Estrenos: crítica de «Siempre habrá un mañana» («C’è ancora domani»), de Paola Cortellesi

Estrenos: crítica de «Siempre habrá un mañana» («C’è ancora domani»), de Paola Cortellesi

En 1946, en la Roma de posguerra, una mujer trata de encontrar una solución para las agresiones y abusos de su violento marido. El sábado 6 y el lunes 8, en la Semana de Cine Italiano en Cinépolis Recoleta. Estreno comercial: 11 de abril.

Comedia dramática que mezcla un repaso histórico por la Italia de la posguerra con una temática ligada a la resiliencia de las mujeres en relación a los abusos de los hombres, SIEMPRE HABRA UN MAÑANA logra combinar un tema serio y denso con algunos apuntes formales originales y simpáticos, que van de lo coreográfico y musical a lo directamente humorístico. Su accesibilidad es, de algún modo, una invitación por parte de la directora y protagonista a acercarse a un tema complejo como la violencia de género desde una perspectiva inusual.

SIEMPRE HABRA UN MAÑANA transcurre en la Italia de 1946 (en Roma, más precisamente) y está filmada en blanco y negro. Ya de entrada Cortellesi presenta algunas elecciones formales curiosas, impensadas. En medio de lo que parece ser una apertura ligera, vemos a una mujer despertar a su marido en la cama y recibir un sonoro cachetazo en el rostro casi a modo de saludo matutino. La mujer sigue como si nada, sin reaccionar, mientras prepara el desayuno para él, para su hija mayor adolescente, sus dos hijos más chicos y muy ruidosos, y un abuelo igual de terco y agresivo que no se mueve de su cama. Al salir a la calle la acción pasa a cámara lenta y se escucha una canción de Jon Spencer Blues Explosion que nada tiene que ver con la época.

De a poco –especialmente después de unas sorprendentes y arriesgadas escenas coreográficas en los momentos menos pensados para ese tipo de formatos– va quedando claro que no hay intención de parte de la directora y protagonista de hacer un drama prototípico sino de jugar un poco con el género y con la época. Lo que se cuenta, fundamentalmente, es la historia de Delia (Cortellesi), una mujer casada con Ivano (Valerio Mastandrea), un hombre violento que la agrede y humilla verbalmente, además de maltratarla físicamente con una impunidad desesperante.

Y ella, que fuera de casa se muestra como una mujer vital y simpática –con amigas en la feria, con los soldados norteamericanos que están en la calle y con un novio de juventud con el que coquetea al cruzárselo–, dentro de su casa es todo resignación y sufrimiento. A su hija Marcella le fastidia su falta de reacción ante la violencia de Ivano y los dos hijos pequeños están en su propio planeta, pero absorbiendo y lanzando permanentemente las palabras agresivas que dice su padre todo el tiempo. Y el abuelo (padre de él), más que calmar las cosas, la agrede y humilla todavía más.

Mientras Delia trata de que su marido no se enoje con ella (algo que él hace casi sin necesidad de excusas, tratándola constantemente de inútil e inservible), su hija Marcella le trae una buena noticia: su novio le pedirá matrimonio. Esa novedad revoluciona a la familia y calma por un momento la intensidad y violencia (solo un momento), especialmente porque Ivano está contento. No tanto por su hija sino porque la familia del novio tiene dinero ya que son dueños de un café local. Pero el encuentro entre las familias no será bueno y algunas cosas que surgirán luego llevarán a Delia a tener que tomar una decisión respecto a su vida y al futuro de su familia.

La historia de Delia y su familia se enmarca en medio de lo que fue la elección de la Asamblea Constituyente del 2 y 3 de junio de 1946, que contaron por primera vez con voto femenino. Aunque, claro, a Delia su marido no le permite ir. No solo eso: tampoco quiere que Marcella estudie, ya que las mujeres no están para eso. Fuera de la casa también se siente el sexismo y la misoginia: el sueldo de Delia es peor que el que sus colegas hombres y tiene que hacer muchas «changas» para ayudar a la economía familiar, algo que obviamente Ivano no solo no reconoce sino que hasta se burla de ella y la agrede por lo poco que gana.

La tensión de la película está dada por saber cuánto puede soportar Delia y si está dispuesta a hacer algo para cambiar las cosas. Y esa tensión crece porque Ivano no logra controlar sus accesos de furia, algunos de los cuales la película presenta de una forma un tanto peculiar al tratar de evitar la revictimización mostrando una escena de violencia de género. La forma puede resultar extraña para más de uno, pero en el contexto de una película con tantas decisiones de puesta en escena y musicales inusuales (además de Jon Spencer se escucha a Lucio Dalla, OutKast y Daniele Silvestre, ninguno de los cuales hacía música en 1946), funciona bastante mejor que lo imaginado.

Exitosa al punto de convertirse en la película más vista del 2023 y la quinta italiana más taquillera de la historia (llevó más espectadores que BARBIE y que OPPENHEIMER con 5.400.000 entradas vendidas y una recaudación total de casi 37 millones de euros), SIEMPRE HABRA UN MAÑANA logra modernizar sin traicionar un género clásico como es la comedia italiana de los años ’40 y ’50, esa que bebe de la influencia del neorrealismo pero se permite salir de ese estilo mediante momentos ligeros, de humor y hasta de fantasía. Una película neoclásica en lo formal y moderna en lo temático, la opera prima de Cortellesi es un ejemplar noble y humanista de cine popular.