Series: crítica de «Eric», de Abi Morgan (Netflix)

Series: crítica de «Eric», de Abi Morgan (Netflix)

Este policial se centra en la investigación que se lleva a cabo cuando el hijo de un titiritero famoso (Benedict Cumberbatch) desaparece yendo al colegio en la Nueva York de mediados de los años ’80. Estrena Netflix el 30 de mayo.

El formato es tan clásico que por momentos cuesta creer que se sigan haciendo series de este estilo. Pero de a poco ERIC empieza a mostrar sus diferencias. No tantas como para ser una puesta completamente original dentro del subgénero «desaparición y búsqueda de un niño», pero las suficientes para darle una entidad y personalidad relativamente distintivas. Por un lado, está el hecho de que tiene como protagonista a Benedict Cumberbatch, un actor de lujo para este tipo de productos haciendo un rol apto para su lucimiento. Interpreta a Vincent Anderson, un famoso titiritero alcohólico, egocéntrico y agresivo cuya vida se vuelve todavía más intensa cuando su pequeña hijo, Edgar (Ivan Morris Howe), de nueve años, desaparece camino al colegio.

Todo esto transcurre a mediados de los ’80 en una Nueva York sucia, violenta y peligroso, con crímenes rondando en cada esquina. Vincent es una celebridad gracias a un programa de TV matutino para niños en el que usan marionetas manuales, pero no es un tipo fácil. Pedante, creído, se lleva mal con colegas, jefes y ejecutivos, pero como al programa le va bien todos lo toleran. Los que tienen más problemas con él son Cassie (Gaby Hoffmann), su esposa, con la que discute agresivamente todas las noches y con su hijo Edgar, que quiere dibujar y crear personajes como su padre, pero él no le presta mucha atención. Más allá del afecto innegable de su madre, lo único que le llega al chico son los gritos y los ruidos de objetos golpeando contra algo.

Una mañana su padre decide dejarlo ir solo al colegio, a unos 500 metros de la casa, y se va a trabajar. El chico no llega a la escuela y Vincent se entera recién al regresar a su casa: no solo porque no había celular sino porque se negaba a atender los mensajes que le dejaban. La desaparición de Edgar moviliza a la policía local, ya que Vincent es famoso y, encima, es hijo de un millonario de bienes raíces de la ciudad. Allí se sumará Michael Ledroit (McKinley Belcher III), un detective de la policía afroamericano, homosexual y especialmente obsesivo que fue «descendido» a investigar casos de desaparición de personas tras meterse en problemas cuando estaba lidiando con traficantes.

ERIC se centrará en las investigaciones del tal Michael, del rol un poco raro que cumplirá Vincent –que sufre por la desaparición de su hijo pero al que puede verse a la vez borracho unos días después festejando un éxito profesional–, de las particulares experiencias de Cassie y de todos los mundillos que se abren a partir de la investigación: el universo de los bares nocturnos, el tráfico de niños, la pedofilia, los homeless que viven en las profundidades de la ciudad, los políticos que juegan con los destinos de la gente, el sida, el racismo policial (hay un caso similar de un niño negro del que nadie se ocupa), el narcotráfico, la homofobia y los cambios ligados a los negocios inmobiliarios que modificarían la cara de la ciudad unos años después.

A todo esto hay que sumarle un tema que es central en el modo en el que el relato está organizado. A tal punto es importante que así se llama la serie: «Eric» no es un personaje en sentido estricto sino una criatura imaginada, dibujada y diseñada por Edgar, a quien le gustaría que su padre sumara a la galería de personajes de su programa llamado «Good Day Sunshine». Pero Vincent cae en la cuenta de la existencia de Eric una vez que su hijo desaparece y a partir de ese descubrimiento empieza a pensar si no hay allí una clave ligada a su desaparición. En medio de su delirio narcótico y alcohólico, Vincent no solo empieza a «ver» a Eric y a hablar con él como si fuera un amigo/enemigo imaginario sino que considera que entre los dos podrán encontrar al niño.

Son muchos, quizás demasiados, los elementos con los que Abi Morgan (LA DAMA DE HIERRO) juega a los largo de los seis episodios –todos dirigidos por Lucy Forbes– que dura esta serie que, más allá de su aspecto y locaciones estadounidenses, es esencialmente británica. Quiere hacer un policial de investigación clásico al que meterle el contexto político de la época y a eso sumarle un elemento que coquetea con el realismo mágico, o con una forma más propia del fantástico a través de la cual se manifiesta la neurosis del protagonista. Y no siempre sale bien.

A veces funciona, es cierto, pero en otras se pierde en sus propios nudos, pistas falsas y tópicos importantes, como la subtrama del niño afroamericano que está puesta más por corrección política que por otra cosa. Uno de los principales problemas de ERIC es que, promediando el relato, Vincent empieza a perder peso dentro de la narración –su delirio alcohólico lo supera– para todo volverse todavía más parecido a una investigación clásica liderada por Michael, que el actor de OZARK interpreta con una concentración a prueba de sonrisas. Y convengamos que la serie necesita del carisma y la intensidad de Cumberbatch para sacudir la parte más convencional y rutinaria de la trama. El actor de DOCTOR STRANGE regresará para un final que bordea lo excesivo pero que, al menos dentro del contexto de la serie, funciona más o menos bien.

ERIC es una serie que promete mucho de arranque. Su primer episodio es excelente y el segundo mantiene y complejiza la trama de posibles sospechosos que rodean a la desaparición del niño. Pero luego, de a poco, empieza a girar un tanto en falso y va perdiendo credibilidad. Algo así como la versión serializada del concepto «el que mucho abarca, poco aprieta». Y eso va aquietando el entusiasmo con el que uno arrancó. La serie es valiosa, de todos modos, pero no generará ni la cuarta parte de lo que generó BABY REINDEER, la última miniserie británica que llegó a las pantallas de Netflix.