Series: crítica de «El problema de los 3 cuerpos» («3 Body Problem»), de David Benioff, D.B. Weiss y Alexander Woo (Netflix)
Cuando las leyes de la naturaleza se rebelan inexplicablemente ante sus ojos, un grupo de brillantes científicos colabora con un policía para enfrentarse a la mayor amenaza de la historia de la humanidad en esta serie de ciencia ficción basada en la novela homónima de Liu Cixin. En Netflix, desde el 21 de marzo.
La novela de ciencia ficción EL PROBLEMA DE LOS 3 CUERPOS, escrita por el chino Liu Cixin, publicada en 2006 como primera parte de una trilogía, trabaja una serie de cuestiones que, por un lado, son clásicas al género, ligadas a una potencial amenaza extraterrestre, pero por otro se anima a meterse en terrenos teóricos que no son fácilmente adaptables al audiovisual. Los creadores de JUEGO DE TRONOS tomaron esta novela como su nuevo desafío tras esa gigantesca saga y se lanzaron a reconstruirla en formato serial. Y los resultados, que pueden verse desde el 21 de marzo en Netflix, son aceptables. Se trata de una historia compleja, difícil de contar, dividida en etapas y con un grupo de personajes con los que uno tarda en empatizar. Pero funcionará especialmente bien con espectadores predispuestos para el género en su versión más áspera y menos imponente. Por lo menos, por ahora.
El «problema de los tres cuerpos» es un complejo e irresoluble asunto de la física que no podría ponerme a explicar acá (aquí pueden leerlo, si así lo desean) que aparece como un tema directo y metafórico en la trama. Por el primer lado, tiene que ver con cuestiones teóricas ligadas a lo que sucede cuando un inesperado «cuerpo» interrumpe o se entromete entre otros dos, en este caso en relación al funcionamiento del planeta Tierra. Y, por el lado más personal, aparece en relación a los personajes, a lo que sucede entre ellos y, en un sentido más amplio, con la humanidad toda ante la aparición de un evento potencialmente cataclísmico como la invasión a la Tierra por extraterrestres.
ATENCIÓN: POSIBLES SPOILERS
Pero lejos está la serie de ser una trama de invasión en un sentido concreto. Trataré de no spoilear nada relevante acá pero de todos modos es imposible reseñar algo de la serie sin hablar mínimamente de su tema central, así que están advertidos. Todo arranca en China, más precisamente en medio de la revolución cultural maoísta, cuando una joven científica llamada Ye Wenjie (interpretada por Zine Tseng de joven y luego por Rosalind Chao) ve a su padre ser brutalmente golpeado y accidentalmente asesinado por jóvenes militantes que desprecian los «peligrosos» descubrimientos del hombre. Esa especie de prólogo dará pie a la parte contemporánea de la historia pero volverá, ya que lo que sucede con Ye luego de ese evento será fundamental a la trama.
La acción se muda a la Londres actual y a una serie de hechos que tienen en vilo a la policía: una serie de muertes sorpresivas y suicidios de varios científicos en distintos lugares del mundo. El investigador principal, Clarence AKA «Da Shi» (Benedict Wong), trata de atar cabos respecto a lo que está sucediendo pero nadie parece tenerlo claro. Hasta que el sorpresivo suicidio de una científica llamada Vera, que trabaja en un acelerador de partículas, reúne a un grupo de amigos, muchos discípulos de ella, en su funeral. Nadie se explica qué sucedió con ella pero empiezan a notar cosas raras alrededor.
El grupo está integrado por los físicos Jin Cheng (Jess Hong), Saul Durand (Jovan Adepo), Will Downing (Alex Sharp), Auggie Salazar (Eiza González) y Jack Rooney (John Bradley), que se autodenominan los «Oxford Five». Cada uno de ellos ha hecho cosas muy distintas con sus vidas, pero son amigos de siempre y todos estudiaron con esa misma docente. Entre ellos empiezan a notar que hay experimentos que dan resultados raros o imposibles para las leyes de la física y, en el caso de Auggie, ella empieza a visualizar números que, en forma de cuenta regresiva, la hacen temer por su vida. Nadie comprende bien lo que sucede: ¿se trata de una alucinación o algo raro pasa en la fábrica del universo tal como lo conocemos?
Las cosas parecen aclararse un poco más a partir de una serie de eventos. Uno, bastante directo: en un momento las estrellas en el cielo parecen apagarse y prenderse varias veces shockeando a todos. Otro, más curioso: varios de los protagonistas se cruzan y hablan con una mujer a la que no captan las cámaras que observa el policía que investiga estos hechos. Y otro requiere de más análisis: es un casco similar a los de Realidad Virtual que Jin y Jack reciben como misterioso regalo y que, al ponérselo en la cabeza, funciona como un juego con etapas que hay que resolver más de un modo teórico que práctico. Pero lo más extraño del asunto es que el juego está hecho con una tecnología avanzadísima para las posibilidades de la época.
Esa serie de eventos misteriosos, conectados con actividades de Ye en el pasado en China, irán dando a entender que lo que está sucediendo supera los límites del mundo tal como lo conocemos y que está ligado a algún tipo de misterio o presencia extraterrestre, una que cuenta, de algún modo, con «representantes» en la Tierra. Es hasta ahí, digamos, que tiene sentido adelantar cuestiones de la trama. Lo que parece ser un mal funcionamiento del planeta quizás no sea otra cosa que la aparición de un «tercer cuerpo» que desordena todo lo conocido hasta el momento.
Benioff y Weiss –con la colaboración de Woo, de TRUE BLOOD— han alterado locaciones y personajes de la novela original que transcurría en gran parte en China y la han llevado a la Gran Bretaña contemporánea, modificando además las características de los protagonistas (transformando a uno en varios, esencialmente) e incorporando parte de la trama de la segunda novela de la saga, EL BOSQUE OSCURO. La serie lidiará por un lado con las situaciones personales de cada uno de ellos –muy distintas entre sí, con el peso protagónico pasando de uno a otro capítulo a capítulo– y, por otro lado, con la investigación del enigmático misterio y todo lo que ello implica, especialmente una vez que se empieza a revelar la gravedad de lo que está sucediendo y lo que involucra.
En ese sentido, EL PROBLEMA DE LOS 3 CUERPOS puede dividirse en tres partes. En los primeros episodios se contará la prehistoria del entuerto, la situación a investigar y buena parte del tiempo se irá en meterse en estos juegos de realidad virtual en los que un par de los protagonistas se «internan». Esta, quizás, sea la parte menos interesante de todas, una forma de utilizar un formato de videojuego para explicar tortuosas cuestiones científicas. Una vez que empiece a clarificarse el engorroso problema –en la segunda parte de los ocho episodios–, la serie crecerá en nervio, ritmo e impacto, dando a entender la real dimensión de lo que tienen entre manos. Y quizás los últimos episodios no estén a la altura de las expectativas ya que, más que llegar a alguna conclusión, funcionan más que nada como un continuará…
Lo más complejo e interesante que tiene la propuesta pasa por analizar la relación que la población tiene con la ciencia y, al revés, la que los científicos tienen con la población y/o con las autoridades. Buena parte del conflicto que da pie a la trama nace a partir de la decepción que las personas de ciencia tienen con una humanidad a la que consideran brutal e incapaz de aceptar la lógica de sus descubrimientos mientras que, por otro lado, ellos mismos deben lidiar éticamente con el uso que se les da a los descubrimientos que hacen. Y lo mismo pasa con la actitud de la gente –tanto los políticos como los científicos y las personas «del llano»– acerca de lo que puede suceder en el futuro, conectando lo que se cuenta aquí con situaciones como la del calentamiento global.
Más allá de la importancia de sus posiblemente relevantes temas –esperemos que solo en lo metafórico y en lo relacionado a los gobiernos que no creen en la ciencia, no en lo específico–, lo que falla en la serie pasa por la caracterización de su grupo de protagonistas. No por culpa de los actores, sino que se trata de personajes sin demasiada carnadura ni identidad propia. Salvo algunas excepciones (en general, los personajes de origen asiático como Jin, Ye y en menor medida el investigador Clarence), los demás protagonistas por ahora están presentados con un trazo bastante grueso y funcionan más que nada como «representantes» de distintas ideas y formas de actuar que entran en conflicto.
Liam Cunningham –veterano de JUEGO DE TRONOS, como Bradley– y Jonathan Pryce tendrán importantes roles en la historia, que de a poco irá tomando características épicas, pero más por lo que se discute que por lo que se muestra. Salvo un par de escenas de alto impacto (una propia de una película de Christopher Nolan y otra bastante más cercana a un relato de terror, además de algunas que suceden dentro del juego), da la sensación de que 3 BODY PROBLEM todavía no reveló sus más grandes armas. Tras quedarse sin ideas para el final de una serie larga como la basada en la saga de George R. R. Martin, da la impresión de que Benioff y Weiss aprendieron la lección y esta vez decidieron ir de a poco. La primera temporada parece ser solo el aperitivo del más explosivo material que, si todo funciona bien, vendrá más adelante.