Estrenos online: crítica de «Un asunto familiar» («A Family Affair»), de Richard LaGravenese (Netflix)
La joven asistente de una superestrella de Hollywood se desespera cuando se entera que su jefe se ha enamorado de su madre. Con Zac Efron, Nicole Kidman y Joey King. En Netflix.
Hay dos películas compitiendo entre sí en UN ASUNTO FAMILIAR. Una, relativamente entretenida. La otra, flojísima. La primera tiene como protagonista a Joey King, una actriz talentosa, creativa y graciosa que interpreta aquí a Zara, la asistente de Chris Cole, una bobalicona superestrella de Hollywood que, por esas circunstancias de la vida, se enamora de su madre, Brooke, escritora y viuda. Y la otra es esa historia de amor, con Zac Efron y Nicole Kidman como protagonistas, que tiene poco de creíble y mucho menos de interesante.
La presencia de King hace que este film de LaGravenese –quien en algún momento lejano de su carrera fue un reputado guionista de films como PESCADOR DE ILUSIONES y LOS PUENTES DE MADISON pero luego pasó a dirigir títulos intrascendentes como POSDATA: TE AMO y HERMOSAS CRIATURAS— no sea, al menos estrictamente, una comedia romántica. Es, más bien, la historia de una veinteañera que lidia con la sorpresiva noticia de que su jefe empezó a salir con su madre. A eso hay que sumarle que el tal Cole ronda los treintaypico y Brooke ya ha pasado los 50, por más que a ambos los unifique una serie de cirugías estéticas que un tanto los deforman y/o igualan.
Para Zara (nada que ver con la marca, no hay tampoco bromas al respecto) la incipiente relación entre su jefe y su madre es problemática porque conoce a Cole y sabe que jamás se compromete con ninguna chica, que sale con ellas brevemente y las deja. Lo sabe ya que, al ser su asistente, muchas veces ella misma se ocupa de algunos de los «arreglos» ligados a sus salidas, sus citas y sus rupturas. Es por eso que el enganche entre Cole y Brooke la preocupa por partida doble: no solo porque ella es su mamá sino porque sabe que el tipo la dejará bruscamente. Y, supone ella, su madre no está para meterse en un drama amoroso.
La relación romántica entre ambos –la estrella entre caprichosa y solitaria y la escritora melancólica– es improbable, incómoda y solo interesará a los y las que quieran ver los pectorales empedrados de Efron. Es que hay mínima química entre ellos y eso es algo evidente de entrada, por más intensidad que le ponga el actor de HIGH SCHOOL MUSICAL (Kidman, convengamos, no hace mucho más que un acto de presencia). A tal punto es así que las escenas de sexo duran apenas segundos, ya que si fueran más largas tengo la impresión que causarían hasta gracia. Cada tanto aparece Kathy Bates –como la abuela de Zara y suegra de Brooke–, otra actriz a la que la película le queda demasiado chica y el guión no le da mucho para hacer.
Es por eso que A FAMILY AFFAIR se apoya más en el personaje de Zara, al que la actriz de THE KISSING BOOTH (conocida en América Latina como EL STAND DE LOS BESOS) le pone toda la energía que la chica suele tener en todas las películas y series en las que ha aparecido en los últimos años, incluyendo la muy buena THE ACT. King es una intérprete particular y muy simpática, con un aura más cercana a la de una comediante que a la de una convencional estrella de cine. Más parecida, digamos, a Amy Poehler que a una clásica «adolescente bonita» de película romántica de Netflix.
Cada vez que King desaparece de la pantalla la película se cae al más profundo de los vacíos, pero por suerte la chica termina siendo el eje del relato por lo que eso no pasa muchas veces. Los que entren a A FAMILY AFFAIR a ver una historia de amor entre Kidman y Efron se irán decepcionados. Los que quieran seguir descubriendo cómo avanza la carrera de King tendrán alguna punta de la cual agarrarse. Su personaje no tendrá nada de original, es cierto, pero la chica lo saca a flote con prepotencia y carisma.