Estrenos online: reseña de «Fallout», de Geneva Robertson-Dworet y Graham Wagner (Amazon Prime Video)

Estrenos online: reseña de «Fallout», de Geneva Robertson-Dworet y Graham Wagner (Amazon Prime Video)

En esta adaptación del videojuego homónimo, varios siglos en el futuro, tras una explosión nuclear, una joven mujer recorre una post-apocalíptica ciudad tratando de encontrar a su padre que fue secuestrado. Disponible completa en Amazon Prime Video.

Producida por Jonathan Nolan, FALLOUT tiene mucho más en común con WESTWORLD que con muchas de las series post-apocalípticas que se han producido en los últimos años, algunas de ellas originadas en videojuegos, como THE LAST OF US. Lo que se nos cuenta es lo que pasa en un mundo después de una aparente destrucción nuclear, pero tras un promisorio primer episodio, este hiperviolento y juvenil western retrofuturista no tarda en volverse tedioso y repetitivo. Más allá de algunas cuestiones específicas ligadas al diseño de producción, a la musicalización y algunos otros detalles de la puesta, se lo siente como un remedo de muchas mejores series vistas antes.

El engañoso primer episodio nos prepara para otra cosa. Todo arranca en lo que parece ser un presente o un futuro cercano en un planeta que es el nuestro pero a la vez no parece serlo, o no del todo. Mezclando detalles de distintas épocas, FALLOUT arranca en un festejo de cumpleaños en el que todos parecen vestidos como de los años ’50 pero alrededor se ven detalles que pertenecen a un mundo aún más futurista que el nuestro. Pero no se trata de una fiesta de disfraces, hay algo atemporal en la forma en la que todo eso coexiste. Hay, por ejemplo, un cowboy famoso de la tele llamado Cooper Howard (Walton Goggins), que tiene una hija negra con un look actual. Hay un auto típico de los ’50 al lado de uno del futuro. Y así, varias cosas más.

Sin embargo, poco después, no hay mucho más para ver ya que todo vuela por los aires tras una serie de explosiones nucleares en una ciudad que se parece bastante a Los Angeles. La serie avanza 219 años y nos encontramos con una comunidad (la número 33) que vive bajo tierra, ya que la superficie sigue contaminada y radioactiva. O eso creen «los de abajo», ya que nadie se atreve a abrir la compuerta que los mantiene supuestamente sanos y fuera de peligro, algo similar a lo que sucedía en SILO. Lucy (Ella Purnell, de la serie YELLOWJACKETS) ha sido «aprobada» para casarse con un soltero de la comunidad 32, pero cuando los usualmente separados bloques se unen, se produce algo inesperado: los del 32 (o quienes se hacen pasar por ellos, en realidad) intentan liquidar a sus vecinos, lo cual genera una violenta y brutal masacre, la primera de varias.

Algunos de los «invasores» terminan raptando a Hank (Kyle MacLachlan), el padre de Lucy y, supuestamente, llevándolo a la Tierra. Y la joven e inocente chica decide salir de la cueva y aventurarse al mundo exterior a encontrarlo, aunque jamás estuvo afuera y no tiene idea con qué se encontrará. Y afuera, bueno, está difícil, complicado. Entre los otros personajes con los que nos toparemos está Maximus (Aaron Moten), un joven de la llamada Hermandad del Acero que sueña con llegar a ser un Caballero, hombres que cargan armas modernas y se meten dentro de una pesada armadura que los vuelven más o menos imbatibles en ese wild west que es lo que quedó del mundo, o lo que vemos de él. Una vez que consigue su objetivo, Maximus no hará más que meterse en problemas.

En paralelo hay una suerte de «Ghoul» (demonio) o criatura mítica, sin nariz, que no es otro que la versión cadavérica del cowboy de Goggins quien, por algún motivo misterioso, continúa vivo en un estado que parece encaminarse al del zombie. Pero de momento lo único que hace es, bueno, matar gente a diestra y siniestra de la forma más cruenta imaginable. Y habrá más personajes –científicos un tanto locos, criaturas violentísimas, robots inteligentes– que se cruzarán en el camino de Lucy, quien se va uniendo circunstancialmente a algunos de ellos en su búsqueda. Con el paso de los episodios y con las violentas situaciones que va atravesando (de combatir a una monstruosa criatura marina a lidiar con una especie de secta que se quiere quedar con sus órganos pasando por tener que cortar una cabeza), la chica se va endureciendo. De a poco, la inocente joven del «barrio cerrado» tiene que ir al irreconocible centro (de Los Angeles) y se va endureciendo, volviéndose un personaje que parece sacado de algún spin-off de MAD MAX.

El tono de la serie es, acaso, lo más discutible de todo. No solo por lo brutal y despiadado (en eso parece querer acercarse a THE BOYS, gran éxito de Amazon Prime) sino por el supuesto humor irónico que los creadores y directores –Jonathan Nolan es uno de estos últimos– tratan de imprimirle a cada situación. El mecanismo no solo es reiterativo sino que es viejo, se viene usando desde que en BUENOS DIAS, VIETNAM una inocente canción pop se combinaba con escenas violentas. FALLOUT repite una y otra vez esa idea: poner tontuelas canciones de pop y country de los años ’50 (este tema de The Ink Spots, popularizado en el videogame, es el modelo de casi todo lo demás) mientras en paralelo la gente pierde manos, piernas, sus intestinos vuelan por los aires, sus cabezas se parten en decenas de pedazos y los animales se comen todo lo que anda suelto por ahí.

Se trata de un mundo brutal, salvaje, de perro come perro en el que Lucy, que lleva como mantra la llamada Regla de Oro, debe aprender que ahí afuera nadie respeta eso de «trata a los demás como quisieras que te trataran a vos». El Ghoul es bestial y salvaje –los motivos son misteriosos y se van develando de a poco, en algunos casos mediante flashbacks–, Maximus es siniestro y capaz de cualquier cosa para «habitar» uno de esos uniformes que parecen sacados de TRANSFORMERS y el resto de los que viven en el sector conocido como Wasteland son igual de repulsivos y salvajes. Promediando el tercer episodio, cuando la novedad de ver el ingenioso mundo creado se empieza a acabar, a uno no le queda más que ver una masacre tras otra contada con el mismo guiño de ojos, música suave y dulce, y pedazos de cerebro estallando contra la cámara.

Es una serie realizada con mucho dinero y un gran cuidado de producción, eso es innegable, lo que uno no le encuentra es el sentido. Habrá algunas vueltas de tuerca inesperadas y alguna revelación sorpresiva pero en lo esencial lo que uno ve, una y otra vez, es el mismo mecanismo de sardónica salvajada. Goggins y Purcell llevan el relato adelante muy bien: el actor de JUSTIFIED y LOS OCHO MAS ODIADOS tiene carisma de sobra y la joven actriz británica tiene, además de un indudable talento y frescura, unos ojos enormes que parecen capturar todo ese mundo que se le aparece de un día para el otro. Lástima que, a fin de cuentas, ninguno de los que lo habitan ameriten que uno se preocupe por lo que les sucede. Dicho de otro modo: si vuelve a estallar otras bombas nucleares, no extrañaríamos a casi nadie.