Estrenos online: crítica de «Shirley», de John Ridley (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Shirley», de John Ridley (Netflix)

Esta película del guionista de «Doce años de esclavitud» se centra en la primera congresista afroamericana de los Estados Unidos, Shirley Chisholm, y su intento de convertirse en candidata a presidente en las elecciones de 1972. En Netflix.

Uno de los problemas principales del cine dedicado al revisionismo histórico –o a la recuperación de personajes revalorizados– es la tentación en caer en todo tipo de didactismo y transformar las películas en lecturas casi escolares sobre los temas o las personas que tratan. Ese es el principal problema de SHIRLEY, una película que por momentos se siente como una clase de historia para alumnos de escuela secundaria sobre un personaje bastante más interesante de lo que se ve aquí: Shirley Chisholm. Por momentos, la película escrita y dirigida por el guionista de DOCE AÑOS DE ESCLAVITUD logra escaparle los clichés de la biopic academicista, pero nunca se libera del todo y recae en ellos constantemente.

Lo mejor de la película de Ridley pasa por la personificación de Regina King, idéntica a la senadora demócrata, y por la decisión de centrar el relato en un período breve de su vida. El film se inicia con su llegada al Congreso estadounidense en 1968 –la única mujer negra entre sus 435 miembros–, dejando en claro lo cuesta arriba que sería la batalla para ella de ahí en adelante, para saltar rápidamente a 1971 cuando decide, o la alientan, a presentarse como candidata a presidente en las internas del Partido Demócrata para las elecciones de 1972.

La película, de ahí en adelante, seguirá las internas, las negociaciones, las idas y vueltas de la vida de Chisholm, más que nada en el aspecto profesional, con un pequeño equipo de campaña y un mínimo presupuesto, lo que le impide que su voz sea escuchada por las mayorías. Con diálogos que se caracterizan por ser más informativos o didácticos que otra cosa, lo que SHIRLEY tiene para contar sería más interesante de haber sido abordado de un modo más crudo y realista en lugar de la estética y la pomposidad un tanto escolar que la película tiene en muchos de sus momentos.

Si bien detrás de las negociaciones para conseguir suficientes delegados para pelearle la nominación al eventual candidato George McGovern hay un universo de intrigas políticas palaciegas, se las trata de un modo confuso, más ligada a enfrentamientos y rivalidades personales que a distintas posiciones políticas. Dicho de otro modo, uno se lleva la idea, tras ver la película, que Chisholm era una gran candidata porque era mujer y afroamericana. De sus posiciones políticas específicas, es poco lo que se habla.

Ridley trabaja un poco mejor, curiosamente, el costado personal de su vida: su amable pero poco romántica relación con su marido Conrad (Michael Cherrie), las fricciones que tiene con su hermana (Reina King, hermana de Regina en la vida real) y los cambiantes giros que toma su trabajo junto a sus principales aliados políticos, como Wesley «Mac» Holder (el recientemente fallecido Lance Reddick), Arthur Hadwick Jr. (Terrence Howard) y su joven asesor Robert Gottlieb (Lucas Hedges). Un menor espacio y tiempo les dedica a sus rivales dentro de su mismo partido, como Walter Fauntroy (André Holland) y Ron Dellums (Dorian Missick), mientras que otras figuras célebres de la política estadounidense aparecen en breves papeles, como el líder de los Black Panthers, Huey P. Newton (Brad James) y el republicano George Wallace (W. Earl Brown).

Hay una historia inquietante para contar aquí ligada a las negociaciones, enfrentamientos, sociedades y traiciones dentro de personas de un mismo partido político (son tan duras algunas rivalidades que cuesta creer que se trate de una «interna»), y si bien ese es uno de los ejes narrativos de SHIRLEY, raramente se lo explora a fondo, ya que Ridley quiere en todo momento armar una pintura accesible de una candidata a la que se presenta como irreprochable, rodeada por gente sin su altura moral o su inteligencia política.

Si bien el multifacético director (que tiene un pasado como comediante, autor de novelas gráficas, director de series y guionista en todos los formatos imaginables) se toma el trabajo de mostrarle algunas zonas problemáticas a su protagonista, en el fondo son menores, casi irrelevantes. La película la presenta, la mayor parte del tiempo, como una heroína incomprendida y adelantada a su época que trató de meterse en medio de una «casta» de políticos sin ética ni principios y perdió la batalla. La historia, sin embargo, la recuerda cuando ya olvidó a la mayoría de los que le hicieron la vida imposible.


Bastante más originales y menos obvias que muchas escenas de «Shirley» son las canciones seleccionadas para la película. Aquí armé una playlist de la mayoría (algunas son inhallables) de las que se escuchan allí: