Series: reseña de «Ciudad de Dios: la lucha no para» («Cidade de Deus: A Luta Não Para»), de Aly Muritiba y Fernando Meirelles (HBO y Max)

Series: reseña de «Ciudad de Dios: la lucha no para» («Cidade de Deus: A Luta Não Para»), de Aly Muritiba y Fernando Meirelles (HBO y Max)

Esta serie continúa la historia de la clásica película de 2002 uniendo viejos y nuevos personajes metidos en otra guerra entre bandos en la favela carioca. Los domingos, por HBO y Max.

En 2002, la película CIUDAD DE DIOS se convirtió en un fenómeno internacional, un éxito económico y de crítica (en líneas generales), que lanzó la carrera de su director –el hoy consagrado Fernando Meirelles– y puso en primer plano una serie de temas ligados la violencia en las favelas de Río de Janeiro, preocupación que derivó en políticas sociales pero también en un problemático «turismo villero» que sigue existiendo hasta hoy. El film lanzó también las carreras de un grupo de actores (Alice Braga, Seu Jorge, Matheus Nachtergaele), produjo un enorme interés por el funk brasileño de los años ’70 y ’80 y se volvió en algo así como una idea, casi un estereotipo. Uno dice que una película se parece a CIUDAD DE DIOS y la gente, más o menos, ya sabe de qué está hablando.

Pasaron más de veinte años de aquel filme y si bien en el medio hubo un documental centrado en las vidas de los protagonistas de la película, recién ahora HBO retoma la historia para contar cómo siguió, en la ficción, la vida en esa favela del Oeste de la ciudad, manteniendo algunos de los personajes de la película original (los que sobrevivieron, primero que nada, aunque no todos) e incorporando otros nuevos, de esa y de una nueva generación. Así como la película original se expandía para contar una historia que empezaba en los ’60 y llegaba hasta los años ’80, los primeros episodios de la serie –solo dos fueron adelantados a la prensa– se concentran en el 2004, unos 20 años después del violento final del film.

El narrador y principal observador de todo sigue siendo Buscapé (Alexandre Rodrigues), el fotógrafo de la favela que logró sobrevivir a la serie de asesinatos y masacres para convertirse en un consagrado fotoperiodista de uno de los principales diarios brasileños. Si bien él desea cubrir otros lugares y temas, en el periódico lo tiene encasillado con sacar fotos en su lugar de pertenencia. En la favela Cidade de Deus las cosas se han calmado un poco. Trabajadoras sociales como Berenice (Roberta Rodrigues) y políticos barriales como Barbantinho (Emerson Gomes) –ambos presentes en el film original– se ocupan de ayudar en la zona, donde también se dan clases de artes marciales y otras actividades para mejorar la vida de la gente.

Los negocios «sucios» existen, pero están controlados «en paz» por el indiscutido Curió (Marcos Palmeira), capo del área, secundado por su hijo Geninho y un ejército de súbditos. La serie arranca acomodando historias y recordando al espectador quién es quién y de dónde viene cada uno. Pero a la mitad del primer episodio queda claro que las cosas no seguirán calmas por mucho tiempo. Es que Braddock (Thiago Martins, que era Lampião, un niño violento en el film original) ha salido de la cárcel y ha regresado a la favela pidiendo –exigiendo, mejor dicho– lo que cree que le corresponde: un territorio que Curió le cedió a su hijo durante su ausencia. Instigado por su novia Jerusa (Andréia Horta), que en plan «Lady Macbeth» no quiere que Braddock acepte entrar en negociación alguna, toman la iniciativa matando a un soldado de Curió. Y eso, amigos, es el comienzo de la guerra.

LA LUCHA NO PARA pondrá otros elementos en juego, que quizás sean más ricos que los que dispone la trama principal. Por un lado están las conexiones con la policía y las autoridades que hacen su juego con este conflicto, empezando por Reginaldo (Kiko Marques), que era un violento y corrupto policía en el film de 2002 y ahora es secretario de Seguridad Pública. Y, por otro, la prensa que explota el caos en la favela para insuflar la preocupación social por la inseguridad que lleva a la BOPE –y otras fuerzas de choque– a meterse en la pelea. El que vive más de cerca ese conflicto es Buscapé, ya que sus fotos son usadas para generar esa impresión de que en la favela solo existe caos y violencia. El hombre empieza a sentirse culpable al respecto, en especial luego de una conversación con su hija, una adolescente que tiene éxito como intérprete de funk y hip-hop con alto contenido erótico, algo que lo incomoda bastante. En medio de todo eso, la guerra crece al punto de tomar características prácticamente militares.

Muritiba es un consagrado cineasta que ha dirigido varias ficciones con temática social como FERRUGEM y DESERTO PARTICULAR, entre muchas otras. El actúa como director general y es responsable de la realización de algunos episodios, tarea que comparte con Bruno Costa, director de la muy buena MIRADOR. En el guión trabajan algunos otros nombres reconocidos del audiovisual brasileño como Sergio Machado (CIDADE BAIXA) y el propio Muritiba, entre otros. Meirelles sigue como productor –la serie es una producción de su O2 Filmes para HBO– y en el elenco, además de los que vuelven del original, hay muchísimos jóvenes actores que provienen de las favelas, al igual de lo que se hizo en la película de 2002.

El estilo es relativamente similar, aunque sin exagerar con la estética videoclipera que por momentos incomodaba en el film original. De algún modo, la temática de la serie –la violencia de las favelas explotadas para el consumo de los que no viven allí y lo observan a distancia– pone en discusión también su estética. Y por el momento los responsables tratan de jugar a dos puntas en ese sentido: cuidando las formas pero entregando también lo que se espera comercialmente de este tipo de productos. Es un balance difícil de sostener pero, por el momento, van consiguiendo salir adelante gracias a ampliar las preocupaciones sociales de la serie y transformarlas en un problema que no es solo de las favelas sino de todo Brasil.