Festival de Shanghai: crítica de «The Dead Don’t Hurt», de Viggo Mortensen
Este western se centra en la relación entre una mujer y un hombre, ambos inmigrantes, que sobreviven a una serie de conflictos en medio del Oeste norteamericano, antes, durante y después de la Guerra Civil. De y con Mortensen y Vicky Krieps.
Una estructura demasiado compleja y poco clara limita la efectividad y la fuerza de THE DEAD DON’T HURT, una apuesta por un western «a la europea» dirigido por Viggo Mortensen que traiciona bastante al género pese a aparentar respetarlo. No solo por la estructura enredada en tiempos sino por la manera en la que pone el eje principal en la relación amorosa entre los protagonistas, dos extranjeros que han logrado armar una vida juntos en un desolado y agresivo paraje de los Estados Unidos en plena guerra civil.
Todo empieza por el final o cerca de él. El título y una de las primeras escenas lo anuncia así que no califica como spoiler, aunque si quieren pueden evitar leerlo. Vivienne LeCoudy (interpretada por Vicky Krieps) se muere en una cama y de allí en adelante la historia continúa, retrocede e incluye escenas oníricas al mismo tiempo, enredando una trama que bien podría contarse sin demasiadas diferencias de un modo lineal. La historia se centra en un danés llamado Holger Olsen (Viggo Mortensen), por un lado, lidiando con un caso que luego se reconstruirá vía flashback, pero en lo central el film vuelve atrás en el tiempo para contar aspectos personales, familiares y románticos de la vida de la franco-canadiense LeCoudy y cómo llegó a conocer a quien, cariñosamente, llama por el apellido.
El centro de la película pasa por la relación entre ellos, ambos extranjeros en el Oeste norteamericano, con una conexión amable, simpática pero un tanto enrarecida por sus diferentes personalidades que igualmente encajan: ella es más risueña y sociable mientras que él es un tanto más hosco y solitario, pero con ella parece despertar. Se llevan bien, pese a eso, y se van a vivir juntos (sin casarse) a la casita en la que él vive y que califica, antes de la llegada de Vivienne a darle algo de vida, como una de las más tristes de todo el Oeste.
La casa está cerca del pueblo de Elk Flat, en Nevada, y es allí que empezarán los problemas. Weston (Solly McLeod), el hijo violento de un mafioso local que domina la ciudad agrediendo a medio mundo, parece ponerle los ojos a la chica, que no tiene mejor idea que empezar a trabajar en el bar que este tipejo frecuenta. Y cuando Olsen decide ir a la guerra a luchar contra los esclavistas de la Confederación, la mujer queda sola para enfrentarlo. Vivienne será y se percibirá fuerte e independiente, pero Weston no es un tipo fácil de manejar. Y por ahí pasa el núcleo del conflicto.
THE DEAD DON’T HURT son varias películas en una: un western romántico y con momentos cómicos entre ambos, la historia de supervivencia de una mujer fuerte y segura de sí misma que no se achica ante nada y la que lo sigue a él, que pasa por distintos estadíos emocionales a lo largo de la historia hasta llegar a su más tensa resolución. En el medio hay sueños con personajes medievales y juegos con el tiempo con los que Mortensen lleva al espectador a conectar finales con principios a través de una estructura bastante peculiar. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en JAUJA o EUREKA, dos películas de Lisandro Alonso con aspectos y temas propios del western en las que Mortensen actúa, no hay aquí una decisión de romper con todos los lineamientos del género, si no tan solo con algunos.
Visualmente cercana a las versiones un tanto arthouse del tradicional género, el segundo film de Mortensen como director (el primero fue FALLING) lo muestra mucho más en control de las escenas propiamente dichas que del combo en general. Cada situación está jugada con tensión, humor y suspenso –dependiendo del caso–, pero la obtusa necesidad de enredar los tiempos le hace perder fuerza al conjunto. Y tampoco favorece que el villano esté tan excesivamente caricaturizado como tal. Para una película tan sutil como la que el actor y director propone, es un punto flojo construir un personaje tan llano, tan desprovisto de sutilezas como es el tal Weston.
Lo que THE DEAD DON’T HURT hace de manera notoria y casi como una postura política es evitar ser visto como el típico western en el que el hombre resuelve las cosas mediante el uso de la fuerza o quien tiene que defender «el honor» de una mujer. Es Vivienne (una notable personificación de la actriz de EL HILO FANTASMA) la que controla su propia historia, la que toma decisiones arriesgadas, la que trata de manejarse de modo independiente en un mundo en el que no se entiende del todo bien que una mujer haga esas cosas. Y si bien la película va y vuelve entre sus dos protagonistas, el peso emocional de la historia pasa por ella. Uno puede saber de entrada cuál es su destino, pero el recorrido pasará por entender las decisiones que tomará antes de llegar hasta él.