Locarno 2024: crítica de «Fréwaka», de Aislinn Clarke
Una asistente social viaja a un pueblo chico en Irlanda a cuidar de una anciana con demencia y allí descubre una serie de asuntos sobrenaturales que también la involucran.
Parte de la clásica tradición del folk horror en su costado irlandés, FREWAKA es la nueva película de la realizadora de THE DEVIL’S DOORWAY, film de 2018 considerado el «padrino» de la llamada nueva ola de cine de terror de ese país. En su segunda película, lo que la realizadora hace es intentar mezclar esas tradiciones orales milenarias con asuntos un tanto más cercanos en el tiempo y de repercusiones sociales y políticas como los abusos religiosos que sufrieron las mujeres irlandesas en los asilos de las Magdalenas. Pero más allá de esos contextos y combinaciones, lo que el film propone es un ejercicio de horror finalmente bastante clásico en el que el impacto sensorial y la tensión tienen prioridad por sobre cualquier otro elemento o subtexto.
Todo comienza con un prólogo que transcurre en los años ’70, en medio de una caótica boda que termina con la fuga o desaparición de la novia en cuestión. La película –hablada casi en su totalidad en gaélico irlandés– salta al tiempo presente y muestra otra escena horrorosa: el suicidio de una mujer mayor y en apariencia muy religiosa, que se cuelga en su departamento de Dublín. La protagonista del film será su hija, Siobhan (le dicen «Shoo» y la encarna Clare Monnelly), una asistente social que tenía una mala relación con su madre y toma de manera bastante fría su aparente suicidio.
Shoo acepta un trabajo para cuidar una anciana en una remota aldea, dejando a su novia –una chica ucraniana llamada Mila, que está embarazada– en la ciudad. Al llegar allí nota que todos la miran entre extrañados y asustados por el lugar al que tiene que ir y la persona a la que debe atender. Al arribar al caserón descubre que Peig (Bríd Ní Neachtain) es, sí, una mujer intensa, nerviosa, bastante peculiar y llena de supersticiones que no la deja entrar a la casa y hasta hace pis en la puerta para espantarla. Pero Shoo termina ingresando, empieza a hacer su trabajo y se va ganando la confianza de la atribulada dama. Eso sí, cada vez que Shoo va al pueblo a hacer algún trámite o compra todos la miran mal.
Y en la casa sí suceden cosas raras: ruidos, parafernalia extraña, puertas cerradas cuyos picaportes parecen moverse y artefactos religiosos que se suman a las advertencias de Peig de que tienen que tener cuidado ya que están viniendo por ellas. La mujer, dicen en el pueblo, padece demencia (y no quiere tomar sus medicamentos), pero Shoo empieza a sentir que algunas de las cosas que dice no son tan delirantes como parecen. Y de allí en adelante, promediando el relato, las amenazas empezarán a hacerse más reales (o eso parecen), las historias se conectarán entre sí y todo se transformará en un progresivo caos de reminiscencias satánicas.
Con elementos temáticos similares a películas como MIDSOMMAR o LA BRUJA –o películas de terror irlandés recientes como THE HOLE IN THE GROUND o YOU ARE NOT MY MOTHER— pero con un modelo narrativo que, especialmente en su segunda mitad, deja de lado por completo la sugerencia y el misterio para meterse de lleno en el terror puro y duro, FREWAKA es un muy buen relato de tensión y suspenso durante su primera hora y un tanto más convencional y pesadillesco freak-out de montaje acelerado, imágenes inconexas y confusa mitología religiosa durante su tercer acto. Pese a esas concesiones a un tipo de relato más comercial, la película de Clarke no pierde del todo su fuerza y apuesta a convertirse, quizás, en una suerte de franquicia dentro del terror folclórico.