Estrenos online: crítica de «El motín del Caine» («The Caine Mutiny Court-Martial»), de William Friedkin (Paramount+)

Estrenos online: crítica de «El motín del Caine» («The Caine Mutiny Court-Martial»), de William Friedkin (Paramount+)

La última película del recientemente fallecido director de «Contacto en Francia» es una adaptación de una clásica obra teatral de la década del ’50. Con Jason Clarke, Kiefer Sutherland y Lance Reddick. En Paramount+.

La historia de EL MOTIN DEL CAINE tiene sus giros y vueltas, la última de las cuales es una nueva adaptación al cine dirigida por William Friedkin, que terminó estrenándose de manera póstuma en el pasado Festival de Venecia. El director de EL EXORCISTA fue siempre un fanático de esta particular pieza –y de sus distintas versiones– y, sin quererlo, terminó transformándola en algo así como su testamento. Quizás no cinematográfico –es una película potente, pero menor en ese sentido–, pero sí desde su personal punto de vista ético.

La trama que cuenta tiene sus distintas versiones y formatos. Comenzó como una novela de Herman Wouk, publicada en 1952, que contaba todo el incidente del motín en cuestión, en el que la corte marcial era solo la última parte. Esa es la historia que fue llevada al cine en su versión más conocida, la protagonizada por Humphrey Bogart como el depuesto Comandante Queeg, capitán de un barco que fue relevado de su cargo a consecuencia de un motín de varios de sus oficiales, encabezado por el Teniente Maryk, cuando el hombre actuaba de manera errática en medio de una tormenta.

Pero la trama. que cuenta el film es solo una parte de ese todo, una que el propio Wouk adaptó para el teatro poco después de la novela y la película originales, centrada solo en el juicio. Esta obra –que en Broadway protagonizó Henry Fonda en el rol del Teniente Greenwald, defensor de Maryk, quien es el acusado por haberse amotinado– tuvo versiones para la TV en vivo en los años ’50 y otra que dirigió el mismísimo Robert Altman en 1988, también para la TV. Por las propias circunstancias de la distribución cinematográfica, ahora la versión de Friedkin de THE CAINE MUTINY COURT-MARTIAL también llega a través de la pantalla chica, solo que esta vez vía streaming.

Friedkin ha actualizado la historia al tiempo presente–el motín sucede el 18 de diciembre de 2022; claramente nadie acá estaba viendo la final del Mundial de fútbol– y cambia los escenarios de la Segunda Guerra a los conflictos en Medio Oriente. Pero más allá de esas especificidades propias de los tiempos (acá hay conflictos por el uso de internet y de máquinas de café, por ejemplo), la obra tiene idénticas características a las de siempre: es un drama centrado en un juicio en el que se analiza el aparentemente errático comportamiento de un veterano capitán del barco ante una situación de peligro y si haberlo despojado del mando del barco constituye o no un crimen.

El acusado por el motín es Maryk (Jake Lacy), pero el rol protagónico le cae a Greenwald (Jason Clarke, que vuelve al rol de intenso interrogador tras OPPENHEIMER), el encargado de defenderlo. Ante una corte liderada por el perspicaz juez Blakely (Lance Reddick, el actor de THE WIRE y JOHN WICK, que también falleció hace poco y al que la película está dedicada), Greenwald defiende de un modo un tanto peculiar a Maryk mientras la fiscal Challee (Mónica Raymund, en un personaje que cambia de sexo respecto al original) lo acusa por el amotinamiento, intentando probar que Queeg no estaba «loco» ni limitado en sus capacidades psicológicas.

El testigo estrella es el propio Queeg (Kiefer Sutherland), quien debe defenderse de las acusaciones de paranoia, agresividad, inestabilidad emocional y agresiones de distintos tipos que llevaron, según Maryk y otros oficiales que dan su testimonio aquí, a que en un álgido momento decidieran relevarlo del mando. Con testimonios plagados de tecnicismos y cuestiones específicas ligadas a la operatoria de la nave, lo que parece ir quedando en evidencia es que Queeg no solo era muy agresivo sino que no era una persona muy confiable ni sensata a la hora de capitanear el barco. Pero la pregunta que permanece es otra: ¿justifica eso haberlo relevado del mando con lo que eso representa para los involucrados?

Sin intentar disfrazar jamás que lo que vemos es una adaptación teatral –Friedkin se convirtió en un especialista en la materia en las últimas décadas de su carrera, adaptando las obras de Tracy Letts BUG y KILLER JOE, entre otras–, EL MOTIN DEL CAINE: CORTE MARCIAL (ese sería su más justo título local) se sostiene gracias a la ya clásica solidez de la trama –con un importante dilema ético como eje central– y al trabajo de un extraordinario grupo de actores comandados con mano firme por el veterano realizador, un hombre que se ha caracterizado a lo largo de su carrera por extraer particularmente intensas actuaciones de sus dirigidos.

Al igual que en la pieza original, la nueva versión tiene una serie de conclusiones que, más allá de ser sorpresivas, se replantean algunas cosas respecto al rol de los militares en una nación. Lo que pierde la versión de Friedkin frente a la original tiene que ver con el contexto que enmarca a cada época: lo que allí era la Segunda Guerra Mundial acá pasa a ser una serie de conflictos un tanto más grises como fue la llamada «guerra contra el terror». Y eso, que parece menor, no lo es tanto, ya que altera la contundente conclusión de la pieza. Lo que no se alteró, pese a esa diferencia, es su potencia. Y si algo queda claro viendo la película es que, en su despedida, Friedkin jamás perdió el nervio esencial que siempre tuvo como cineasta. Aún para hacer algo que se parece mucho al teatro.