Estrenos: crítica de «Un lugar en silencio: Día 1», de Michael Sarnoski
La precuela de la saga de terror se centra en una mujer a la que le queda poco tiempo de vida y debe enfrentarse con las recién llegadas criaturas extraterrestres. Con Lupita Nyong’o y Joseph Quinn. Estreno: 4 de julio.
A los cinco minutos de comenzada UN LUGAR EN SILENCIO: DIA 1 no sería del todo raro que más de un espectador se pregunte si entró al cine correcto o si se equivocó de sala. Es que la película, dirigida por Michael Sarnoski, arranca casi como un drama indie, centrado en una chica afroamericana enferma de cáncer que está internada en un centro para pacientes terminales en las afueras de Manhattan y que, amarga y deprimida, maltrata a casi todos en el lugar. Pero no, no se equivocaron de sala. Es la precuela del éxito de taquilla sobre criaturas que liquidan seres humanos al escucharlos moverse. Solo que es un poco distinta.
La saga, que ya tiene dos películas exitosas, siempre se caracterizó por su minimalismo y por disfrazar, dentro de un concepto de «gran estreno de cine de terror», lo que en el fondo son dramas humanos y familiares. Pero al elegir como director al realizador de PIG, acaso la mejor y más emotiva película de las que hizo Nicolas Cage en estos últimos años, era obvio que la precuela iba a tener sus particularidades. Y sí, es la historia de una chica deprimida y con cáncer a la que, encima, le aparecen estas criaturas asesinas en medio de sus desgracias.
Encarnada por Lupita Nyong’o, una actriz cuya expresiva mirada es ideal para una película en la que nadie puede hablar mucho y debe decir todo lo posible con los ojos, Samira (le dicen «Sam») es una chica a la que le queda poco de vida y que vive calmándose los dolores con fuertes medicamentos. Su única compañía es un gato llamado Frodo (Sam y Frodo, la referencia es evidente), y junto a él y a otros pacientes viaja un día a Manhattan a ver un espectáculo de marionetas en pleno Barrio Chino con la promesa de ir después a comer pizza, sin imaginar que en medio del asunto pasará algo que cambiará la vida de todos para siempre.
Es ese el punto de partida, disparador y buena parte de la trama de UN LUGAR EN SILENCIO: DIA 1, una película que es principalmente un drama minimalista pero que se atreve, de vez en cuando, a acercarse a las orillas de una superproducción de suspenso y terror, un poco como PIG lograba combinar drama humano y película de suspenso sobre una posible venganza, poniendo en ambos casos en su centro, entre otras cosas, a la relación entre un ser humano y un animal con el que tiene una relación afectiva.
Sam logrará escapar al primer gran ataque de las criaturas sobre Nueva York y luego deberá, en paralelo, escapar, esconderse, aprender qué es lo que debe hacer para evitarlos (no hacer ruidos, básicamente) y lidiar con otras personas, cada uno con su propia caótica y casi imposible forma de intentar volver a casa. Su objetivo parecerá un poco absurdo pero de a poco se le verá el sentido: su deseo es ir a comer esa prometida pizza a un lugar específico en Harlem. Y eso es lo que hará aunque la mayoría de los sobrevivientes estén escapándose con destino contrario, hacia el sur de la ciudad. Salvo uno, un británico perdido y asustado llamado Eric (Joseph Quinn, de STRANGER THINGS), que se suma a su solitaria lógica. Y el gato, claro, que pese a todo el caos, jamás la abandona. Ni, por suerte, maúlla.
Hasta bien entrada la película, Sarnoski se limita a filmar a Nyong’o en primeros planos, a escenificar todo lo que sucede a través de sus reacciones. El humo, el polvo, el caos (en esta saga uno escucha los ruidos que hace cada cosa, incluyendo los otros espectadores en el cine) y el resto de las confundidas y shockeadas personas que circulan por Manhattan son transformados por el realizador en una cacofonía de ruidos y silencios, luces y sombras. Solo en ciertos momentos –en el teatro en el que se refugia inicialmente y en algunas escenas posteriores con Eric–, DIA 1 presenta convencionales escenas dramáticas desarrolladas a través de susurrados diálogos (cuando llueve, se dan cuenta, se puede hablar) en las que conocemos un poco más a los protagonistas.
Con poco en términos de trama, Sarnoski transmite mucho: la sensación de fin de los tiempos, la aparición de incomprensibles y gigantes criaturas que de a poco se van haciendo más visibles y virulentas, la impresión de que lo mejor que se puede hacer en circunstancias como esas es tratar de sobrevivir y ayudar a otros en similar situación. La particularidad de Sam es que a ella de todos modos le queda poco tiempo de vida y eso genera un tipo de motivación muy distinta que para un tradicional héroe de este tipo de películas. Que no te engulla un extraterrestre no es lo único que importa. Para ella, lo que esta rara situación quizás le permita sea cumplir un último deseo: volver a sentirse viva.
Spielberguiana en su concepción humanista de la aventura –tiene varias escenas emotivas, ligadas casi todas a las artes y la cultura– y cercana al cine de M. Night Shyamalan en su manera de transmitir una historia que afecta a toda la humanidad a partir de las desventuras de un pequeño grupo de personajes, DIA 1 (título mentiroso ya que son varios los días a lo largo de los que transcurre la historia) es un ejemplo extraordinario de cómo hacer una película de suspenso y terror hoy, cuando todo parece hecho, probado y, mediante efectos especiales, realizable. Los efectos están ahí y Sarnoski los utiliza de vez en cuando, pero no los pone nunca en primer plano. Son solo los disparadores para el drama personal de los protagonistas.
Se puede decir que la precuela no es tan terrorífica en términos convencionales como las anteriores y quizás eso sea cierto. Es que su eje es más humanista, más cercano a algo tipo HIJOS DEL HOMBRE –admitida inspiración del realizador– que a cualquier relato en el que lo único que importa es el minuto a minuto del suspenso. Es una rara precuela que está a la altura y acaso hasta sea mejor que las películas que se estrenaron antes. Y lo hace de la manera más rara posible: escapándole a la tentación de ir a por más, como suele pasar en las sagas de varios episodios. Sarnoski sabe que las criaturas, el silencio y el miedo que ese combo genera en los espectadores es su manera de traficar un drama humano, el de una mujer que da su última pelea contra una muerte doblemente anunciada.