Series: crítica de «Nahir: el secreto de un crimen», de Alejandro Hartmann y Tatiana Mereñuk (Amazon Prime Video)
Este documental de dos episodios cuenta con los testimonios actuales de la mayoría de los involucrados en el caso de Nahir Galarza y aporta nuevos datos a la causa. En Amazon Prime Video.
No sé si soy la persona ideal o la menos adecuada para escribir sobre el documental NAHIR: EL SECRETO DE UN CRIMEN. ¿Por qué? Porque hasta verlo desconocía absolutamente todo acerca del tema más allá del hecho de que había una chica llamada Nahir Galarza que estaba en la cárcel por haber asesinado a su novio. No sabía más que eso. Ni dónde, ni cómo, ni quiénes estaban implicados. Ni las vueltas ni los giros del caso. Jamás la había escuchado hablar (fotos sí había visto) y solamente recuerdo cómo el hecho se había colado en el contexto del #MeToo y cómo se lo utilizó a modo de reacción contra eso, reforzando la idea de que hay también mujeres asesinas. Y no más que eso.
La serie comienza con el crimen de Fernando Pastorizzo que, pocas horas después, la propia Nahir Galarza admite haber cometido. A lo largo de dos episodios –es la extensión adecuada, en términos clásicos es la duración de una película– NAHIR narra con bastante precisión el crimen y sus consecuencias, adentrándose a explorar de un modo discreto y sin intenciones «amarillistas» algunos asuntos de la vida personal de los implicados, tanto estando juntos como –en el caso de ella– en su vida personal previa, en especial la relación con su padre policía, cuya arma utilizó para matar a Fernando, al menos según lo que ella misma contó en esa admisión inicial.
Luego, como sucede en gran parte de estos casos de trascendencia mediática nacional –este explotó en todos lados–, la historia empezó a cambiar, a girar, a dar vueltas. Que las cosas no fueron como las dijo, que quizás fueron de otra manera (apareció la idea de que pudo haber sido por accidente, la de la violencia de género como motor) o que tal vez tampoco fue ella la que lo hizo. Y así fue cambiando de abogados, de justificaciones y agregando datos de su pasado personal que podrían explicar como fue que todo eso terminó con su «novio» muerto de dos disparos.
Hartmann y Mereñuk narran la historia con claridad y sin tomar partido por nadie. Cuentan con un montón de material de archivo y los testimonios actuales (de principios de 2024) de gran parte de las personas involucradas en el crimen –los padres de ella y la madre de él, los distintos abogados de ambas partes, periodistas que siguieron el caso desde el principio–, entre los que obviamente se destaca una entrevista a la propia Galarza. Y allí ella va desgranando algunas de las ideas que hoy maneja respecto al tema, las que no adelantaré para no spoilear el asunto ante aquellos espectadores que, como yo, no estamos enterados de nada o casi nada.
En dos horas, NAHIR logra plantear su caso, presentar a los personajes clave y dejar algunas dudas respecto a qué es lo que pudo haber pasado. Básicamente, si ella lo mató «a sangre fría», si fue un accidente, si fue motivado por golpizas previas, si estuvo alguna otra persona involucrada en el asunto –todo apunta a su padre– y si existe algún tipo de pacto de silencio entre las partes. En un sentido periodístico y en lo que respecta al formato true crime el documental es prácticamente irreprochable y se abre a continuar en función de posibles novedades en el caso.
Todo esto me retrotrae al párrafo inicial y a explicar porqué no sigo estos casos, qué es lo que me aleja de materiales dramáticos que en general sí me interesan en la ficción. Habiendo trabajado décadas en medios gráficos y conociendo bastante algunos de sus manejos, mi sensación es que estos casos rápidamente se desvirtúan y, cuando cobran trascendencia mediática, pierden toda seriedad en términos investigativos. Aparecen personajes más interesados en la fama que en otra cosa (managers de medios, nuevos abogados), se cambian las declaraciones para seguir dándole a los protagonistas algo más que 15 minutos de fama, las ciudades en las que estos crímenes se cometen se suben a algún tipo de épica justiciera que tiene algo de turística, y todo se tergiversa más y más con tal de que el circo siga girando. El show les conviene a todos, menos a esa difusa materia llamada verdad.
Lo que tiene de bueno este documental es que –si bien forma parte de ese mismo circo– no abusa del morbo, no entra en territorios moralistas ni condenatorios de formas de vida ni enjuicia qué hacen o hicieron los personajes, quién tiene razón y quién no. A su modo, intenta reseñar los ítems claves del asunto, sintetizarlos y presentar sus diversas facetas y distintas verdades. El mercado del crimen –con sus programas de televisión, sus podcasts, sus diarios, revistas, ficciones y documentales– seguirá luego llevándolo por sus cada vez más improbables caminos. Y allí cualquier cosa que se parezca a la verdad o a la justicia será lo de menos. Lo que importará será que el show continúe hasta las últimas consecuencias.