Estrenos online: crítica de «Godzilla Minus One», de Takashi Yamazaki (Netflix)
Esta nueva película de la saga Godzilla vuelve a los inicios para contar la primera aparición de la criatura a fines de la Segunda Guerra Mundial en Japón. Estreno de Netflix.
La larga saga de Godzilla, que se inició en 1954 y ya tiene 38 películas (33 en Japón y cinco en los Estados Unidos, sin hablar de todos los otros materiales sobre el personaje) parece inagotable. No se sabe bien cómo pero siempre hay una nueva forma para contar los combates contra esta criatura, desde distintos géneros, tonos, estilos y épocas. Analizar las idas y vueltas del mundo Godzilla quedará para otra oportunidad –o para otro sitio, porque no soy yo un especialista en la materia–, pero lo cierto es que la nueva película japonesa sobre la criatura, producida por Toho y ganadora del Oscar a los mejores efectos visuales, le encuentra la vuelta por el lado de cierta simpleza, entre emocional y nostálgica, un combo spielberguiano que sin dudas le ha ayudado a triunfar fuera del círculo de fanáticos hardcore que quizás buscan más mitología, más acción y más conexiones entre unas y otras.
No es un reboot pero podría serlo. GODZILLA MINUS ONE –el título es un tanto inexplicable– empieza sobre el final de la Segunda Guerra Mundial cuando Koichi Shikishima (Ryonosuke Kamiki), un joven piloto kamikaze aterriza su avión en una isla en la que están apostados técnicos que los reparan. Pronto Tachibana (Munetaka Aoki), el jefe de los técnicos, se da cuenta que Shikishima no tiene en realidad ningún problema técnico con su avión sino que ha desertado o preferido sobrevivir antes que inmolarse. Tachibana lo apoya y entiende, pero ese miedo le jugará una mala pasada esa misma noche cuando, de la nada, una gigantesca criatura aparezca en la isla y liquide a casi todos sin que Shikishima pueda lanzarle la bomba que tiene en su avión. Salvo ellos dos, todos los demás mueren, destrozados por el monstruo.
Shikishima regresa a una Tokio destruida. Su casa no existe más, sus padres han muerto y termina por casualidad viviendo junto a Noriko Ōishi (Minami Hamabe), una chica que está también en la calle y carga con una beba llamada Akiko. Entre los tres arman una especie de familia que no se reconoce como tal –no están casados y la niña de hecho no es hija de ninguno de los dos ya que Noriko la recogió de otra situación dramática– y de a poco empiezan a salir adelante, mientras el barrio y la ciudad se reconstruyen lentamente. Shikishima consigue trabajo en un barco limpiando minas en el océano y pronto volverá a toparse con su temido enemigo: un Godzilla mucho más grande, debido a los experimentos nucleares estadounidenses en el Atolón Bikini en 1946, que liquida a otro enorme grupo de personas y ahí sí se convierte en una amenaza pública.
El resto del film se dividirá en los nuevos ataques de la feroz criatura –cada vez más poderosa, con nuevos «recursos» y que ya se mete a destruir tierra adentro– y los esfuerzos de Shikishima y los suyos para detenerla. GODZILLA MINUS ONE, pese a su victoria en los Oscars, no es una película plagada de apariciones de la criatura ni un derroche opulento de efectos, sino que se construye como un drama humano en el que la historia del protagonista, de su especie de familia y su intento de redimirse de aquel traumático episodio inicial ocupa un rol central, dejando los enfrentamientos para bloques que son impactantes, sí, pero concretos y específicos. Es que, no olvidemos, costó 15 millones de dólares contra los 150 millones de la reciente GODZILLA Y KONG: EL NUEVO IMPERIO.
En ese sentido, la película tiene algo de retro, de clásica y hasta hollywoodense. Quizás la mayor diferencia con lo que podría haber hecho un émulo estadounidense de Spielberg es que Yamazaki no construye demasiado suspenso ni misterio alrededor de la criatura. A diferencia del modelo TIBURON o JURASSIC PARK, que van divulgando de a poco a su monstruos/amenaza, este Godzilla aparece con su figura ya conocida de entrada y lo mismo pasa cada vez que vuelve, recargado. Es como si el realizador diera por sentado que no hay mucho misterio a esta altura de la carrera del bicho y no tiene demasiado sentido demorar su aparición estelar.
La más exitosa de las películas japonesas del clásico personaje –tanto en su país como en los Estados Unidos–, GODZILLA MINUS ONE sorprende por regresar a los orígenes. No solo de la trama sino en lo que respecta a su tono, a tomarse el tiempo de contar bien un cuento, crear una serie de reconocibles personajes (además del protagonista y su pareja hay una serie de compañeros y amigos del protagonista que tendrán roles importantes en la lucha contra la criatura), integrar la saga a la historia política del país (y del mundo en esa época) y, finalmente, tener una mirada también crítica respecto a las autoridades japonesas de entonces. Es que, cuando la criatura se venga con todo, no serán los altos mandos los que se ocupen de tratar de frenarla, sino la comunidad civil, unida y solidaria, usando más la inteligencia que la fuerza. Y lo mismo se puede decir de una película que, por suerte, busca y logra convencer más por su construcción y por sus personajes que por el tamaño de sus explosiones.