el único que, con solo verlo, nos queda claro que puede vencerlo.

Siendo una película bastante retro –el propio protagonista admite en un momento que lo que sucede tiene mucho de western–, habrá en el medio una causa noble de la que ocuparse y un interés romántico con una doctora que atiende sus heridas (la actriz portuguesa Daniela Melchior) y que se enamora de él. Por lo demás, peleas, peleas y más peleas. La mayoría en el bar en cuestión, pero habrá también otras en escenarios que ya irán descubriendo al verlas.

Si bien Liman trata de mantenerse «al ras del piso» en el tipo de formato que usa –nada de exagerar con las cámaras lentas ni con la pirotecnia visual–, ROAD HOUSE tiene igualmente muchísimos efectos digitales y un montaje veloz que la aleja de algunas películas de acción más recientes en las que la violencia cuerpo a cuerpo se siente físicamente, como las que se hacen en Asia o la mismísima saga JOHN WICK. Acá, como la música de blues, rock y soul que tocan las bandas que soportan botellazos y borrachos en el bar (la banda sonora de la película original tenía un estilo similar), las peleas se acercan más al concepto callejero de «cagarse a piñas» que a cualquier tipo de artes marciales. Aunque, claramente, hay excepciones.

EL DURO es una película simple, directa, tradicional si se quiere, con un concepto que, al ser tan clásico y con personajes tan prototípicos de una época del cine que ya no existe, bien puede considerarse como retro, aunque no lo sea expresamente. La producción de Silver –algo así como el dueño del cine de acción de los ’80, con sagas como ARMA MORTAL, 48 HORAS, DEPREDADOR y DURO DE MATAR, entre muchas otras– lleva al espectador en un viaje directo a una época en la que películas de este tipo eran moneda corriente, los grandes estrenos de cine de cada año. Ahora, por misterios de la producción, la distribución o los cambios culturales y de época, se estrenan con un perfil mucho más bajo en plataformas de streaming.