Estrenos online: crítica de «Gasoline Rainbow», de Bill Ross IV y Turner Ross (MUBI)

Estrenos online: crítica de «Gasoline Rainbow», de Bill Ross IV y Turner Ross (MUBI)

Cinco amigos adolescentes de Oregon inician un viaje de 800 kilómetros con destino al Pacífico en esta «road movie» que mezcla ficción con documental. Estreno de MUBI: 31 de mayo.

En un momento casual, como tantos que tienen lugar a lo largo de esta road movie hacia «el fin del mundo» que es GASOLINE RAINBOW, uno de los cinco adolescentes que la protagonizan toca en un piano unos acordes de «Imagine». Es en apariencia un momento más de los tantos que los chicos atraviesan en su viaje de unos 800 kilómetros desde un pueblito perdido en lo profundo de Oregon hacia el mar, donde supuestamente se toparán con una fiesta que no es otra cosa que una excusa para salir de allí. La letra de la clásica canción de John Lennon bien podría resumir el espíritu positivo, optimista y cálido que posee esta película, que juega entre el documental y la ficción pero en realidad se parece más a una fantasía con «all the people/Livin’ life in peace«.

A lo largo de casi 110 minutos, lo que los directores de BLOODY NOSE, EMPTY POCKET, otra mezcla de documental y ficción centrada en lo que sucede a lo largo de una noche en un bar en el que todos se van emborrachando cada vez más, lo que haceN es juntar a estos cinco chicos de unos 17/18 años, que han terminado la escuela secundaria y no tienen demasiadas intenciones de ir a la universidad, y soltarlos a la ruta, camino primero a grandes ciudades y luego, como toda fantasía que se precie, al mar. Siempre, claro, viajando hacia el Oeste.

Con actores no profesionales haciendo versiones de sí mismos, con situaciones improvisadas y otras claramente guionadas, lo que los hermanos Ross hacen es llevarlos a vivir aventuras propias de la literatura clásica en un ambiente que tiene algo de versión desfasada de los años ’90, como si en esas zonas de los Estados Unidos la gente siguiera más conectada a un espíritu cercano al de Nirvana que al de cualquier diva pop o artista de hip hop actual. Uno supone que esa «vibra» es más de los directores que de los protagonistas, pero lo cierto es que por momentos parece que estamos viendo una versión acelerada de una vieja película de Gus Van Sant protagonizada por los chicos de la serie RESERVATION DOGS, con la que la película tiene muchos puntos en común.

Son chicos –se llaman Tony Aburto, Micah Bunch, Nichole Dukes, Nathaly Garcia y Makai Garza– con duras experiencias familiares y, salvo por uno que es blanco, el resto son latinos, afroamericanos o de pueblos originarios, si bien es algo que pocas veces mencionan. Son grandes amigos y van afrontando las peripecias con la más relajada de las ondas. No les pasa nada realmente grave, pero tampoco se asustan mucho por los contratiempos. En un momento paran en la ruta, se juntan con un grupo de gente en una fiesta en medio de la nada y cuando vuelven les han robado las ruedas del auto. No se hacen mucho problema. De algún modo seguirán el viaje.

La narración es episódica y consiste en una serie de encuentros con otros chicos en similar situación y, luego, con personajes un tanto más grandes de edad que siguen viviendo algo así como «fuera del sistema», un sistema que no se ve nunca. Aquí somos testigos de un recorrido en los márgenes, colándose en trenes, compartiendo casas temáticas con viejos hippies, encontrándose con algún pariente y así. No hay nada romántico de por medio en el sentido tradicional –no se ve un beso y apenas parece haber un coqueteo entre uno de ellos y una chica que conoce en una fiesta–, ya que lo romántico es el viaje en sí, la salida al mundo.

GASOLINE RAINBOW tiene un espíritu punk pero ligero, mirado por un grupo de jóvenes que ven todo lo que les pasa y el mundo que recorren como algo nuevo, excitante y maravilloso. Quizás no lo sea –seguramente no lo es, las historias que se cuentan dejan entreverlo y encima en Portland hay mal olor, aseguran–, pero los Ross no tienen intenciones de meterse en esa otra etapa, de los cuestionamientos, de las dudas, de los miedos, de la… adultez. Es una celebración, un inicio y una despedida, un homenaje a un espíritu aventurero que está desapareciendo –consumido por las pantallas y la virtualidad– y, sobre todo, un viaje hacia una fiesta en la que la fiesta en realidad es el viaje.