Estrenos online: crítica de «Un detective suelto en Hollywood: Axel F.», de Mark Molloy (Netflix)
Treinta años después de su última aventura, el policía de Detroit Axel Foley regresa a Los Angeles para ayudar a su hija a resolver un caso de corrupción policial. Con Eddie Murphy, Kevin Bacon, Joseph Gordon-Levitt y Taylour Paige. Estreno: 3 de julio en Netflix.
Dos circunstancias muy distintas convergieron allá por 1984 para convertir a UN DETECTIVE SUELTO EN HOLLYWOOD en un fenómeno de taquilla. Por un lado, el surgimiento de una figura cómica como Eddie Murphy, que hoy es visto como un veterano instalado en la industria pero que en ese entonces era un comediante joven e irreverente que impactaba en sus especiales de stand up y en el programa Saturday Night Live. Y, por otro, la aparición de un subgénero dentro del policial clásico –generado en buena medida por productores como Simpson & Bruckheimer o Joel Silver– en el que sus tópicos y formatos tradicionales se inflaban explosivamente para convertirse en películas de acción en las que primaban la espectacularidad visual y un humor que parodiaba su propia épica.
Murphy ya había probado que podía protagonizar una película exitosa con 48 HORAS (1982), de Walter Hill, producida por Silver, que todavía se tomaba un poco más en serio a sí misma, en especial en su costado de discusión racial. Y dos años después llegó la versión más popcorn de esa misma idea, de la mano de la dupla productora S&B: la historia de un detective negro de la dura y áspera Detroit, sin mucho respeto por las formalidades del trabajo policial, trasladado a la zona más chic de Los Angeles (el título de la saga se refiere a Beverly Hills, no a Hollywood, dos zonas muy distintas especialmente entonces de esa ciudad) para resolver un caso. Estas dos películas de Murphy dispararían un subgénero entero, que luego tendría sus variantes en ARMA MORTAL, DURO DE MATAR y, ya más tarde, BAD BOYS, además de incontables thrillers de todas las clases y categorías que hoy son amablemente recordados como parte del cine popular de los ’80. Fueron, en cierto modo, el comienzo del blockbuster cinema.
El género del que BEVERLY HILLS COP era parte parecía estar ya en las últimas para mediados de los años ’90 –a tal punto que la tercera película de la saga, dirigida por John Landis, fue un fracaso estrepitoso–, pero da la impresión de haber regresado en estos 2020s, por motivos que exceden esta crítica y que, en mi opinión, están relacionados con la situación política actual de los Estados Unidos y de buena parte del mundo. Y así como les funcionó con el regreso de TOP GUN y, por partida doble, de BAD BOYS, la productora Simpson & Bruckheimer sintió que era el momento de regresar con su demoradísima cuarta parte de UN DETECTIVE SUELTO… en la que vienen trabajando, bueno, desde que se estrenó la tercera pero que, por distintos motivos, fue pasando de largo.
Ahora, con los bolsillos de Netflix detrás (las anteriores se estrenaban solo en cines vía Paramount) y con un Eddie Murphy que arribó con la edad a la categoría de clásico tras algunas décadas de hacer comedias un tanto impresentables, UN DETECTIVE SUELTO EN HOLLYWOOD regresa sin cambiar demasiado la fórmula. Axel F. (Murphy) es hoy un veterano y muy querido (por la gente) policía de Detroit que sigue metiéndose en situaciones imposibles y caóticas que terminan con media ciudad destruida a su paso. Aquí eso sucede al principio, cuando en su intento de detener unos ladrones que roban en medio de un partido de hockey, convierte en chatarra docenas de autos a lo largo de la ciudad más grande de Michigan.
Será la primera de las diversas persecuciones y enfrentamientos que formarán el núcleo narrativo de la película, cuya trama es ligera y banal hasta para los cánones de la saga, ya que la producción prefiere poner todo su peso en ese tipo de escenas de acción que hoy parecen un tanto fuera de moda más que en armar algo consistente con eso (cuesta pensar que se pasaron décadas armando distintas versiones del guión). Axel tiene que ir otra vez a Los Angeles cuando descubre que han amenazado de muerte a su hija Jane (Taylour Paige), una abogada con la que casi no tiene relación, que está investigando un caso de corrupción policial allí.
Si bien se reúne con antiguos compañeros cuyas vidas han cambiado en los últimos 30 años (Paul Reiser en Detroit, y Judge Reinhold, John Ashton y Bronson Pinchot en Beverly Hills, repiten sus personajes de las anteriores películas en breves apariciones), lo central pasa por resolver el caso usando los particulares modos que caracterizan a Axel Foley, esa mezcla de picardía, ingenio y arrojo despreocupado. Tendrá un nuevo «compañero» en el Detective Bobby Abbott (Joseph Gordon-Levitt) y un evidente enemigo en el Capitán Grant (Kevin Bacon), ambos policías de la BHPD, solo que con distintas ideas acerca de la corrupción en su gremio. Habrá narcos (Luis Guzmán), matones a sueldo, algunos cameos de famosos, bromas con la industria del cine y media docena de persecuciones y enfrentamientos a balazos de las que solo una (que involucra a un helicóptero) tiene cierto grado de originalidad. En el medio, el eje «humano» de la trama: el intento de Axel de reconstruir la relación con su hija.
Con menos de dos horas de duración y con casi la mitad de ellas dedicadas a escenas de acción bastante intrascendentes, es poco lo que hay en la película como para construir algo más o menos interesante. Es una compilación de explosiones, de versiones de las mismas canciones que fueron exitosas en los años ’80 –sí, el célebre instrumental de Harold Faltermeyer se escucha en mil variantes, y no solo esa canción regresa–, de bromas sobre los millonarios de Beverly Hills y sus peculiares estilos de vida, más algunas gracias de un comediante que sigue teniendo momentos de brillantez y nunca deja de caer simpático, por más que no lo acompañe ni el guión ni el timing cómico del realizador Mark Molloy, un director de publicidad haciendo aquí su debut en el largometraje. UN DETECTIVE… generará en algunos espectadores de cierta edad una reacción entre afectuosa y nostálgica, pero no hay mucho que la sostenga por fuera del recuerdo de aquellos viejos tiempos.