Estrenos online: crítica de «Hijas» («Daughters»), de Angela Patton, Natalie Rae (Netflix)
Este documental premiado en Sundance se centra en la relación en los encuentros que se organizan entre padres que están en prisión y sus hijas. Estreno de Netflix.
Uno de los documentales más emotivos que recuerdo haber visto en mucho tiempo, HIJAS se centra en un programa carcelario que, en otras manos, bien podría reducirse a ser un film educativo o promocional. Sin dejar de serlo del todo, lo que las realizadoras logran en este film que debutó en el Festival de Sundance –ganó allí el Premio del Público– y llega a Netflix el 14 de agosto es ir más allá de ese esquema para contar una serie de historias personales que trascienden no solo el programa sino lo específico de cada situación.
El origen del film es un programa carcelario que existe en algunas prisiones de los Estados Unidos llamado «Date with Dad» y en el que se organiza un evento para conectar a padres encarcelados –por distintos motivos y plazos– con sus hijas menores de edad con las que han tenido poco contacto, sea por el tiempo que llevan en prisión o por las dificultades y complicaciones personales o burocráticas para poder visitarlos.
El programa no es una simple visita carcelaria sino una especie de curso de diez semanas en el que los padres presos que se suman al programa asisten a una serie de reuniones con Chad Morris, un autodenominado «life coach», que les explica en qué consiste esa cita-evento en el que se reunirán con sus hijas a lo largo de un día en el que comerán, conversarán, bailarán y tratarán de conectar como no pueden normalmente hacerlo. Esa preparación implica hablar de sus dificultades, de sus fallas, de sus errores y crímenes, de sus arrepentimientos y de su dolor por no poder estar presentes durante el crecimiento de sus hijas.
Mientras muestra esa emotiva suerte de terapia grupal de los padres encarcelados (es fuerte ver a estos tipos duros llorar desconsoladamente en varias ocasiones), DAUGHTERS irá centrándose en algunas de sus hijas, en cómo extrañan a sus padres, en cómo crecieron en buena medida sin ellos y en lo que esperan del evento en sí. Esa otra parte de la película pondrá el eje en cuatro chicas de distintas edades y formas de lidiar con la relación con sus padres –y con el evento en sí– mientras se preparan para el encuentro.
Lo que intenta el programa –algo que la película bien refleja, ya que mostrará no solo el encuentro sino sus consecuencias posteriores– es trabajar con esos presidiarios de manera tal de crear un lazo fuerte con sus hijas que funcione como freno a la hora de volver a meterse en situaciones que podrían llevarlos nuevamente a la cárcel. Es que más de uno de los que están ahí cuentan que viven entrando y saliendo de prisión en un ciclo que les resulta muy difícil cortar. Y el objetivo del programa consiste en romperlo.
La película elige centrarse en el drama humano, en las alegrías y emociones fuertes de los distintos reencuentros, en los llantos, confesiones y promesas, en los arrepentimientos, dudas y miedos, dejando en segundo plano otros asuntos seguramente tan o más complejos como la propia lógica del sistema penitenciario privado (a las familias, usualmente de bajos recursos, les cobran mucho dinero las visitas o las videoconferencias mediante un aplicación telefónica) y a lo que pasa con las esposas, con la situación laboral al salir de la prisión o, digamos, con los hijos varones.
Tampoco se habla prácticamente de qué es lo que llevó a la cárcel a los protagonistas y esa es una gran decisión de las directoras, clave a la hora de valorar lo que sucede entre padres e hijas sin que el espectador se ponga en posición de juzgarlos. Es que más allá de lo que hayan hecho, todos ellos tienen la voluntad de cortar ese círculo de criminalidad y probablemente –al menos eso dicen los datos estadísticos de los padres que forman parte del programa– lo logren. Es que son esos lazos, en definitiva, los que pueden marcar la diferencia entre querer seguir estando afuera de la prisión o no.
Y de parte de las niñas, tan o más protagonistas del relato que ellos, las emociones se mezclan y confunden. Algunas tienen más dudas, otras se entregan más al proceso, otras cambian de opinión y actitud con el paso del tiempo, pero en todos los casos que aquí se retratan aparece una voluntad de retomar o crear un lazo de afecto, de cariño y comprensión que dure más que un momento de abrazos, conversaciones y música. De ser posible, toda la vida.