Series: crítica de «Industry – Temporada 3», de Mickey Down y Konrad Kay (HBO, Max)

Series: crítica de «Industry – Temporada 3», de Mickey Down y Konrad Kay (HBO, Max)

En su tercera temporada esta serie británica centrada en el mundo de las altas finanzas londinenses enfrenta a sus protagonistas entre sí de maneras cada vez más despiadadas. Con Myha’la, Marisa Abela, Ken Leung y Kit Harington. Por HBO y Max, desde el domingo 11 de agosto.

Al concluir SUCCESSION, la heredera al trono de la «serie prestigiosa» de los domingos por la noche en HBO no es LA CASA DEL DRAGON –que funciona bajo otros parámetros de público, de temporada y de mercado– sino INDUSTRY. Es curioso que ese importante pase se haga con una serie con las particularidades de la creada por Mickey Down y Konrad Kay, pero al verla va quedando bastante clara la línea de continuidad entre ambas. La rareza de que INDUSTRY ocupe el «horario estelar» está dada por el hecho de que ya lleva dos temporadas circulando por debajo del radar de los grandes títulos de las plataformas y de los premios Emmy (verla implica un compromiso no estrictamente necesario pero sí útil de ponerse al día) y, además, por ser una serie británica con muy pocos nombres conocidos internacionalmente.

Pero la conexión es muy directa, ya que la serie existe en un universo de las altas finanzas que es muy similar al de SUCCESSION. Eso se nota especialmente en esta tercera temporada, ya que han decidido dejar un poco de lado las idiosincracias profundas del mundo de la compra y venta de acciones y de empresas para poner el acento en los dramas personales de los protagonistas. No solo eso. Se nota muy claramente la intención de hacerla más accesible, menos cerrada en sí misma, no tan complicada en sus detalles y mucho más clara en sus líneas narrativas centrales. Sigue siendo la misma serie, sí, pero ahora es una que sabe que necesita ser menos de nicho y más de alcance masivo.

¿Lo logrará? Difícil saberlo. La serie es buena, muy buena y siempre lo ha sido. Y en esta temporada es más impactante en sus revelaciones, en sus tensiones dramáticas, un tanto menos perversa de lo que antes era (parte, supongo, del proceso de «americanización» de su dramaturgia) y con el acento puesto más en el afuera de la oficina de Pierpoint & Co. que en lo que pasa adentro. El «piso» en el que se compran y venden acciones y en el que la verborragia específica de los traders se vuelve un «jeringoso» un tanto incomprensible sigue estando ahí, pero ahora no solo es más claro (bueno, un poco), sino que en todo momento es secundario o solo una parte de un retrato más grande.

SPOILERS DE LAS TEMPORADAS ANTERIORES. Para llegar a la Season 3 hace falta saber, en principio, un par de cosas. Que Harper Stern (Myha’la) fue echada de Pierpoint por Eric Tao (Ken Leung, de LOST), quien sacó a la luz que su título universitario era falso, y que el hombre está atravesando una crisis personal y familiar. Lo demás –las idas y vueltas de las relaciones entre ellos, entre Harper y Yasmin Hanani (Marisa «Amy Winehouse» Abela) y las del resto de los personajes– las podrán ir descubriendo cuando repasen las dos primeras temporadas, si es que deciden hacerlo. Es innegable que tiene sentido verlas, pero también uno puede arrancar desde acá sin demasiados problemas.

La temporada arranca con un eje claro ligado a la desaparición del padre de Yasmin, un millonario un tanto controvertido con el que la chica tenía una complicada relación y a la que había decidido desheredar. Mientras están en un yate en Ibiza y Yasmin descubre algunas cosas oscuras de su padre allí, irán sucediendo cosas que se aclararán, de a poco, en el curso de la temporada. Pero lo central pasa por los nuevos roles que cada uno de ellos tiene. Al irse de Pierpoint Harper empezó a trabajar en un fondo de inversión más pequeño y que solo hace negocios sustentables. Allí, la chica, entabla una conexión con una de sus jefas, Petra (Sarah Goldberg, de BARRY), y empieza a mover a esta pequeña compañía hacia cosas más grandes pero, a la vez, éticamente más riesgosas.

En tanto, Pierpoint trabaja para lanzar a la Bolsa las acciones de Lumi, una start-up ecologista que dirige un caprichoso millonario llamado Henry Muck (Kit Harington, de JUEGO DE TRONOS), con Eric y su equipo –que vuelve a incluir a Yasmin, además del intenso Rishi (Sagar Radia), entre otros– manejando ese lanzamiento. Las cosas con el IPO (u OPV) no salen muy bien que digamos. Y a partir de ese traspié, Yasmin se tiene que acercar a Henry –los dos vienen de un similar mundo de clase alta–, comenzando con él una complicada relación. A la vez, la «caída en desgracia» de Pierpoint lleva a Harper a intentar, a su modo, algún tipo de venganza contra la empresa que se la sacó de encima. Y en especial contra Eric. En medio de todo esto, el siempre atribulado Robert (Harry Lawtey) hará lo posible por sobrevivir en esa jungla de tipos crueles y salvajes, mientras ve una y otra vez como lo manipulan emocionalmente.

La serie saldrá del piso donde se compran y venden acciones para transcurrir aún más que antes en casas, barcos, restaurantes, bares, estancias de campo y aviones privados, acercando a INDUSTRY al tipo de universo que tan bien manejaba SUCCESSION. Lo que no tiene –nunca tuvo en realidad, ni lo intenta– es la ligereza que aquella tenía de tanto en tanto. Acá los diálogos son igualmente ásperos y brutales entre tipos que negocian y no se guardan ningún insulto, pero no existe el «comic relief» que tranquilice las cosas. Meterse en ese mundo de las altas finanzas británicas es entrar en una boca del lobo en la que hay que armarse hasta los dientes si uno no quiere salir lastimado, como ya sucedió en las igualmente brutales temporadas anteriores.

Acá los conflictos serán más comprensibles por un público más amplio. A Harper la mueve la venganza y la sensación de que le cuesta estar fuera de la adrenalina constante de una gran empresa. Yasmin debe lidiar con el hecho de vivir en un mundo de gente con mucho dinero cuando ella no solo no tiene una libra, sino que es perseguida por fotógrafos por ser la hija de un criminal al que nadie encuentra. A Eric lo mueve el poder, la necesidad de estar cerca de donde se maneja todo, caiga quien caiga en el medio. Y Robert trata de no ser utilizado como peón de intercambio entre todos ellos sin poder zafar casi nunca. Hasta Rishi se meterá en tantos problemas que ameritará un episodio dedicado a sus caóticas desventuras.

Despiadada, adictiva, fuerte, a INDUSTRY se la ha descrito como un combo entre SUCCESSION y EUPHORIA pero la relación con esta última –que tenía algún sentido en la primera temporada, cuando casi todos los protagonistas eran jóvenes y «fiesteros»– ahora ha pasado a segundo plano. Sigue habiendo momentos de descontrol –de sexo, drogas y música electrónica, digamos–, pero sus tensiones son más clásicas: el poder, las relaciones amorosas, la ambición, el dinero, los conflictos y traumas familiares. Por el acento puesto en las diferencias de clase que marcan a fuego las relaciones entre las personas, INDUSTRY podría ser una tradicional serie británica, solo que una que transcurre en «la City» londinense.

Es una serie que intenta desnudar las perversiones y crueldades del llamado «uno por ciento»: los millonarios de este mundo y los que trabajan para ellos esperando ser en algún momento parte también de ese club de privilegiados. Y logra hacerlo, por lo general, sin caer en simplismos o reduccionismos, entregando protagonistas que son monstruosos y humanos a la vez, a veces ante una misma situación. Es cierto que es difícil empatizar a veces con ellos a causa de su brusquedad, su egoísmo o la forma en la que funcionan solo a base de intereses personales, pero el gran logro de la serie es que pese a eso logra mantener nuestro interés por su suerte. En eso es muy parecida a SUCCESSION. En mostrar el lado humano de personas a las que, en la vida real, no querríamos tener demasiado cerca.